Ángel de la Luna, es la mujer más hermosa que he visto en mi vida; es una niña de alta sociedad y yo solo soy su escolta personal.
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TAL VEZ MAÑANA EL CIELO NO SE VEA TAN GRIS
Luna regresaba a la universidad, bajó del vehículo con cuidado, una inmensa tristeza se apoderaba de su cuerpo, no quería que Alejandro se despidiera de sus estudios, ¿cómo podría persuadirlo para que rechazara esa idea?. El ruido en el salón le molestaba extremadamente, la atención concentrada en el niño de los ojos verdes, le impedía entender los números escritos sobre la pizarra.
Se aproximó a Emma para estudiar con ella, su semblante apagado y retraído angustiaba a Luna. Quiso conocer la razón del sombrío aspecto, sus cortas palabras con una fingida sonrisa aseguraban su bienestar, evidentemente todo eso era falso. No intentó ahondar en el asunto, de nada serviría presionarla. Le explicó a Emma la compleja situación en la que se encontraba Alejandro y Emiliano, debido al inesperado evento ocurrido en la mañana. Asustada le solicitó a Luna la dirección de Emiliano para conocer su estado. Finalmente, Alejandro le otorgó la información con el consentimiento de su amigo.
Falto a las clases de la tarde y se encaminó hacia la dirección escrita en un papel blanco con lapicero rojo. Se veían fijamente con una cruda lástima, tan ostensible que dolía; uno cubierto de magulladuras entre rojizas y moradas, sin ningún brillo en los ojos, como si los golpes se hubiesen llevado su espíritu; la otra, envuelta en una sombra de miedo y desesperación que la asfixiaba lentamente. El café sabía amargo, idéntico a sus vidas, ni siquiera un poco de azúcar endulza el crepúsculo de ese día.
Emiliano le hablo con sinceridad, no solo sobre el violento ataque recibido, sino además, de sus intenciones de desertar de la universidad, le faltaba ímpetu para continuar. Emma se desahogó con él, le contó sobre las palabras intimidantes de Isabel Alameda, tenía un ultimátum para regresar a su tierra. Parecía que los sueños de ambos terminaban allí y ninguno de los dos era capaz de animar, aunque fuese un poco a su compañero.
Estaba tan decepcionado de la universidad, de la vida en la ciudad, de Isabel... entonces los rumores eran ciertos, ¿cómo podía ser tan cruel?, ciertamente no la conocía, todo este tiempo le había mentido, Emma le advirtió desde un inicio sobre la chica y aun así no quiso escuchar, ¡siempre tan ingenuo!
Antes de marcharse, Emma le mencionó sobre la posibilidad de que el autor intelectual del despiadado ataque, hubiese sido Isabel o alguno de sus amigos. No existía nadie más interesado que ellos, en que la universidad no tuviera estudiantes becados.
En la soledad de su habitación, los recuerdos de sus agradables y lastimeros momentos se entrelazaban, era un hombre, pero quería llorar como un niño pequeño, quería que mamá o papá vinieran a consolarlo, quería regresar con el abuelo. Una noche en vela terminaba en la madrugada cuando por fin Morfeo le otorgaba un poco de sueño.
Era el segundo día que faltaban a clases y el primer día en ese semestre que no había ningún estudiante becado (incluso Emma no se apreció). No veía a Emiliano desde el juego de tenis en la mansión de los Beaumont, no habían podido contactarlo y se empezaba a desesperar. Realmente lo extrañaba, el salón de clases le parecía aburrido y vacío, sus compañeros insípidos y las materias tediosas. Resuelta buscó a Luna, por medio de Alejandro podría conseguir la dirección de Emiliano. Atónita escuchaba la narrativa que reconstruida los hechos acontecidos en la mañana del día anterior. Luna le compartió la dirección sin el consentimiento de Emiliano, después de todo ellos eran amigos.
No conocía la dirección, inmediatamente llamó a su padre para que le enviase a uno de sus escoltas, dejaría la camioneta en el parqueadero, más tarde la recogería.
Maria Fernanda reconoció a Isabel, quien con premura alcanzaba la salida, de apariencia circunspecta y acompañada de uno de sus escoltas, sin duda se veía diferente de lo normal, por lo que decidió preguntarle hacia dónde se dirigía.
-Isa, ¿para dónde vas tan acelerada?, aún estamos en clase
-Mafe voy a visitar a una persona
- ¿A quién?
- Estoy apurada, más tarde te cuento, me están esperando.
-Vas a ver al chico becado, Emiliano, ¿cierto?
-¿Cuál es el problema?
-No has olvidado el trato que tenemos Isabel, pareces muy apegada a ese joven.
-No lo he olvidado
- ¿Por qué te importa tanto? Deberías estar feliz de que no regrese a estudiar.
-Cuidado con lo que dices María Fernanda espero que no estés involucrada en el incidente. (a esas alturas, casi todos en la universidad conocían lo sucedido)
- ¡Claro que no!?... Aseguraba atemorizada. Ella tenía una mirada amenazante y una voz franca que efectivamente causaba pánico. Se despidió de su amiga y se abstuvo de hacer más comentarios.
