Project Universe: Explorers

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Las personas corrían en todas direcciones, los gritos se mezclaban con el estruendo de los muros derrumbándose. Los caballeros élficos luchaban con desesperación: espadas de acero cosmitan chocaban contra garras vampíricas, y los escudos de roca de almas crujían bajo cada impacto.

El coronel, con voz firme en medio del caos, alzó su espada dorada:

—¡Todos, a la vanguardia! ¡Debemos proteger el castillo! —exclamó, atravesando a un vampiro—. ¡La organización OMEGA ha decidido atacar este lugar sagrado… y pagarán por ello!

Una bruma espesa surgió del suelo, oscureciendo el aire. De ella emergió un vampiro de porte aristocrático, con ropas finas, bigote pulcro y un mandoble que vibraba de energía oscura.

—Coronel… será un placer acabar con usted —gruñó, mostrando los colmillos.

—Espero que pueda seguirme el ritmo… —respondió el elfo, mientras varios anillos en sus manos comenzaban a brillar como brasas elementales.

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Explosiones sacudieron la ciudadela. El suelo temblaba, y entre el polvo, los ciudadanos huían despavoridos.

—¡Mamá! ¿Dónde estás…? —Un niño buscaba entre lágrimas algún rostro conocido—. ¡Papá!

Un muro estalló y toneladas de piedra cayeron hacia él. Una silueta humana lo atrapó justo a tiempo, apartándolo del derrumbe.

El niño temblaba, mientras su salvador jadeaba.

—¿Estás bien? —preguntó Alex, con el pecho ardiendo.

—¿Eres… un caballero? —balbuceó el pequeño, incrédulo.

Alex negó con una sonrisa cansada.

—No… solo un tipo que no sabe qué demonios pasa aquí.

El niño soltó una risa nerviosa. Alex lo llevó hasta el bosque, donde varios elfos lo recibieron con sorpresa.

—Cuídenlo y busquen a sus padres —ordenó Alex, dándose la vuelta. Su pecho dolía, recordándole lo del laberinto—. Ese debió de ser el último… Ahora buscaré a Heart. ¡Aguas si aparece un vampiro!

Los elfos lo miraron, incrédulos: un simple humano corriendo de vuelta hacia la ciudadela, dispuesto a enfrentarse a la realeza vampírica.

En definitiva... No era el más listo de su casa...

—¡Heart! Evacué a todos en el sureste, ¿dónde están ustedes? —Alex presionó su intercomunicador.

—Writz y yo terminamos en el noreste, pero la situación es terrible… —respondió la voz metálica de Heart. Una explosión retumbó en la comunicación—. ¡Maldición, están por todas partes!

Antes de que Alex pudiera contestar, sombras densas emergieron frente a él.

—Mierda… hablamos después —murmuró, cortando la transmisión.

Tres vampiros surgieron de la bruma, con rostros deformados por el odio.

—Supongo que no están aquí para entregarse… —dijo Alex, riendo nervioso.

—Jamás había visto a un ser tan raro… —gruñó uno de cabello quebrado.

Los guantes de Alex exhalaron humo como el resuello de un toro antes de embestir.

—No soy raro… soy humano.

“En mi cabeza sonó mejor…” pensó.

¿¡Te pones a bromear ahora!?

El primero se lanzó contra él. Alex lo recibió con un golpe brutal que le giró la cabeza de manera grotesca. Usando ese cuerpo como escudo, disparó ráfagas de láser que atravesaron al segundo vampiro, disolviéndolo en humo.

—¡Pagarás por esto! —el primero enderezó su cabeza en un giro inhumano.

—¡Ah! ¡Pareces el Exorcista! —replicó Alex, disparándole en la frente. —Ufff… eso sí me dio cosa.

El tercero cayó sobre él por sorpresa. Alex forcejeó, evitando que los colmillos alcanzaran su cuello.

“Acabo de salir del Xereos… ¡No me pienso contagiar de vampiritis ahora!”

El vampiro lo dominaba poco a poco… hasta que un tridente lo atravesó. La criatura se disolvió en humo oscuro.

—¿¡Eh!? —Alex alzó la vista.

—¿Cansado, primor? —West sonreía, retirando su tridente. Le tendió la mano.

Alex la tomó, jadeando.

—Ah… gracias, West.

—¿Gracias? No, no… es hora de mi recompensa.

