Matrimonios por contrato que se convierten en una visa hacia la muerte. Una peligrosa mafia de mujeres asesinas, asola la ciudad, asesinando acaudalados hombres de negocios. Con su belleza y encantos, estas hermosas pero letales, sanguinarias y despiadadas mujeres consiguen embaucar a hombres solitarios, ermitaños pero de inmensas fortunas, logrando sus joyas, tarjetas de crédito, dinero a través de contratos de matrimonio. Los incautos hombres de negocia que caen en las redes de estas hermosas viudas negras, no dudan en entregarles todos sus bienes, seducidos por ellas, viviendo intensas faenas románticas sin imaginar que eso los llevará hasta su propia tumba. Ese es el argumento de esta impactante novela policial, intrigante y estremecedora, con muchas escenas tórridas prohibidas para cardíacos. "Las viudas negras" pondrá en vilo al lector de principio a fin. Encontraremos acción, romance, aventura, emociones a raudales. Las viudas negras se convertirán en el terror de los hombres.
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Capítulo 24
Paola Yáñez no era tonta. Sabía que Telma Ruiz estaba acabada y que sus correrías matando empresarios solitarios y robándoles hasta el último centavo de sus cuantiosas fortunas, terminarían tras las rejas. -Marcela terminará por arruinarla, ella le dirá todo a la policía, Telma no debió meterse con su padre-, se dijo convencida. Esa noche copió en un USB unos archivos que guardaba en su laptop su jefa y fue a su casa.
-Qué es lo que tenemos aquí-, se dijo divertida, mordiendo coqueta su lengüita. Se había hecho un té helado, abrió la laptop , se sentó al filo de su cama y cruzó las piernas. Puso toda la información que había logrado sacar de las oficinas de la organización y empezó a repasar los nombres que había seleccionado Telma y que era, por supuesto, víctimas en ciernes, peces gordos para exprimir como limones
Había varios nombres de sujetos acaudalados, sin familia, con negocios de importaciones o exportaciones, agricultores, refundidos en sus chacras y campos, vendedores informales que habían logrado recaudar una fortuna, inmersos en sus trabajos, todos ellos ideales para un "trabajito" que le dejara una cuantiosa fortuna. Repasó una y otra vez las filas, tratando de elegir al más adecuado para sus pérfidos planes, y finalmente se detuvo en un sujeto, un tal Nicasio Mosquera que le atrajo sobremanera.
-Está interesante este hombre, murmuró divertida abriendo con sensualidad y coquetería su boquita carnosa, ha hecho una gran fortuna vendiendo medicina natural, espero que tenga algo para adelgazar porque ando subidita de peso-
Luego Paola estalló en carcajadas.
*****
-Disculpe, señor, estaba distraída-
Mosquera contempló ensimismado los ojos dulces, románticos y efusivos de Paola. Parecían dos luceros fulgurando amor en sus pupilas encendidas y cautivantes. Él quedó sin habla, hipnotizado a su sonrisita larga pintada de roja y los dientecitos blancos que parecían la espuma de las olas en una playa maravillosa y paradisíaca. También de la naricita pequeña y bien formada, lo que la hacía aún más sensual y agradable, hipnótica como una postal que habla de amor y de pasión.
-La culpa es mía-, dijo él con cortesía, después que los dos tropezaran, al doblar la esquina. Paola siguió estirando su sonrisita sensual y le dijo que, al contrario, era una suerte haber conocido de esa manera a un hombre tan apuesto, gallardo, altivo y galante. -Su esposa debe consentirlo mucho porque es usted muy atractivo-, murmuró poniéndole una delicada melodía en su tilde sensual y sexy que la hacía irresistible.
Nicasio se sintió en las nubes, en un santiamén, entusiasmado, febril por la forma cómo ella lo miraba y por esa vocecita tan delicada y tierna, como una música dulce y encantada que lo cautivaba, prendaba y hacía que su corazón redoblara su tamborileo metido en su pecho.