-Señorita hemos llegado, decía su escolta acomodando el vehículo en frente de la pequeña casita; trago saliva, siempre había sido una persona muy serena, pero en ese momento los nervios reinaban. Sus manos temblorosas golpeaban la puerta del lugar. Emiliano aparecía con su carita azul violáceo debido a los hematomas, la sorpresa del encuentro le corto la respiración. Aunque le dolía verlo herido, su mirada firme no mostraba ninguna pisca de compasión.
Solitario como casi todos los días, la invito a pasar, ¿qué podría ofrecerle a esa impresionante mujer? Tal vez aceptaría un café. Degustando la bebida se disculpaba por perturbar su descanso sin anunciarse con antelación. Repitió su historia una vez más, esta vez para Isabel, además expreso sus serias intenciones de retirarse de la carrera.
-¿Por qué quieres hacer eso?
-Te sientes feliz
- ¿A qué te refieres Emiliano?
El tímido e introvertido Emiliano no ocultó más su malestar, enojado le reclamaba por su miserable comportamiento con Emma, ¿cómo podría ser tan desconsiderado con otro ser humano? Era igual que todos en esa universidad.
-¿Te importa mucho ella?
Emiliano ahogado en desespero agarro con fuerza los hombros de Isabel quién se encontraba sentada a su lado, ella veía sus ojos llenos de angustia y tristeza, que parecían querer derramar una lágrima. Su mirada fija en el rostro de Isabel y sus labios temblorosos le hablaban con osadía, "Yo soy un estudiante becado, al igual que Emma y Alejandro, todos ustedes lo lo único que hacen es lastimarnos, les divierte nuestra miseria, ¿por que tanto odio?, ¿Cómo los hemos ofendido? ¿Por qué sus incesantes ataques?, sabes...es terrible esa sensación de impotencia, saber que no pudo hacer nada para minimizar sus dolencias cuándo ni siquiera puedo con las mías.
Emiliano se derrumbaba frente a ella, sus gritos en silencio que nadie escuchaba, esas ganas indescriptibles de huir, de escapar, de hacerse pequeñito y desaparecer de la faz de la tierra.
Isabel no entendía por qué aparecía ese sentimiento de aflicción, deseaba aliviar el sufrimiento del niño de los ojos grises, sin pensarlo dos veces, con un abrazo lleno de ternura sostuvo a Emiliano en sus brazos. Tenía ganas de llorar, para evitarlo alzo su vista al techo, así no vertería sus lágrimas, esas que hacía mucho tiempo no veía, en el cabello de él.
- Lo siento Emi, lo siento tanto, nunca trate de entenderte, no los voy a volver a lastimar a ninguno de los tres, puedes estar seguro.
Emiliano se aferraba a Isabel con vehemencia, estaba agradecido de escuchar esas palabras, podía respirar con tranquilidad; después del intenso abrazo, ella con cuidado colocó sus dos manos en el rostro de él, con una linda sonrisa le sugería pensar detenidamente en su decisión.
Arturo ingresaba a la habitación de Alejandro, hacía dos días que no asistía a clases, conocía las razones por eso decidió intervenir.
-Alejandro la vida no es lineal, tiene altibajos y dentro de esos altibajos injusticias, tú eres un chico talentoso y no puedo verte derrotado tan pronto, encuentra un motivo para atravesar estas espinas, no importa si ese motivo es insignificante o egoísta, lo único que importa es que materialices esas locas ideas tuyas.
La noche para ambos ya no se percibía tan oscura, tan fría, tan solitaria, la luna brillaba con intensidad atravesando las nubes, un poco de calma, les daba la oportunidad de pensar en sus verdaderos deseos.
En el tercer día, sin asistir a la universidad, Alejandro se organizó para buscar a Emiliano, jugarían un partido de básquetbol cerca de la casa. Aunque el partido no se ejecutó como se tenía planeado debido a las lesiones, les sirvió para dialogar sobre la experiencia vivida y la continuación de sus historias desde ese punto.
-Emiliano, recuerdas mis palabras a principio de año, "Nosotros somos los protagonistas en este campo de batalla"
- Las recuerdo, estábamos apesadumbrados como ahora, en mi caso a punto de abandonar la carrera.
-Pienso que nosotros somos capaces de continuar, no me quiero rendir todavía, un paso a la vez ¿no crees?
-Estrategia, inteligencia y determinación, son nuestras cualidades, aún puedo dar un paso más. Ayudaremos a Emma a resistir no importa si es un solo día, mañana los tres cruzaremos el campus con dignidad, para iniciar o mejor dicho para continuar con otro capítulo del libro de la vida.
Durante la ausencia de Alejandro en la institución, Luna se mantuvo alejada de Alberto, aunque llegó a insinuarle sus deseos sexuales, no le concedió ninguna oportunidad para quedarse a solas con ella.
..."Nuestros caminos tienen espinas, nos hieren, nos lastiman, no hay necesidad de ser siempre fuertes, al carajo con eso, yo quiero romperme a pedazos, ahogarme en mi dolor, revolcarme en el suelo, cuándo haya acariciado esos sentimientos tan míos, veré la vida un poco más afable, un poco más interesante, un poco más hermosa"....