La súcubo lo besó de golpe. Alex se sonrojó, pero sus rodillas flaquearon al sentir cómo algo se drenaba de su cuerpo.

—¡¿Pero qué demonios…?! —se apartó, mareado.

—Mmm… tu dopamina es deliciosa —West sonrió coqueta.

Alex se rascó la cabeza, resignado.

—Solo… busquemos a los demás.

—Claro. Qer no está lejos.

“Este chico será mío… su dopamina me volverá invencible…” pensó West con malicia, mientras ambos avanzaban entre las ruinas.

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Heart y Writz habían acabado con un grupo de vampiros rezagados.

—Ese debió ser el último… —Heart regresó sus brazos metálicos a su forma normal, chasqueando los dedos.

—El castillo es su verdadero objetivo. Los que están aquí son solo una distracción —dijo Writz, con el ceño fruncido.

—Entonces llevemos la lucha allí… —replicó Heart.

Sus ojos se iluminaron en azul.

—¡Chicos, todos hacia la entrada del castillo! Sean cuidadosos.

La conexión terminó, sus ojos volvieron a la normalidad.

—No hay tiempo que perder, ¡vamos Writz!

—Que el viento esté a nuestro favor… —suspiró el elfo, antes de correr junto a ella.

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El choque de hojas resonaba como una balada de muerte. El coronel y el noble vampiro se enfrentaban en el centro del campo, rodeados de soldados y criaturas que chocaban entre sí como olas de un mar sangriento.

El anillo Terreok del coronel brilló: el suelo se abrió bajo el noble. Pero este clavó su mandoble en la pared de roca, impulsándose con bruma oscura para escapar del abismo.

—Nada mal, coronel… —dijo el vampiro con una sonrisa gélida.

El anillo Pyko se encendió; una lluvia de fuego estalló sobre el campo. Los caballeros elfos se cubrieron con sus escudos, mientras el noble esquivaba con reflejos sobrehumanos.

—Ya casi… —rió, confiado.

—¡Muere, escoria! —rugió el coronel, lanzando una enorme esfera de fuego.

El noble se elevó con un salto sobrenatural, esquivando la bola de fuego. Desde el aire, lanzó su mandoble con toda su fuerza. El coronel intentó levantar un muro de piedra con Terreok, pero el minecuantio atravesó la barrera como mantequilla, y con ella, su armadura dorada.

El coronel cayó al suelo, el brillo de sus anillos apagándose lentamente.

—Su majestad estará complacida con mi… —el vampiro se detuvo de golpe. Algo lo estrangulaba: enredaderas espinosas apretaban su cuello.

—¡Vas a pagar por matar al coronel! —gritó Writz, sus ojos encendidos de furia, sus manos temblando de rabia mientras el Terreok rugía en su interior.

El noble rió con desprecio.

“¿Un joven? ¿Quién se cree que…?”

Impulsado por su bruma, rompió las enredaderas. Pero no esperaba lo que lo aguardaba: un sable reluciente lo atravesó limpiamente.

—¿¡Qué…!? —el vampiro vio los ojos fríos de Heart antes de disolverse en humo oscuro.

La trampa había funcionado. Pero el costo estaba frente a ellos.

—¡Coronel! —Writz se arrodilló, tomó la mano sin vida del elfo y buscó un pulso inexistente—. ¡Carajo… llegamos muy tarde!

Golpeó el suelo, pateó un casco caído. Los soldados alrededor vieron la escena y algo ardió en sus corazones. El sacrificio del coronel encendió su furia.

—¡Por Alay! —rugió un caballero, y toda la formación gritó al unísono, redoblando fuerzas.

Writz apretó los dientes. Las enredaderas eternas surgieron por docenas, atrapando vampiros como serpientes de piedra y musgo. Heart desplegó sus brazos convertidos en sables, cortando sin piedad. Los caballeros élficos se inspiraban en su ejemplo, luchando con renovado valor.

El sacrificio del coronel había transformado la batalla en un grito de guerra.

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Heart lideraba la línea, sus brazos transformados en cuchillas que brillaban con cada corte. Los caballeros élficos empalaban a los enemigos con lanzas, resistiendo la marea oscura.

Writz, jadeando, regresó junto al cadáver del coronel. Miró sus anillos elementales, cerró los ojos un segundo y los tomó con reverencia.

