Él necesitaba con urgencia una solución inmediata a su problema, ella estaba en el lugar y momento justos.
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Deseo y confusión
Tras ponerse de acuerdo en como llevarían a cabo todo eso del matrimonio, hasta que la abuela de Matt se marchara, Mía y Matt salieron hacia la sala. Allí, la abuela del joven se encontraba hablando por teléfono, la mujer sonreía alegremente.
La pareja tomó asiento en uno de los sofás, y Matt aprovechó el hecho de que su abuela estuviera ahí para tomar la mano de la muchacha sin que esta intentara retirarla. El joven le prodigaba suaves caricias las cuales no hacían más que llevar a Mía a sentir cosas que temía no ser capaz de controlar.
-¡Deberíamos hacer una fiesta espectacular para celebrar su amor!- exclamó de repente la abuela del joven, con los ojos brillando de emoción.
-No, no lo creo- murmuró Mía, quien en lo único que pensaba hasta ese momento es en que todo era una farsa. La joven miró a Matt, con un gesto de súplica en su mirada.
- Mejor hablamos de eso en otro momento, abuela- replicó él- Ahora lo importante es esperar a que la madre de Mía se recupere de su enfermedad- afirmó, llevando alivio al corazón de ella.
-Esta bien- dijo la anciana- pero cuando eso pase no van a poder impedir que yo misma organize la mejor boda de todas.
En ese momento, una empleada entró en la sala.
-La cena está lista, señor- anunció con una sonrisa.
Matt se puso de pie de inmediato y extendió su mano hacia Mía.
-Entonces, vamos a cenar- dijo con una sonrisa, guiándola hacia el comedor.
La abuela de Matt se quedó en la sala, intercambiando una mirada cómplice con Sonia, su empleada de confianza, la cual le hizo un gesto de asentimiento ante la mueca que la mujer le profirió.
-Esta será una noche muy, muy interesante- susurró la abuela, con una chispa traviesa en sus ojos.
Sonia asintió con una sonrisa.
Ambas mujeres se quedaron en la sala unos momentos más, compartiendo sus pensamientos y planes, luego la abuela de Matt se dirigió al comedor a compartir la cena con sus nietos.
Al llegar al comedor, la mesa estaba adornada con elegantes arreglos florales, y el aroma tentador de la cena llenaba el lugar mientras Matt, Mía y la abuela de este tomaban asiento para disfrutar de la comida.
La abuela sonrió con curiosidad mientras servía vino.
-Díganme, queridos, ¿cómo fue que se conocieron? Me encantan las historias de amor- dijo la anciana, haciendo que la pareja se sintiera algo desconcertada.
Mía intercambió una mirada rápida con Matt antes de responder con una sonrisa.
-Bueno, fue en una fiesta. Yo estaba usando unos tacones muy altos y, bueno, tuve un pequeño accidente- comenzó, tratando de pensar rápidamente en una historia creíble.
-¡Oh, vaya! ¿Un accidente con tacones altos?- exclamó la abuela, demostrando su interés ante el relato.
Matt intervino, agregando detalles para dar credibilidad a la historia.
-Sí, fue bastante divertido. Mía estaba caminando por la pista de baile, alguien la hizo trastabillar y como sus tacones eran demasiado altos, ella tropezó- agregó el joven, mientras Mía ladeaba su cabeza- Por suerte, estuve allí para atraparla antes de que cayera por completo, cuando al fin la tuve entre mis brazos, nuestras miradas se encontraron y sentí deseos de besar sus labios, y así lo hice- dijo con una sonrisa, mirando a Mía con complicidad.
La abuela asintió, entretenida.
-Oh, qué romántico. Debe haber sido un encuentro inolvidable.
Mía asintió, agradecida por el apoyo de Matt. -Definitivamente lo fue. Desde entonces, hemos estado juntos y no podríamos ser más felices- dijo, tomando la mano de Matt sobre la mesa.
La abuela sonrió con ternura.
-Me alegra escuchar eso, queridos. El amor es un regalo precioso.
La cena transcurrió entre risas y conversaciones animadas, mientras Matt y Mía compartían más detalles sobre su relación ficticia, cada uno contaba situaciones las cuales les hubiera gustado hubieran sido reales, alimentando la curiosidad de la abuela y fortaleciendo su vínculo como familia.
Cuando terminaron de cenar, la abuela de Matt se despidió de ambos jóvenes con un beso, marchándose a su habitación alegando estar muy cansada. Antes de dirigirse adonde había dicho, la anciana pasó por la cocina allí se encontraba Sonia.
-¿Lo hiciste?- le preguntó.
-Si, señora - respondió la mujer sonriéndole con complicidad.
