La Reina Sucia

El Rey sin entender miró alrededor y estaba Martha en un rincón llorando y temblando, vio el regalo sobre la mesa y se acercó. Al abrir la caja estaba la cabeza de Esmeralda junto a ella, había una nota que decía, "juro que te haré lo mismo, maldita engendro".

Verchiel dió la orden de sacar la caja de ahí y en seguida mandó reforzar el palacio de guardias.

—Mi amor por favor mírame, lo siento— decía Verchiel intentando disculparse.

Él se sentía culpable por haber subestimado a Ofelia.

—¡Mi mamá, mató a mi mamá, a mi mamá!.

Alba se levanta de la cama y sujeta por la ropa al Rey y le grita.

—Mi padre, busca a mi padre.

Verchiel la abrazó fuerte y la contuvo hasta que ella de tanto llorar desesperada se calmó y luego se durmió.

Cuando la vió descansar mandó a sus mejores tropas al Reino Blanco, ya no había tregua, la guerra estaba más que declarada.

En el palacio todos estaban consternados por la noticia, la guerra solo significaba dos cosas: muerte y sufrimiento, para todos.

Alba despertó y salió de su habitación, quería ella misma ir a buscar a su padre.

Verchiel que estaba reunido con otro grupo de guardias planificando estrategias, al verla salió corriendo tras ella y la sujetó del brazo y la atrajo hacia él abrazándola muy fuerte.

—Ven aquí, no dejaré que salgas sola a ninguna parte.

—Debo buscar a mi padre, él me necesita.

—En estos momentos mis tropas deben estar invadiendo el Reino Blanco.

—Ellos son fuertes, los veía entrenar, son muchos, tu tropa no podrá con los guardias del Reino Blanco, debes enviar más tropas.

—Mi Reina, está bien, enviaré más tropas, pero debes quedarte tranquila, por favor quédate en la habitación.

Alba lo miraba con gran dulzura pero a la vez con una gran tristeza que embargaba su corazón.

Esa noche dieron santa sepultura a los restos de Esmeralda ya que el resto del cuerpo lo había enviado envuelto en sacos.

En la madrugada se escuchan algunos caballos y al visualizarlos eran algunos caballeros malheridos.

En seguida Alba pidió compresas y agua hervida y comenzó a curarlos.

—Su majestad Ofelia está atacando con todo, nos hicieron una emboscada, pudimos libramos, pero la mayoria ha muerto.

—¿Pero lograron pasar al Reino?—interrogo Verchiel.

—No, ellos se ubicaron mucho antes y nos atacaron, tal vez vengan en dirección para acá mi Rey.

—Ella atacará el Reino, debes enviar a tu tropa por las fronteras, y que esperen a que ellos se acerquen solo así podrán defenderse—Comentó Alba.

Ella sabía cómo actuaba Ofelia y Amadeo le había dado algunas estrategias, el fue guerrero y uno muy bueno, se retiró cuando la edad ya no le permitió ser tan ágil.

—Algunos hombres ya están en la frontera, además es muy arriesgado enviar a más hombres por ahí cuando pueden atacar al palacio y no tendremos lo suficiente para pelear.

Alba hacía berrinche tratando de convencer al Rey, pero era muy terco y no quiso hacerle caso, para que Alba no lo siguiera molestando la mando con Martha a la habitación.

Ella no durmió en toda la noche, caminaba de lado a lado tratando de imaginar o deducir cuál sería el siguiente ataque de Ofelia.

Al día siguiente Alba junto con sus doncellas se encargaron de curar y alimentar a los heridos, el palacio parecía un hospital. El Rey seguía estudiando estrategias, más hombres heridos llegaban informando la situación, cada vez parecía que Ofelia iba ganando terreno, eran más los caballeros muertos y heridos que las buenas noticias, aún no se sabía nada Amadeo, pero Alba mantenía la esperanza de que Amadeo estuviera vivo.

Verchiel tomó una decisión difícil, era hora de salir y dar la cara por su Reino, así que se colocó su traje de guerrero y se reunió con las tropas.

Alba al terminar de curar a los heridos y ver que Verchiel llevaba su traje de guerrero se acercó a el.

—¿Irás con tus guerreros?—pregunto con los ojos cristalizados.

Verchiel respiró profundo y dijo.

—Es mi deber, mi amada, debo estar al frente de esta situación.

—Entonces iré contigo, yo también debo estar al frente.

—No, no, mi Reina debe quedarse y velar por la seguridad del palacio, además aquí estás más segura.

—Yo sé pelear, se usar la espada incluso mejor que cualquiera de tus caballeros.

Verchiel sonrió, no creyó lo que Alba le dijo, aún recordaba cómo la había golpeado Uri y ella no se defendió.

—¿Que clase de Rey sería, si pusiera en riesgo la vida de mi esposa?.

—Lo juro y cubriría tu espalda, juntos podríamos pelear por nuestro Reino.

—Lo harás, pero estando segura aquí, en el palacio. Además si algo me llega a pasar —Alba coloca su mano en los labios del Rey.

El la besa suavemente sujetándola y continúa diciendo.

—Me puede pasar algo, es algo inevitable, y tú serás mi sucesora, y la que debe tomar las riendas, si nos pasa algo a los dos, Ofelia ganaría y se quedaría con todo, ni siquiera vengarias la muerte de tu madre y no sabrías el paradero de tu padre.

Alba entendió todo y solo asintió y besó las manos del Rey dejando soltar algunas lágrimas.

—Por favor trae a mi padre, te lo suplico, no permitas que esa maldita mujer le haga daño.

—Lo prometo, mi amada.

Sellaron su despedida con un beso y un abrazo.

Verchiel se fue y Alba continuó con su trabajo, las mujeres del pueblo al enterarse que la Reina cuidaba de sus propios caballeros se ofrecieron de voluntarias para ayudarla.

Colocaron tiendas de campaña en el jardín hermoso rodeado de flores azules, había perdido el encanto con tantas cosas que habían colocado allí.

Los días pasaban y solo se sabían noticias por medio de los mensajeros que iban y venían.La Reina Alba estaba cada vez más preocupada, por su Rey, pero él siempre buscaba las maneras de comunicarse, enviando una nota con el mensajero.