—Con su permiso, coronel… Descanse. Que los Eleados lo guíen a la paz eterna.

Se levantó con furia renovada. Los anillos brillaron en su mano, y bolas de fuego salieron disparadas, cubriendo la retaguardia de Heart y los soldados.

Writz literalmente estaba... On Fire...

Pero un nuevo enjambre de vampiros cayó sobre ellos. Heart, intimidada, transformó sus brazos en blasters y disparó ráfagas incansables.

—¡Maldita sea…! —apretaba los dientes—. ¡No se detienen!

—¡Heart! —gritó Writz, temiendo lo peor.

Los vampiros estaban a punto de alcanzarla… cuando un gigantesco puño de agua los golpeó con violencia, lanzándolos por los aires.

—¡Ya llegué, perras! —la voz arrogante retumbó.

Entre vapor y salpicaduras, Esker apareció, sus brazos convertidos en torrentes líquidos. Heart, por primera vez, se alegró de oír su tono egocéntrico.

—¡Esker! —le dio un golpecito rápido en la espalda, aliviada.

El hydronido sonrió con suficiencia y arremetió contra la horda. Sus brazos se volvieron enormes mazos acuosos que aplastaban vampiros como muñecos. Los colmillos rebotaban inútiles en su cuerpo líquido.

—¡Sientan la furia del poderoso líder del equipo Heartless! —rugió, mientras los vampiros retrocedían bajo sus embestidas.

—Eres muy pretencioso, ¿sabes? —gruñó Heart, cortando a su lado.

—¿Y te quejas cuando acabo de salvarte? —rió Esker.

Detrás, un vampiro se escabullía en silencio. La bruma lo envolvía mientras apuntaba directo a la nuca de Writz, distraído conjurando fuego. Sus colmillos estaban a punto de hundirse…

Un disparo láser le voló la cabeza.

Épico...

—¿¡Qué demonios…!? —Writz giró, sobresaltado.

—¡Fíjate en tus alrededores, Writz! —gritó Alex, llegando junto a West y Qer. Las pistolas del humano aún humeaban.

West giró su tridente y saltó a la línea frontal con una sonrisa peligrosa.

—¡Cubriremos la línea principal! ¡Tú encárgate de la retaguardia!

Alex disparaba sin descanso, West arremetía como una fiera entre el humo, y Writz reforzaba con fuego y enredaderas. Desde el aire, Qer desplegó sus alas insectoides.

—Veamos… ¿qué tal un poco de ácido?

Abrió sus fauces y lanzó una masa gris y viscosa que cayó sobre un grupo de vampiros. Los gritos fueron horrendos: la carne se disolvía en segundos, los cuerpos se derrumbaban en humo y baba humeante.

Alex tragó saliva.

—Tomo nota… jamás me meteré con un Insecter…

—Ni yo… —susurró Writz, impactado.

La batalla parecía estar bajo control. Pero la aeronave de OMEGA seguía vomitando tropas sin descanso. La bruma oscura del portal en cubierta llenaba el cielo de sombras.

—¡¿Acaso hay una fábrica de vampiros ahí o qué!? —rugió Alex.

—¡No! ¡Tienen un portal a Monsterad en esa nave! —advirtió Writz.

Heart respiraba con dificultad.

—¡Así jamás ganaremos! ¡Necesitamos a alguien que suba ahí y destruya ese portal!

Qer miró hacia arriba, inseguro.

—Yo podría volar… pero no sé cuánto duraría ahí arriba.

Entonces, un sonido viscoso interrumpió todo: saltos pesados y pegajosos resonaron por el campo. Los vampiros palidecieron.

Oh... ¡Sí! Su peor pesadilla había vuelto...

—¡Un Slime…! —gritó un noble, retrocediendo a toda prisa—. ¡Mantengan la distancia!

Entre el humo, se arrastraba lentamente Glugoo. Sus ojos burbujeantes miraban sin prisa, mientras los vampiros retrocedían aterrados, algunos tropezando entre sí.

Llegó hasta Alex y Writz, que lo miraban con una mezcla de alivio y nerviosismo.

—Ja… creo que tengo una idea —murmuró Alex, activando su reloj de portales.

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No eran muchas las ocasiones en que Alex usaba el reloj de portales. La energía que consumía era brutal, pero ahora no había opción.

