LA VENGANZA DE LAS GEMELAS

...Danilo....

Sebastián fue a lavar su cara en el baño de invitados. Yo fuí detrás de el.

— ¿Porqué tenías que invitarla?. — Se supone que es un plan de amigos. ¿Qué tiene ella que hacer ahí.?

— No iba dejarla fuera. — Dijo el cómo si mi opinión no le importara en absoluto.

— ¿Sabes cuánto se va tardar maquillándose, peinandose y eligiendo atuendo?, vamos a llegas mañana. — Es una de las cosas que más odió de ella. Siempre que la invitaba a salir tardaba horas arreglándose. Y eso me molestan mucho.

— No seas exagerado. Mejor salté. Necesito lavar mi rostro.

— ¿Porqué nunca me dejas ver tu cara mojada?, ¿que ocultas?. — ¿Porqué se hará el misterioso.?

— Nada. Me gusta mi privacidad.

— Bueno. — Salí del baño. A los pocos minutos salió el.

— Ya estoy lista. — Irma ya nos estaba esperando. Creó que tardó más Sebastián qué ella. Lo raro es que ella no tenía una sola gota de maquillaje en el rostro. Se puso un pantalón de mezclilla y una sudadera de Sebastián. No sabía que se veía tan bonita al natural.

— ¿Vas a salir así?. — Creó que nos estaba jugando una broma. ¿Irma la modeló súper famosa saliendo en sudadera de hombre.?

— ¿Sebas me llevas así?. — Me restó importancia y sólo le importó la opinión de ella.

— Claro amor. Estás preciosa. — Se dieron un beso delante de mi y me hizo enojar.

— Entonces iré así. No perdamos más tiempo. Los bolos nos esperan. — Tomó la mano de Sebastián. Y hasta puedo decir que parecía entusiasmada.

.....

— Te daré una paliza. — Le dije entré broma a Sebastián.

— La última vez fuí yo quién te dió la paliza.

— Estaba borracho. — O al menos un poco.

— Mentiroso. — A ese hombre no le puedo mentir. Me conoce de años.

— La que les va dar una paliza soy yo. — Sebas y yo nos hechando a reír.

— ¿Tú?, por favor. No puedes ni sostener la pelota correctamente. — En una ocasión la llevé a los bolos y sólo hizo un lanzamiento, luego fue a sentarse porque se rompió una uña.

— ¿Quieres ver qué sí?. — Agarró una bola. Se posicionó en el carril y lanzó. Para mí sorpresa tiró todos los pinos.

— Fue suerte de principiante. — Dije con ironía.

— No soy principiante. He jugado esto desde hace mucho tiempo.

— ¿Y porqué fingias que no...?

— Sin interrogatorio. Ve a jugar. Estoy ansiosa por derrotarlos.

— Tal vez le ganes a Danilo pero a mí no. — Sebastián me estaba subestimando.

— Ya veremos.

Sebastián fue y tiró todos los pinos. Luego fuí yo y tiré todos. Irma pasó una vez más y de nuevo los tiró todos. Pasó Sebastián y dejo dos arriba. Pasé yo y los derribé todos.

Varias rondas después.

Irma nos llevaba ventaja, ya hasta tenía público animándole. Varias chicas y chicos le gritaban que nos destruyera. Y ella decía que sería un placer.

La última ronda era entré ella y yo. Sebastián había perdido.

— Tú suerte de principiante está por terminarse.

— Ya te dije que no soy una principiante. Soy veterana. — Sonrió. Nunca le había visto una sonrisa tan bonita. Algo en mi corazón se movió.

— Si claro. — Dejé de pensar tonterías y tomé la pelota, sólo quedó un pino arriba. — Supera eso. — Sabía que la victoria sería mia.

Irma tomó posición, lanzó la bola y los tiró todos.

— Parece que te superé. — Brincó de alegría y abrazó a Sebastián. Luego se besaron enfrente de todos.

— ¿Esa chica hermosa está saliendo con ése tipo?. — Uno de los chicos que estaba animando a Irma dijo esa frase mal intencionada. En otro momento defendería a Sebastián pero ahora por una razón no me desagrada escuchar esos comentarios.

— Pensé que su novio era el chico guapo. — Ahora habló una chica.

— Yo pensé lo mismo. Hace mejor pareja con el. — Ese comentario por alguna razón me llenó de satisfacción.

— Ganar hizo que me diera hambre. Vamos por algo de comer. — Irma sólo quería dejar de ser el centro de atención. Es raro en ella.

— Está bien. — Dijo Sebastián. Ambos ignoraron los malos comentarios.

Sebastián nos llevó a un lugar que no era para nada mi estilo.

— ¿Porqué nos trajiste aquí.? — Era un lugar espantoso.

— Si no te gusta puedes irte. — Habló Irma.

No iba a darle gusto así que me senté. Una mesera trajo la carta. Me dió entrada así que le seguí el juego. Quería ver si a Irma de verdad dejé de importarle.

— ¿Qué vas a pedir?

— Una hamburguesa, papas, una coca cola y de postre un tiramisú.

— ¿Te vas a comer todo eso.? — ¿Acaso lo va vomitar después.?

— ¿Qué tiene?

— No sé supone que debes cuidar tu figura.

— Hice mucho ejercicio hoy. Y tal vez en la noche haga más. — Qué descarada. ¿Me está diciendo que se acostará con mi amigo.?

— Tienes trabajo en pasarelas de Milán, ¿piensas llegar con kilos de más?

— No voy a llegar con kilos de más porque no voy a ir.

— ¿Cómo que no irás?

— Me estoy tomando un tiempo de ese trabajo. Ahora sólo quiero dedicarme a los diseños.

— No te reconozco.

— No creó que te importe mucho. — Eso sonó cómo un reclamo. Sabía que no he dejado de importarle.

Minutos después.

La mesera regresó con nuestra comida. Tal cómo pensé Irma dejó un poco de todo. Era imposible que se comiera todo eso.

— Te encanta desperdiciar.

— Quieres dejar de criticarme. Eres peor que los cibernautas.

— Si engordas dejaras de gustarles.

— A mi no me importa gustarle a personas que no conozco.

¿Desde cuándo?, si siempre ha sido una vanidosa de lo peor. Lo único que le preocupa es verde bien, tener millones de seguidores y ser la dueña de las pasarelas.