La mujer con la que se iba a casar murió en el altar, pero Adiel Mohamed no podía superar es emomento, hasta que regresó a su pueblo, y unos ojos verdes los flecharon.
Se enamoró perdidamente de Kiara Salma, la sobrina del capataz de su hacienda, una chiquilla que su madre odiaba con toda el alma. Pero eso no impidió que Adiel la amara, y la convirtieran en su todo.
Lo único que logró apartarlo del lado de su amada, fue que era menor de edad, sobre todo, era su alumna, y estaba prohibida para él, en todos los sentidos.
Decidió marcharse, y regresar cuando ella fuera mayor de edad, pero antes de partir, la hizo suya, marcando la como suya, pensando en su regreso convertirla en su esposa. Pero cuando regresó, Kiara ya no estaba, ella había desaparecido. Y su padre habría muerto, lo que le dejó destrozado y desdichado por cinco años, hasta que la volvió a ver, con una niña en brazos, la cual supo inmediatamente que era su hija.
Pero resultaba que Kiara lo odiaba.
NovelToon tiene autorización de Miry - C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
No permitiré que te vayas.
POV DE ADIEL.
Me propongo dejar de lado mis niñerías y empezar a actuar como un hombre hecho y derecho. Para ello, me propongo crear una barrera en contra de Kiara. No puedo seguir así, esa niña ha despertado en mí nuevamente el deseo de amar. Es algo que va contra mi ética moral, no solo porque es mucho menor que yo, sino también porque me he convertido en su profesor.
«Cuando menciono lo de Leila no sé cómo lo hago, incluso yo me quedo sorprendido por decir esas palabras que hasta me duelen, pues se clavan como dagas afiladas en mi pecho, dejando un dolor arrasador que quema por dentro. Por un instante quiero girarla, apegarla a mi cuerpo y confesarle lo que estoy sintiendo, pero mi cerebro funciona más rápido que mi corazón, informándome que no es debido, que Kiara es una chiquilla y yo ya soy un hombre».
Agradezco infinitamente que hoy sea el último día de clases. Al menos por quince días no la veré, aunque sería imposible no verla si vive solo a unos metros de mi casa. Por ello, planifico irme a la playa con Leila. Necesito reforzar un amor de adolescencia y excluir uno prohibido.
Mi madre, la nana y mi padre salen a despedirme. Suspirando profundamente, paso por la cabaña donde vive mi querida cupidita.
Después de una hora de vuelo, Leila y yo llegamos al hotel. Entro al baño a darme una ducha y de pronto ella ingresa totalmente desnuda.
Aunque estoy cansado por haber manejado por largo rato, no la rechazo. Ahí mismo la hago mía por primera vez. Nunca había estado con ella, y para ser sincero, parece que no lo hubiera estado, ya que cuando le hago el sexo pienso en mi ex. Ni siquiera pienso en Kiara, eso sí que me convertiría en un depravado por estar pensando en niñas.
Después de una hora salimos a la playa, caminamos abrazados hasta llegar al bote, donde nos introducimos en el mar para disfrutar de todo tipo de criaturas marinas.
Me la paso súper bien, con decir que ni pienso en ella, y por la noche menos.
Al otro día nos vamos a un museo acuático, caminamos debajo del mar y parece que en cualquier momento esos vidrios se romperán.
Dos semanas paso viajando con Leila y no puedo negar que la pasamos bien. En las noches nos amamos y el día disfrutamos de lo maravilloso que es Miopía.
—No quisiera que se acabe —pronuncia susurrando a mi oído.
—No se acabará —le digo mientras acaricio su cuello.
—Adi, te quiero todas las noches a mi lado, eres el hombre que siempre soñé —dice y me quedo pensativo. Al poco rato salgo y me acuesto pensando en sus palabras, "quererme tener cada noche". Eso no va a pasar, para mí el matrimonio es algo sagrado. Un día llevé a una mujer al altar, la cual quería tener el resto de mi vida a mi lado, pero desgraciadamente murió. Desde aquel día no he pensado más que en esa triste escena, por eso no voy a las iglesias y no asisto a bodas. La memoria revive ese momento crítico de mi vida como si estuviera pasando justo en ese instante.
—¿Pasa algo, amor?
—No, nada, duerme —digo y le doy un beso, luego me giro frente a ella y cierro mis ojos.
Regresamos un día antes de clases. Después de bajar del helicóptero subo a mi auto que lo había dejado guardado. Manejo despacio porque quiero llegar de noche. Solo de pensar que mañana la volveré a ver me pone los pelos de punta. En todo el viaje no pensé en ella, pero apenas aterricé llegó su imagen a mi cabeza. Cuando paso por su cabaña, no puedo dejar de mirar su casa. Las luces están encendidas y siento unas ganas infinitas de parar e ingresar. En realidad, me estoy volviendo loco.
Soltando un suspiro continúo mi camino. Llego a casa, subo hasta mi habitación y me lanzo a la cama.
—¿Cómo te fue cariño? —Mi madre me aborda con preguntas y yo la ignoro.
—Escucha mamá, estoy cansado, mañana tengo clases y necesito dormir.
—¿No vas a merendar?
—No, Leila y yo comimos en el camino —explico y entiende, luego sale y me siento aliviado.
Al mañana siguiente despierto temprano, hago mi rutina de ejercicios, lavo mi cuerpo y cepillo mis dientes. Cuando está la comida lista bajo.
—Ahora sí me contarás con lujos de detalles lo que pasó en ese viaje —arqueo la ceja y miro a mi padre, mi madre continúa hablando—. ¿Le propusiste matrimonio? ¿Para cuándo eligieron la fecha de bodas? —Entrecierro mis ojos y ladeo la cabeza.
—Mamá, lamento decepcionarte, pero no me casaré con Leila. Apenas llevamos dos semanas y algo de novios y tú ya quieres que me case. Si no me quieres en tu casa, dímelo y me voy.
—¡Qué cosas dices! Tu presencia en casa es vital, no permitiré que te vayas. En caso de que se casen quiero que vivan aquí, sueño con ver correr a mis nietos por toda esta mansión.
Mi padre ríe y aprieta mi hombro. —Querido hijo, te lanzaste la soga al cuello, tu madre no descansará hasta verte casado con esa muchacha.
—Me casaré algún día, pero no estoy seguro de que sea con Leila —culmino mi comida y me levanto.
—¿Por qué dices eso? ¿Hay alguien más? —Pregunta mi madre y me detengo en seco. De espaldas a ella me quedo pensando. Por supuesto que hay alguien más, y me basta pasar por su casa para saber que ni un año de viaje con Leila me la sacaría del pecho. Suelto un suspiro y salgo del comedor, dejo a mi madre con la intriga, puesto que su pregunta me deja perplejo. Ni yo mismo quiero aceptar que hay alguien más y que ese alguien más es Kiara Salman. Mi cupidita se ha clavado en mi pecho y parece que se quedará ahí.