-Soy soltero. Nunca me casé, ¿y usted tiene novio?-. preguntó afanoso Nicasio, queriendo ganarle tiempo al tiempo.
-Estoy sin pareja ya hace dos meses y creo que es momento de iniciar una nueva aventura, espero encontrar al hombre indicado je je je-, subrayó Paola, sin despintar su bella sonrisa mostrándose sumamente coqueta, moviendo los hombros, meneando la cabecita, lanzando sus hermosos pelos al aire..
Mosquera sintió su corazón repicar aún más alegre y alborozado que al principio con lo que le decía esa dama tan hermosa. ¿El destino? se preguntó, entonces para sí mismo, encandilado de la belleza de esa muchacha que había aparecido así de pronto, como un angelito llegado del cielo.
Así empezó todo. Fue el comienzo de horas maravillosas para Mosquera. Ella no perdió el tiempo en preámbulos ni cortejos largos o afiebrados. Lo besó apasionadamente apenas en su primera cita, en un majestuoso hotel de Paracas, frente a las olas del mar chapoteando festivas bajos sus pies. Nicasio saboreó encantado los labios de ella, demasiado sabrosos y delictuales, un deífico deleite que lo llevó hasta las estrellas gozando de su cariño, su bondad y ternura, completamente seducido a la magia de esa mujer entregada por completo.
La hizo suya esa misma noche y a él le pareció estar sumergido en un espejismo, en medio de un oasis, disfrutando de la calidez de ella, de ese lago sereno de sus labios y el vasto territorio de su cuerpo, liso, suave, terso, con empinadas lomas que fueron predilección de sus labios y caricias, sinuosas carreteras, amplios escarpados, cerros empinados y la redondez de sus posaderas tan grandes y apetitosas que lo perdieron totalmente. Se entusiasmó con sus piernas tan suaves, bien torneadas, y percibió el fuego que ardía en ella, convertida en una fogata, una tea, que lo calcinó en un instante, por tanta pasión y vehemencia que derrocharon juntos hasta convertirse en rumas de carbón humeante.
Ella gemía, se revolcaba en la cama, en sus brazos y a él le era música, fuego, llamas de placer. Sentía la vida al alcance de sus manos, de sus dedos, de todo lo que pudiera tomar con sus deseos. Y ella dejó que Nicasio explorara hasta sus más íntimos rincones y se deleitara completamente de su sabrosura, de sus profundidades, de sus vacíos y los parajes inhóspitos de sus entrañas, de toda ella.
Paola quedó rendida en el pecho de Mosquera, exánime, sudorosa, complacida y soplando fuego en su aliento. La había hecho sentir pletórica de sensualidad y eso le gustaba mucho, se sentía maravillosa y sexy, en brazos de Nicasio, disfrutó de sus besos y caricias, de sus músculos firmes, de sus manos callosas y el áspero de sus brazos. Todo le pareció encantador y romántico, mágico y fabuloso junto a él y le parecía estar viviendo un sueño de cuento de hadas.
Mosquera no tuvo reparos en darle todo a ella. Su fortuna, sus tarjetas, su vida entera. Le firmó el contrato nupcial enceguecido por la intensa e inmensa belleza de ella y convencido que había encontrado al fin al amor de su vida. -Ahora todo es tuyo, hasta mi existencia entera, dijo Nicasio, iremos mañana mismo a casarnos-, le anunció febril y entusiasmado, brincando como un canguro, dichoso y eufórico.
-¿Tan rápido?-, bromeó ella.
-Sí, quiero compartir desde ahora mismo mi vida contigo-, detalló Nicasio rendido a sus encantos.
Después de casarse, Paola le dio de beber a Nicasio un potente veneno que él bebió entusiasmado mientras ella le practicaba una excitante relación oral, con deleite y pasión. Mosquera quedó tendido en la cama, echando espuma de la boca, con la mirada enamorada, perdida en las fantasías y el maravilloso mundo que, quizás, hubiera podido encontrar con Paola. Un minuto después ya era cadáver.