Corona De Luciérnagas

Se oyó un caballo galopando, no volteo o se detuvo por él, pero al oír el sonido familiar de un látigo, fue demasiado tarde como para arrepentirse de haberse ido en dirección a la mansión. El caballo le dio una patada sin querer, en cuanto al jinete, pareció haber bajado de su caballo. Talvez sería para pedirle una disculpa por ese golpe sin aviso, pero no fue así. Miró delante de él, solo estaba un caballo color café frente a él, le parecía conocido. Intentó recordar en dónde había visto ese caballo, sintió caliente atrás de su cabeza, cayó al suelo semi consiente. Pudo oír una risa burlona y unas manos atando las de él a unas sogas. El jinete le dio la orden al caballo de avanzar, pudo sentir como su cuerpo se movía de lugar tan rápido. Esos ojos azules se cerraron con una mirada desorientada.

No pasó mucho tiempo después de eso. Sentía la frescura del aire, el pasto debajo de sus palmas, tocando incluso su cara. Estaba en el bosque, pero no sabía cómo había llegado ahí. Su boca estaba seca, sentía algo rasposo en su lengua.

-Espero que hayas soñado bien Tristán.- dijo una voz conocida con furia y adrenalina en su ser.

Sus ojos se abrieron como platos al instante, su amo lo tenía atado completamente con la cuerda en la boca. El amo comenzó a tirar de la cuerda, jalando su cuerpo arriba, parecía un costal de entrenamiento para guerreros formidables. Sacó una corta puros nuevo y filoso, a Tristán se le congeló la sangre en cuanto vio esa sonrisa malévola en el rostro de su amo. Le sacó un brazo de la cuerda, tomando su mano principalmente. Tristán no pudo aguantar las ganas de llorar al sentir él corta puros en su meñique de la mano derecha.

-Por favor...no lo hagas... Nada de lo que oyó fue verdad.- intentó hablar con el miedo en la garganta que se notaba en su voz temblorosa y débil.- No hagas esto por favor…

Su amo le miró, razonó un poco en lo que estaba a punto de hacer. Pero le nubló el juicio la idea de pensar en su familia y en especial al su amada esposa tocada por otro que no fuera él.

-Debiste pensarlo antes de acostarte con mi mujer...

-¡Yo no quise, no lo hice con ellas, son ellas las que abusan de mí a voluntad!.- gritó con lágrimas en los ojos con una voz ronca.

Pudo oír algo pequeño que había caído al pasto, quiso pensar que había sido él corta puros que por suerte había soltado el amo y que tal vez no era tan malo, pero al ver el césped, solo vio su dedo y su sangre que caía poco a poco. No se detuvo ahí, comenzó a cortar todos sus dedos, no le importó cuánto gritara el niño que tenía en frente de él. Más que un niño y su esclavo, era una "persona" igual que él. Hasta donde sabían ellos dos, Tristán podría curarse mientras no le atravesará en corazón o su cabeza con una daga o algo más. Su amo se fue a la otra mano para continuar cortando sus dedos. Terminó demasiado rápido, sacó el látigo nuevo que había comprado, dándole uno tras otro latigazo, su ropa nueva estaba siendo rasgada por completo al igual que su piel, gritó más fuerte que nunca, la sangre comenzó a salir como si lo estuvieran exprimiendo, parecía que pararía en ese instante. Pero se equivocó otra vez. Ahora ya no era un látigo lo que tenía en sus manos, únicamente tenía un cuchillo de cocina de hierro. Se acercó a él y le cortó la cuerda, cayendo en el pasto lleno de su sangre con sus dedos debajo de él. Su amo lo tomó del cuello, ahorcando a su esclavo tal vez por última vez.

- No lo hagas...- dijo Tristán con lágrimas en sus ojos y con las últimas fuerzas que le quedaban.

