El Presidente Enamorado... Una Historia De Amor, Secuestro Y Venganza.

John toma a Annie en sus brazos, es tan pequeña y liviana que pesa muy poco. En ese momento, Max se acerca a ellos preocupado

—John, por fin estás aquí... —al verla inconsciente siente una felicidad inexplicable, le hará sufrir en carne propia lo que hizo—Oh, pobrecita... ¿Esta bien? —pregunta fingiendo preocupación.

—No lo se, Max. Su pulso esta normal, solo fue la impresión, supongo.

—No es para menos, era su familia. Llevátela de aquí, me encargaré de ayudar a los vecinos a apagar el fuego.

—Gracias, Max. Se que siempre puedo contar contigo. Por favor, cuando tengas información sobre los cuerpos llamame. Quisiera darle cristiana sepultura. Llevaré a Annie a descansar —maldita niña, piensa Max, ahora bajo la protección del presidente va a ser más difícil acabar con ella.

John, con ella en brazos, se dirige hasta su auto. Allí la recuesta en la parte de atrás del vehículo para que pueda viajar cómoda hasta que recobre la consciencia.

Después de una hora de viaje, finalmente llegan al hotel, la toma nuevamente en brazos y sube a la habitación para recostarla sobre la cama. Durante unos momentos se queda a su lado observándola detenidamente. En sus 43 años de vida, ha conocido demasiadas mujeres, no es ningún santo, pero jamás una le había llamado tanto la atención como Annie, no solamente por su belleza, por esos ojos celestes impresionantes, si no por su personalidad, su calidez su empatia, una niña demasiado madura para su edad, una niña qué dejo de ser niña hace mucho tiempo. En ese momento puede ver como las lágrimas corren por las mejillas de Annie y John, delicadamente seca, cada una, con su dedo pulgar.

—Nadie va a volver a hacerte llorar, Annie, te lo juro —se lo promete, sin que ella pueda escucharlo.

Media hora después, recibe la llamada de Max, que aun se encontraba en la casa de Annie

—Dime Max... —exclama —¿Pudieron encontrar los cuerpos?

—No vas a poder creerlo. No se han encontrado cuerpos en el interior—contesta Max fingiendo alegría... Cuando en realidad siente tanta bronca, que quisiera matarlos a todos.

—Quiere decir que...

—Aún no lo sabemos... Por lo pronto están haciendo las investigaciones, quizás quedaron en cenizas.

—Esperemos que no sea así y estén sanos y salvos en algún lugar.

—¿Cómo esta la señorita? —pregunta, ya se está cansando de fingir preocupación por esa estúpida que arruinó todos sus planes.

—Esta bien, solo que no reacciona, eso es lo extraño. Max voy a cortar, avísame cuando sepas algo más —John se acerca a Annie, toma su pulso, esta en perfecto estado, pero realmente es extraño que no haya recobrado la consciencia. Preocupado decide llamar al doctor presidencial, que minutos más tarde se encuentra en el lugar, tomándole la presión, escuchando su corazón, que al parecer están en perfecto estado.

—Es muy extraño, John —exclama Robert, doctor y amigo del presidente —me dices que hace tres horas perdió la consciencia... ¿Puedes decirme que paso?

—Si, Robert. Paso algo terrible, llegamos a su casa justo cuando esta se estaba prendiendo fuego, con su familia adentro—le explica.

—Oh, por Dios, imagino el dolor que debe estar sintiendo, Pobrecita, al parecer es una niña.

—Si, lo es...

—¿Quién es ella, John?—pregunta por curiosidad, el presidente no es una persona que se muestre con una mujer tan fácilmente, atesora su vida privada.

—Rob... Esta niña es... Uno de mis secuestradores —le confiesa a su amigo.

—¿Qué? —contesta con otra pregunta muy sorprendido —¿Aun así estás ayudándola? Debes dejar de ser tan compasivo, John.

—Rob... Es una niña... Y ella arriesgó su vida para salvarme. Mataron a su familia por haberlo hecho—la defiende muy consternado, sintiéndose muy culpable por ello—de ahora en adelante defenderé y protegeré a Annie con todo el poder que tengo como presidente.

—John ¿estás escuchándote lo que dices? Es un delincuente.

—No se que la llevo a estar de acuerdo con el secuestro, pero no es un delincuente. Es una buena persona, con una vida muy difícil.

—No lo puedo creer... ¿Te has enamorado de ella?—pregunta sorprendido.

—¿Cómo Puedes creer eso? Es una niña... Tiene 21 años.

—No es una niña, es mayor de edad. Es una mujer. Ten mucho cuidado John, no permitas que, por tu buen corazón, terminen lastimándote.

—No te preocupes Rob, no volveré a ser tan tonto de salir sin protección, pero dime... ¿por qué no reacciona? Recuerdo que mientras estaba en cautiverio no se alimentaba bien ¿Podrá ser por eso? —pregunta preocupado.

—Le sacaré un poco de sangre para mandar a hacer unos análisis, pero por lo que me cuestas, creo suponer que esta en estado de shock.

—Puede ser... Fue demasiado traumático para ella—el doctor saca una pequeña jeringa e introduce la aguja en una de las venas del brazo de Annie y extrae la cantidad de sangre que necesita para luego ponerle una bandita.

—Mira John, por lo que puedo ver en el color de su sangre y su piel amarillenta es muy probable que tenga una anemia avanzada. Iré al laboratorio, en unas horas te envío los resultados.

—Gracias Rob, solo espero que se recupere.

—Llámame por cualquier cambio que ocurra...

Horas más tarde John recibe la llamada de Rob, para informarle los resultados de los análisis. Efectivamente, Annie sufre de una anemia muy Avanzada por lo que es recomendable su internación.

Después de ser aceptada en una de las clínicas más importantes del país, es ubicada en la habitación presidencial, donde es Canalizada por una enfermera para poder pasarle, por intravenosa, medicamentos y vitaminas para que se recupere rápidamente, aunque lo que sigue preocupando a ambos es que no recobre la consciencia.

—Han pasado más de diez horas, Rob, ¿Crees que despertara en algún momento? —pregunta preocupado.

—Lo hará John. Mañana haremos otros estudios.

—Gracias, amigo.

—¿Te quedarás aquí con ella? —pregunta sorprendido.

—Lo haré, no tiene a nadie. Solo por esta noche, mañana tengo demasiado trabajo que hacer. Dar una conferencia de prensa, será muy agotador.

—Luego pasa por mi oficina, te daré unas vitaminas, seguro has estado pasando necesidades.

—No te preocupes, Rob. Ella era la encargada de alimentarme y lo hizo muy bien, hasta preparo mi comida favorita —sonríe John, recordando el momento.

—Esta bien, John. Estoy de guardia, cualquier cosa que necesites, solo llámame.

Pero durante la noche, el estado de salud de Annie empezó a decaer, comenzó a levantar muchísima fiebre, por lo que Rob decide adelantar los estudios que tenía programados para el próximo día.

—Dime Rob ¿Qué sucede con ella? —pregunta preocupado.

—John... A nivel físico, además de la anemia, no tiene nada más—le comunica.

—Entonces ¿Qué pasa con ella? ¿Por qué no despierta? ¿Por qué tiene tanta fiebre?

—John... —le Explica el doctor—Esta muchacha esta en un estado de shock muy profundo, quizás despierte, quizás no, al parecer... Ha perdido las ganas de vivir.