Desde niña, Zara soñaba con el día de su boda, creyendo que sería el comienzo de una vida feliz y plena. Pero en el mismo momento en que da el "sí, quiero" en el registro civil, sus sueños se hacen añicos cuando aparece la amante de su marido, embarazada y reclamando su lugar. Devastada, Zara anula el matrimonio y huye a un país lejano, donde comienza de nuevo su vida como esposa de alquiler, manteniendo una fachada de frialdad para proteger su corazón. Pero todo cambia cuando un nuevo cliente entra en su vida, desafiando sus reglas y despertando sentimientos que creía haber perdido para siempre. Ahora Zara debe decidir entre seguir su contrato o arriesgarlo todo por un amor inesperado.
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Capitulo 8
Zara Miller
Desperté con la suave luz del amanecer invadiendo la habitación. Parpadeé lentamente, sintiendo el calor agradable del cuerpo de Alexander a mi lado. Por un momento, permanecí inmóvil, permitiendo que mis sentidos despertaran gradualmente, mientras el silencio de la mañana envolvía el ambiente.
Me giré hacia un lado y lo vi todavía dormido. Alexander estaba acostado. Su rostro, suavemente iluminado por la luz dorada del sol que se filtraba por las rendijas de las cortinas, parecía aún más sereno que la noche anterior.
Mi respiración se detuvo por un instante mientras lo admiraba. Parecía una pintura viva, un cuadro que capturaba un momento perfecto de paz y belleza. Su cabello rubio brillaba bajo la luz del amanecer, y no pude evitar sonreír al notar lo increíblemente lindo que era incluso mientras dormía.
Sentí que mis mejillas se sonrojaban levemente. Había algo de increíblemente íntimo en observar a alguien dormir, especialmente cuando esa persona era Alexander. Tenía una presencia tan imponente, tan controlada, y verlo así, completamente relajado y vulnerable, me hacía sentir de alguna forma privilegiada. Era como si estuviera siendo testigo de un lado de él que pocos, o tal vez nadie, habían visto jamás.
Casi podía sentir el ritmo lento y constante de su respiración, y, por un momento, pensé en cómo sería si pudiera quedarme allí y tocar sus labios, permanecer en la cama solo observándolo, sin prisa, sin preocupaciones. Ese pensamiento me sorprendió. No solía permitirme momentos así, de entrega total a algo o a alguien. Pero allí, al lado de Alexander, todo parecía diferente.
Él era una mezcla de misterio y fascinación que me atraía de una manera que no podía explicar. Y ahora, al verlo así, tan iluminado por la suave luz de la mañana, no pude evitar sentirme aún más conectada a él, como si, de alguna manera, estuviera destinada a compartir algo más profundo.
Me acerqué un poco más, sin hacer ruido, casi como si temiera despertarlo. Mi corazón aceleró ligeramente, y sentí un calor agradable expandirse por mi pecho. La simple vista de él, tan tranquilo y sereno, era suficiente para hacerme olvidar, al menos temporalmente, todas las dudas que me habían atormentado la noche anterior.
Mirando a Alexander, sabía que aún había mucho que no comprendía sobre él, pero en ese momento, decidí que no dejaría que eso continuara, o podría enamorarme de mi esposo de alquiler.
Respiré hondo, absorbiendo la calma de ese momento, y sonreí para mí misma, sintiendo un raro tipo de felicidad, aquella que llega cuando el alma encuentra algo que, incluso en su simplicidad, parece ser exactamente lo que necesitamos.
Entonces, cerré los ojos nuevamente, disfrutando de los últimos instantes antes de que el día realmente comenzara, y me permití no sentir nada por él. Porque, por más que hubiera misterios por resolver, en ese momento, la única verdad que importaba era que estábamos allí, juntos, en el tranquilo silencio, y solo lo vería dos veces por semana, solo para dormir; solo tenía que evitar mirarlo por tanto tiempo.