Hizo caso omiso a sus palabras, atravesando el cuchillo en dónde terminaban las costillas. Lo recorrió hasta su abdomen bajo, ya no había vuelta atrás. Ahora había hecho lo que pensó que jamás haría por ser un pecado tan grande. Los ojos de Tristán aun cuando se veían sin vida todos los días, pudo verse que se escapaba su alma de su cuerpo mortal. Su amo creyó que estaba muerto, Tristán contuvo la respiración para no levantar sospechas. El dolor que sentía era horrible, se sentía extraño, el amo lo arrastró detrás de un arbusto, reflexionando que había matado a una persona. Tomó todos los dedos de quién había sido Tristán y lo llevó hasta el cadáver. La sangre no sabía cómo quitarla para no dejar evidencia. Lanzó el cuchillo lo más lejos que pudo al bosque, la sangre podía quedarse ahí, de todas maneras llovería más tarde. Subió a su caballo para irse a su mansión.

Tristán se aseguró de la ausencia de su amo en ese lugar, antes de curarse lo más que pudiera. Primero se curó el abdomen cortado por el cuchillo, era un alivio lo que había pasado, ahora no lo buscaría y sería libre para siempre. Sus dedos se unieron al instante, había gastado demasiada energía con la curación. Nunca había sido lastimado a esa magnitud, comenzó a desorientarse, viendo algo borroso y repetidas veces negro. Se desmayó, aún habían moretones y heridas mínimas en su cuerpo, sabía que no tenía la energía necesaria como para curarlas. Necesitaba descansar está vez, talvez por una o dos horas. Hizo un último uso de su magia para pedir ayuda, pensando en los gatitos de Ágata.

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Los sirvientes de la mansión estaban en su descanso mientras no se encontraba su amo en ella, Ágata y su abuela seguían inquietas por el alboroto que se había armado gracias a los chismes del pueblo. Estaban con una esperanza en la mente, ingenuas a la realidad que les esperaba, aún no regresaba el amo, así que no había encontrado a Tristán en ningún lugar del pueblo. Empezó a empacar su abuela para irse del sitio y con suerte, encontrar al niño. Los gatos le estorbaban cada que metía una prenda de ropa, un gato negro tomó un frasco que contenía el ingrediente principal para una medicina curativa. Solo se necesitaba de ella y un hongo azul que era comestible. Se fue corriendo de la habitación, haciendo que ella tomara su bolso en dónde tenía todo y persiguiera al pequeño gato, para luego devolverlo e irse a su pueblo natal Corbad. Quería llevarse a Tristán con ella, pero tenía razón al pensar que no confiaba lo suficiente en ella como para ir como un familiar. El gato no se detuvo, parecía que le quería llevar a algún sitio en específico. Salió de la mansión, sin detenerse hasta salir del pueblo y llegando al bosque, <<¿Qué podría haber ahí?>> se preguntó. El gato se detuvo en un charco de algo que parecía ser sangre, se asustó un poco, pero tenía que estar en calma por si era algún herido. Saltó dentro de un arbusto después de olfatear, ella le siguió una vez más, era Tristán, estaba lleno de sangre. Se acercó para ver qué heridas tenía, solo eran rasguños y heridas de lo que parecía ser golpes constantes de cosas filosas como garras de un león. Seguramente su amo si lo había encontrado al final, pero la sangre que había perdido no podía ser por esas cortadas, llegó a la conclusión de que Tristán se había curado las heridas más graves que tenía. Eso podía explicar el comportamiento del gato negro de su nieta.

-Y decían que los gatos negros son de mala suerte.- dijo riendo.- ahora tengo que llevarte con tu dueña y luego encargarme de este niño.

Llevó al gatito en brazos hasta los aposentos de su nieta y despidiéndose de ella hasta la siguiente visita de ella. Fue por Tristán en su carreta que llevaba llena de sus pertenencias y regalos de parte de su nieta. Tristán se quejó un poco cuando fue cargado por ella hasta su carreta.

-Tranquilo, ya no pueden hacerte daño, nos vamos a mi pueblo natal.