Ashley Larson, una joven estadounidense que, sin saberlo, se convierte en el peón de un cruel juego de venganza orquestado por Andreas Kostas Papadopoulos, un empresario griego consumido por la obsesión y el rencor. Después de la trágica muerte de Anabel, la hermana mayor de Ashley y el amor perdido de Andreas, él trama un plan diabólico para hacerle pagar, seduciendo y casándose con Ashley, quien guarda un asombroso parecido con Anabel.
Después de medio año de matrimonio Ashley sufre un "accidente", que la hace perder su embarazo y su pierna. Lo que sumerge a Ashley en una depresión y un descenso terrible, pero después de tocar fondo solo puede subir y ella lo lograra a lo grande. Y va a vengarse del hombre que la arruino la vida.
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Capítulo 19
Andreas conducía por las calles de Londres en su elegante Jaguar XF, sus pensamientos centrados en la cena que estaba por tener. Detrás de él, un Audi Q7 seguía de cerca, llevando a bordo a la familia Alarcón. Ibrahim Alarcón había sido informado sobre la cena, una ocasión diseñada para que ambas familias se conocieran mejor.
En el Audi, junto a Ibrahim, se encontraba su esposa, Annika, una mujer de impresionante belleza alemana. Con su cabello rubio claro y sus ojos azules penetrantes, Annika irradiaba una elegancia y sofisticación natural. En el asiento d atrás estaba su hijo de quince años, Félix. Félix, con su cabello castaño oscuro y ojos curiosos que reflejaban una mezcla de inteligencia y aburrimiento adolescente, miraba por la ventana, claramente menos entusiasmado por la noche que se avecinaba.
—¿Por qué tengo que ir a esta cena? Será súper aburrida, como todas esas cenas importantes —se quejó Félix desde el asiento trasero, su voz teñida de desdén juvenil.
Annika, volteando para mirarlo con una expresión de paciencia materna, le respondió:
—Es importante mostrar que somos una unidad, Felix. Estas cenas son más que solo comida y charla trivial.
Felix rodó los ojos pero asintió, recargando su cabeza contra el reposacabezas y continuando su observación de las calles de Londres.
—Londres es aburrido. Lleno de museos y torres viejas. Prefería Nueva York —murmuró, recordando la ciudad que había dejado atrás.
Félix se había criado entre los grandes y modernos edificios de Nueva York y sus calles , parques y subterráneos, y no estaba listo para la humedad Londres.
“Pero no”, pensó Félix, “mis padres decidieron que mudarnos aquí para ‘mejorar el negocio’ y fusionarse con una empresa que no tiene nada que ver con el fondo de inversión era una buena idea”.
Siguió rumiando en voz alta.
—Un conglomerado de software y bienes raíces… ¿qué tiene eso que ver con un fondo de inversión de capital de riesgo? Nada. Los adultos están locos.
Ibrahim, conduciendo, escuchaba la conversación desde el espejo retrovisor, ofreciendo de vez en cuando una sonrisa tranquilizadora.
—Es un mundo complicado, Felix. Estos movimientos son estratégicos, y con el tiempo, comprenderás mejor cómo funcionan estas cosas —explicó, intentando darle algo de perspectiva a su hijo.
La conversación en el Audi Q7 giraba entre la exasperación adolescente y la lógica adulta, mientras seguían a Andreas hacia el destino de la cena. La noche prometía ser interesante, con la unión de dos mundos diferentes en un intento de forjar nuevas alianzas y oportunidades de negocio.
Al llegar a la torre de departamentos de los Papadopoulos, la familia Alarcón descendió del Audi Q7. Ibrahim caminó hacia Andreas, estrechando su mano con firmeza.
—Mi familia está entusiasmada por conocer a la tuya —declaró Ibrahim, con una sonrisa falsa.
Siempre había tenido problemas con su hijo. Pero así era el. Eran cuestiones de la edad. Papadopoulos no pareció notar nada y sonrió.
—Eso suena muy bien —respondió Andreas, guiando a Ibrahim hacia el interior del edificio.
Detrás de ellos, Annika caminaba con Félix. Félix seguía con su andar cabizbajo y cara de pocos amigos. Annika con un gesto maternal, rodeó los hombros de su hijo.
—Tranquilízate y pon buena cara, Félix —le susurró, dándole un apretón alentador.
Felix rodó los ojos en señal de resignación pero asintió.
—Está bien, mamá. Cambiaré la cara, lo prometo —dijo, esbozando una sonrisa forzada.
Ella le revolvió el cabello con una sonrisa cómplice.
—Así esta perfecta, cariño.
Mientras tanto, Andreas e Ibrahim continuaban su conversación sobre negocios.
—¿Qué tal van los negocios en Estados Unidos? Espero que el flujo de dinero sea estable y que la cartera de empresas de tu fondo de inversión también lo sea —preguntó Andreas, mostrando un interés genuino en la operación de Ibrahim.
Ibrahim, con confianza, aseguró:
—Con nuestra fusión, vas a ver millones, Andreas. No te preocupes, todo está bajo control.
Dentro del departamento, Constantinos y sus hermanos esperaban en la sala. Constantinos vestía un pulóver de cachemira y pantalones de vestir, luciendo casual pero elegante. Dimitris llevaba una camisa de botones y jeans, su aspecto juvenil y relajado. Sophia y Nikos estaban igualmente bien vestidos, con vestidos y trajes apropiados para la ocasión, mostrando la elegancia y sofisticación de su crianza.
Cuando la puerta se abrió y Andreas y los Alarcón entraron, Dimitris no pudo evitar quedar fascinado por Felix. Sintió un cosquilleo en el estómago al ver al joven de quince años, que desprendía una mezcla de arrogancia adolescente y una cierta vulnerabilidad que le resultó atractiva. Aunque trató de ignorar estos sentimientos, era evidente que la presencia de Felix lo había impactado significativamente.
La sala se llenó de un aire de expectativa y tensión mientras las dos familias se encontraban, cada miembro evaluando a los otros, conscientes de la importancia de esta cena no solo en términos personales sino también en el ámbito de sus negocios compartidos.