En Mi Segunda Vida Soy La Villana

A Cristal no le quedó otra cosa más que prometer que hará lo que se le dice, o de otra manera, está perdida; ya luego busca la manera de salirse con la suya sin que nadie se dé cuenta. No por algo en su otra vida aprendió a ser como un camaleón.

Quiso salirse con la suya e irse a escondidas a hacer alguna investigación, pero la emperatriz le asignó guardias hasta para ir al jardín, y el emperador puso un hechizo de alarma, el cual serviría para detectar cuando se abre un portal mágico dentro del palacio.

En dos ocasiones, cuando ella intentó escaparse mediante un portal, fue encontrada por los guardias, quienes tenían orden de detenerla.

Al no tener escapatoria, o mejor dicho, para evitar que le pongan más castigos, la pequeña Cristal, decide mejor no intentar escapar, y para no aburrirse como una una foca, ella pidió permiso para ir al mercado, y de esa manera entretenerse comprando como una niña normal.

Sus padres para evitar que se escape, le asignaron unos 50 guardias, los cuales eran expertos en magia. También han intentado infiltrar sin éxito en el templo a algunos espías, y en la mansión Rinaldi también, Pero la seguridad allí es muy complicada, y ellos no están recibiendo en esos lugares, a nadie nuevo.

Sería también una nueva opción, irse directamente en contra del templo, Pero esos infelices, tienen más de la mitad del apoyo de los habitantes del imperio, lo que significa, que sin pruebas físicas, no pueden hacer nada, y las mujeres con magia, no sirve como testigo, ya que allí ellas son vistas como unas brujas y nadie creería la palabra de una.

Cristal por el momento, en esta ocasión que va a salir no tiene pensado hacer sus travesuras, sino, solo comprar, aunque eso sí, iba tapada con una capa y capucha, para evitar llamar la atención demasiado y sus acompañantes tienen ropa normal.

Pero no llamar la atención, no será posible, ya que los guardias imperiales destacan, no solo por el uniformes, sino por sus caballos, ya que esos ejemplares de caballo, solo lo tiene la familia imperial Silva.

Sin saber eso, ella y su doncella en horas de la mañana, en compañía de los guardias, se fueron a su destino, con la intención de hacer solo compras.

Ella como toda señorita decente que es, desde que llegó a la primera tienda, se fue a hacer lo que deseaba hacer, pero ningunos de los vestidos de esa tienda eran de su agrado, y así se le pasó el día, y como resultado, lleno el carruaje en el que andaba de ropa y otras cosas, no para ella, sino, para las mujeres que rescato, ya que allí en esas tiendas, los vestidos eran muy extravagantes, tal parece que esa es la moda del momento.

Al tener el carruaje ocupado, ella pidió a unos de los guardias un caballo prestado, para así irse al palacio.

Cuando se subió para irse, ella a lo lejos vio a alguien que no deseaba ver, ese no era otro que el loco del volcán, quien parece estar buscando a alguien.

Asustada, ella comenzó a moverse en su caballo, y para su mala suerte, tenía que pasar por dónde él estaba para irse.

Al estar cubierta, ella tenía fe de que aquel hombre no la reconozca, Pero esa fe se desvaneció como la neblina, ya que al pasar frente a él, Dominic sintió aquel maná conocido, uno que ni en un millón de años lo va a olvidar.

Cuando buscó con la vista, vio pasar a una persona en un caballo, y esa persona, iba con otras personas en caballos finos, y todos iban bien sincronizados, es claro que están al cuidado de esa persona, y ellos deben de ser guardias.

Él al ver eso, detiene a una persona de la que pasan por su lado, y le hace una pregunta.

—Buen hombre¿Disculpe mi ignorancia, quienes son estas personas? — dice él señalando a los guardias, los cuales no estaban muy lejos de él.

La otra persona, quien es un habitante del imperio, le habla.

—Esos son los soldados imperiales, la persona que acaba de pasar, es un miembro de la familia imperial— dice esa persona, siendo ese un hombre.

—Ya veo, ¿por casualidad en la familia imperial existe alguien con el nombre de Cristal?—pregunta él, para ver si consigue noticias de la bruja.

—Pareces que no eres de este imperio, pero sí, la princesa heredera del imperio de Bayona, es Cristal Silva, nuestra noble princesa, ella ha hecho mucho por los pobres, es todo un ángel— dice el hombre con una sonrisa y Dominic casi deja de respirar, y se atragantó con su propia saliva.

El hombre al ver eso se le quitó del lado, pues ese hombre tiene pinta de malo.

Por otro lado, Dominic cuando normaliza su respiración, pensó.

“Que casualidad de la vida tan grande, la noble princesa Cristal, es el ángel de los más necesitados, pero a mí me demostró ser un demonio, veamos que tiene para decir princesa Cristal” piensa el hombre con una sonrisa de burla.

Ya sabe qué hará, va a ir directamente al palacio a buscar a esa bruja, para solo ver si tiene las agallas de verlo a la cara, luego de ser tan mala con él.

Ese mismo día, Dominic Black cuando cayó la noche, tomó su caballo y fue donde rentó la habitación en donde se está quedando, y allí preguntó hacia qué dirección estaba el palacio imperial y dio así con la ubicación.

Él tiene pensado ir a pedir trabajo, para así evitar tener problemas con los guardias.

Por suerte, la noche aún no llegaba.

Le tomó menos de dos horas llegar, en dónde nada más estar ahí, dijo que se quería unir a la guardia real.

Uno de los guardias de la entrada, lo llevó con el capitán de la guardia imperial, en donde se le hizo una prueba de resistencia muy fuerte, tanto así, que cuando la noche llegó, apenas había terminado de hacerla. Allí se le aplicó un hechizo, el cual evita que él en un futuro sea un traidor del imperio.

Aquello último, Dominic lo aceptó sin problemas, ya que a él no le interesa traicionar a nadie, y solo tiene deseos de darle una lección a la pequeña bruja y eso no es traición, después de todo, ella fue quien lo provocó primero.

Al ser nuevo, a Dominic se le asignó un área en específico, y él aceptó sin problemas. Al igual que los demás soldados imperiales, a él se le entregó un casco y una armadura, ya que ese es el uniforme que usan los de la guardia real.

Cuando no tuvo más que hacer, se durmió en la habitación que le asignaron, puesto que, al día siguiente tenía que madrugar.