Qer lo cargaba con esfuerzo, sus alas de quitina zumbando mientras se alzaban hasta la altura de la imponente aeronave de OMEGA. Los cañones de la nave detectaron su presencia y dispararon ráfagas de láser. El aire se volvió fuego y estruendo.

—¡Acércate más! ¡Necesito apuntar bien! —gritó Alex, aferrándose.

—¡Claro! Como si fueras tú el que tuviera que volar bajo lluvia de cañones… —bufó Qer.

Los proyectiles los rozaban, dejando el aire caliente y vibrante. Al fin, Alex vio la plataforma: el portal hirviendo de bruma oscura.

Con toda su concentración, activó el reloj. Un resplandor verde abrió un portal justo en el punto.

Desde tierra, Glugoo miró el nuevo umbral frente a él. Sin prisa, dio un salto viscoso y lo atravesó.

Lo que siguió fue el caos: gritos de terror, vampiros huyendo de su propio portal, la máquina retorciéndose bajo el peso viscoso del Slime hasta explotar.

Glugoo volvió al suelo expandiéndose en una gigantesca cama gelatinosa.

—¡Bien! Ya me había cansado… —resopló Qer, agotado.

—¡Lo hicimos! …espera, ¿qué!? —Alex abrió los ojos de golpe al notar que Qer ya no podía sostenerse.

Ambos empezaron a caer en picada.

—¡No, no, no, ahhh! —chillaba Alex.

—¡Tranquilo, caeremos sobre Glugoo! —protestó Qer, batallando contra el viento.

—¡Pues avisa la próxima vez que te vas a lanzar! —gritó Alex, con lágrimas en los ojos.

¡Echen paja!

Cayeron de lleno sobre la masa viscosa del Slime, que los amortiguó como si fueran muñecos.

Al verlos a salvo, Heart respiró aliviada.

—¡Ataquen!

La caballería élfica cargó con renovada fuerza, junto al equipo Explorers y los Heartless. La batalla se tornó una carnicería: lanzas atravesando torsos, sables metálicos cercenando, puños de agua aplastando, ácido derritiendo cuerpos en chillidos inhumanos, el tridente de West girando como una guadaña, Alex golpeando con furia, Writz invocando muros de piedra y enredaderas, y Glugoo saltando sobre los enemigos, consumiéndolos en su viscosidad mortal.

Finalmente, el campo quedó en silencio. El humo se disipaba y los vampiros ya no eran más que cenizas y bruma.

Los exploradores, los Heartless y los caballeros élficos jadeaban, cubiertos de sangre y sudor. Un caballero alzó su lanza, gritando con todas sus fuerzas:

—¡Ganamos!

El grito se expandió como un eco liberador. Los elfos se abrazaban, los soldados reían incrédulos. Por un instante, la victoria era real.

Pero Heart no sonreía. Sus ojos seguían fijos en la nave de OMEGA, que se retiraba lentamente.

Un destello rojo iluminó el cielo.

—Tuercas… —murmuró. Luego gritó con voz de alarma—: ¡Prepárense! ¡Esto aún no ha terminado!

Una columna de energía carmesí cayó al suelo, abriéndose paso con violencia. Los guerreros retrocedieron, cubriéndose del impacto.

Alex, West y Glugoo miraban la energía con miedo. Writz, Qer, Heart y Esker temblaron, como si reconocieran que aquello era algo que superaba todo lo que habían visto.

Del humo rojizo emergió una risa femenina, fría y malévola.

—Ja, ja, ja… debo admitirlo. Ha sido un espectáculo entretenido.

Unos ojos escarlata brillaron en la penumbra. La silueta se volvió clara: piel blanca como porcelana, vestido oscuro con flores rojas, cabello níveo cayendo en ondas, una corona de hierro y labios curvados en una sonrisa cruel.

Avanzó un paso y el suelo se agrietó bajo sus pies, como si el mundo mismo no pudiera sostener su presencia.

—Pero ya se han interpuesto demasiado… agentes de ARMA.

Se inclinó con gracia, como si estuviera en una corte.

—Admírenme, porque soy su majestad. La primera princesa de Monsterad… Vez Vampcleir.

Los ojos escarlata se encendieron como brasas, y la risa volvió a recorrer el campo.

La nave de OMEGA abandonó el planeta, dejando claro que su misión había terminado. Pero para los Explorers, la verdadera pesadilla apenas había comenzado.

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