-¡Perfecto! Me voy a dormir- afirmó la mujer y se marchó sin más.
-Esa historia estuvo bastante creíble- comentó Mía mientras caminaban de la mano por las escaleras con rumbo al piso superior de la mansión.
-Así es, de hecho me encantó eso que dijiste sobre lo mucho que te gustaban mis ojos- dijo él, ella agachó la cabeza con vergüenza.
-¿A quién no le gustarían tus ojos?- indagó ella, él la miró y sonrió de lado. La tensión entre ellos era palpable, como una corriente eléctrica silenciosa que los rodeaba.
Al llegar a la puerta de su habitación, Matt se detuvo y se volvió hacia Mía, con su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
-Realmente eres increíble- dijo, con su voz apenas en un susurro grave y seductor.
Mía se sonrojó, mientras que una sonrisa juguetona curvaba sus labios.
- Tú, más- replicó ella y sus ojos brillaban con complicidad mientras lo miraba fijamente.
Matt se acercó un poco más, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.
-Sabes, Mía, siempre he sentido una conexión especial contigo- admitió, con su tono cargado de emoción.
Mía se mordió el labio inferior, sus mejillas encendiéndose ligeramente.
-Yo...Hay algo en ti que me intriga- confesó, con un tono de voz suave.
Justo cuando parecía que el momento iba a intensificarse, Matt sintió una extraña sensación de mareo invadirlo. Se tambaleó ligeramente, confundido por la repentina oleada de calor que recorría su cuerpo.
Mía frunció el ceño, notando el cambio en él.
-¿Estás bien, Matt?- preguntó, preocupada.
Matt luchó por mantenerse en pie, sentía que su cabeza le daba miles de vueltas.
-No lo sé- murmuró, sintiéndose cada vez más débil.
La joven abrió la puerta de la habitación, lo ayudó a entrar y a sentarse sobre la cama.
Entonces, de repente, todo se volvió borroso y confuso. Las palabras de Mía se desvanecieron en el aire mientras él luchaba por mantener la conciencia.
Mía lo miró con creciente alarma, sin entender qué estaba pasando...
-¡Matt! ¡Señor Norton! ¿Está usted bien?- musitó la joven al ver que él llevaba una de sus manos a la cabeza y fruncía el ceño.
-Mía...no creo- murmuró él repasando la figura de la mujer que tenía en frente y así agarrando la mano de la muchacha la sentó a su lado sobre el mullido colchón.
-Estás caliente- dijo ella al tocar su frente luego de notar que por ella corrían gruesas gotas de transpiración- ¿Tienes fiebre?- preguntó, él pasó saliva y negó con su cabeza, luego de eso sus sentidos se nublaron, Matt pasó una de sus manos por detrás de la nuca de Mía y relamiéndose los labios la acercó y la besó con pasión y deseo.
La muchacha puso sus manos sobre el duro pecho masculino, intentando apartarlo, él hizo acopio de la poca fuerza de voluntad y razonamiento que le quedaban y se alejó de ella poniéndose de pie.
-Mía... yo lo siento- se disculpó- esto debe ser obra de mi abuela- le dijo, ella lo miró sin comprender- esta tan obsesionada con eso del bisnieto que no dudaría que haya sido capaz de poner algo en la comida- comentó él sin dejar de observarla, relamiendo sus labios con el deseo vislumbrándose en su mirada. Mía pasó saliva al comprender con exactitud lo que le estaba ocurriendo al hombre frente a ella- Voy a la otra habitación, tengo que solucionar esto- dijo y se dio la vuelta para salir del cuarto.
-Espera- dijo la muchacha tomándole la muñeca- Yo, yo puedo ayudarte- agregó algo avergonzada- después de todo estamos casados...¿no?
-¿Estás segura?- indagó él con el deseo cada vez más acrecentado- Mira que yo no creo poder seguir controlándome.
Mía hizo un gesto afirmativo, entonces Matt la tomó por la cintura, la atrajo cerca de su cuerpo y la besó con pasión y deseo. Ella se dejó guiar por los besos y caricias del hombre, quien intentaba no ser brusco con ella, la llevó sobre la cama, besó sus labios, mientras una de sus manos le desprendía lentamente la blusa dejando al descubierto su piel suave, luego Matt pasó su lengua sobre el lóbulo de la oreja de Mía, ella sintió que su piel se enchinaba, se estremeció con cada beso y caricia. De repente Matt se quedó quieto, su respiración se había hecho más pausada, sus manos se habían quedado inmóviles y sus labios ya no la estaban provocando.
-Matt- jadeó la muchacha al sentir que necesitaba más, mucho más, pero no obtuvo respuesta, con una de sus manos le alzó el rostro y se sorprendió al notar que él estaba ¿dormido?