Ella solo quería obtener el trabajo soñado, ser maestra titular del Colegio Internacional para señoritas, pero solo consiguió ser la suplente, pero no solo eso, nunca pensó tener que soportar a los padres, caprichosos y llenos de poder que harían que la despidieran.
El haría cualquiera cosa para complacer a su pequeña hija, incluso conseguir a su querida maestra.
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No sé de limites
Camhile
El otro día no nos acompañó en el desayuno, imagino la resaca que tendría que prefiero no desayunar con nosotras, sin embargo, cuando terminamos él apareció, aparentemente o no tenía resaca o disimulaba muy bien, porque le dijo a Ghinger que estaba trabajando.
— Buenos días Camhile — dice y me sorprende que me llame por mi nombre y no maestra.
— Bueno días…señor — dude pero delante de las niñas no lo llamaré por su nombre, no quiero confundirlas.
Aunque mi hija, Alison a veces le dice papi imitando a Ghinger, y él no la corrige, solo le hace algún gesto cariñoso.
— Gingher dice que no pueden hacer el picnic en el jardín porque aún no vienen por los muebles y la decoración de la cena — me mira — no le molesta, ¿que en el picnic de hoy las acompañe? — lo miro curioso.
— Esa son cosa de Ghinger — le digo.
— A ella no le molesta, ¿a usted si? — niego con la cabeza pero estoy sorprendida.
Anoche dijo cosas extrañas sobre si mismo y ahora está aquí demostrando algo distinto de ese hombre que dice que es — entonces salimos en una hora. Deje algo para usted en su cama, espero verlo en el picnic.
Dice eso y me sonríe al irse, mientras yo lo miro desconcertada. ¿Otro regalo?
Por curiosidad fui directo a mi habitación y ahí había una bolsa de una tienda, lo abro y era vestido estampado de flores.
¿Lo uso?
En una hora ya estaba en la sala mirando al jardín, las niñas juegan el el mobiliarios de la cena, aún estaba ahí.
— Le quedó muy bien — me susurra al oído..
Me sorprendió y me apartó al sentirlo muy cerca.
Sonríe
— Gracias, es bonito. Pero no haga más esto — digo y miro a las niñas.
— ¿Hacer que? — pregunta y él también las mira jugar y correr.
Suspiro.
— No tiene que darme nada señor Rossi, no es necesario — digo apenada. No debí ponermelo.
— Creí que quedamos en llamarme Franco cuando estamos solos — me recuerda.
— Si, pero están las niñas — lo escucho reír.
— Las niñas están allá — las señala — nosotros aquí, ellas están allá lejos de lo que le diré. Se ve realmente sexy en ese vestido Camhile — dice y me quedo paralizada con la cercanía de su boca a la mía y luego se separa de golpe. — ¡Niñas! ¡Vamos! — él grita y las llama, y yo aún no sé como reaccionar.
No lo sabía pero él había quedado con Ghinger de hacer un picnic en un parque cerca de la casa, fuimos en su auto, mi vestido se subió un poco al subirme en el puesto del copiloto y pude notar su mirada en mis piernas, lo baje y lo veo sonreír con picardía.
— Espero no haga mucha brisa — dice de repente mientras parquea el auto — no me imagino tener que controlar ese vestido.
Sonríe y se baja del auto. Veo que si había brisa, y fue estúpido venir en vestido a un parque.
Aunque la brisa no levantó mi vestido al sentarme sobre la manta, si fue un poco complicado hacerlo. Cuando lo logré lo miro sonreír gracioso.
— Que arte tienen las mujeres para que algo tan sencillo se vea tan sexy — dice y se sienta a mi lado apoyando su espalda de un árbol.
Miro a las niñas jugar con una pelota y se les acerca un niño que va acompañado de su perro.
— Mierda — lo escucho gruñir — ahora me tocará escuchar a mi manipuladora hija hablar de ese perro, hasta que le compré uno igual — resopla y sonrió.
— No tiene que darle todo lo que le pida, tiene que acostumbrarla a que hay cosas que no se pueden tener — él me mira y ríe.
— Conoce a Ghinger ¿no? — asiento — ¿sabe lo convincente que es?
— Lo sé, por eso se lo digo — la miro tocando al perro,escucho sus risa — pero usted es el padre. Póngale límites.
— Límites es algo que no existe en mi vocabulario, ¿como le enseño a mi hija algo que no yo sé?
— Siempre existen límites — aseguro.
— Ponerse límites es como creer que no se puede lograr o tener, algo que se desea mucho — dice serio.
— Dígame algo que quiera y seguro habrá algún límite para que usted no lo tenga — lo reto.
— ¿Quiere que le diga algo que desee mucho? — asiento.
— Seguro que habrá algún límite que no le permita tenerlo.
— Tu, Camhile. Te deseo a ti — dice y me quedo sin palabras. — Dime los límites que colocas para no tenerte, y yo te diré las razones que tengo para que veas que solo son excusas.
— No ..yo…no — me siento nerviosa, no sé qué decir y no entiendo porque la conversación de no tener una mascota a quererme a mi.
— ¿Ves? no sabes que decir,— responde y veo como se inclina hacia mí — ¿que es lo que no te permite estar conmigo cómo una mujer…— mi corazón enloquece, no lo miro en el momento que toma mi cabello y la pasa por detrás de mi oreja.
— ¿Ya te dije lo bien que te queda ese vestido? — susurro a mi oído
— Soy su empleada…es el límite que no se puede cruzar — digo y me levanto.
No puedo estar cerca de él. Voy donde las niñas. Pero el vestido se me sube un poco por la brisa y ahí lo miro sonreír, recostado del árbol. Desde lejos veo al otro Franco Rossi, el arrogante, el seductor, nada que ver con el que me mostró anoche mientras estaba ebrio.
Lo veo alejarse mientras toma una llamada en su celular, aprovecho y me vuelvo a sentar sobre la manta y las niñas vienen a comer algo.
— ¡Eso sí que no! — lo escucho decir con autoridad — ¡a lavarse las manos las dos ahora! — las guía hasta los baños y él las acompaña. Miro cómo usan los lavados que están afuera y mientras los miro no puedo evitar ver cómo se inclina hacia las niñas y con un pañuelo que saca del bolsillo les seca las manos.
Regresan, y Ghinger es la primera porque corre hacia mí, mientras Franco trae de la mano con pasas lentos a Alison.
Mi corazón se siente extraño, como si algo lo apretara en mi pecho. No quise verlo, me puse nerviosa y bote el jugo sobre mi falda y me levanté, él también lo hizo, mi falda casi se levanta, Franco se puso detrás de mí y la sostuvo con fuerza de mis caderas.
— Creo que es mejor no volver a traer ese vestido al parque, — dice muy cerca de mi, mientras aprieta sus manos a mis caderas — prefiero disfrutarlo a solas.
Su tono de voz erizo mi espina dorsal, mire a las niñas pero no notaron nada, solo comen sus sándwiches y hablan del perrito de su amigo que está a poca distancia de ahí. Me aleje y me volví a sentar.
.😂😂😂