Plata

...EUDORA:...

— Eso es imposible, no luces como ellos, no eres un salvaje — Dije, negando a creer semejante cosa — Solo gruñen y dicen palabras extrañas...

— Yo recibí adoctrinamiento por años — Dijo, calmado, acercándose a mí.

— ¿Cómo pasó?

Me evaluó desde su altura, sus ojos eran iguales a los del salvaje, su piel era blanca por el clima helado.

— Cuando era niño vivía en una tribu de nómadas, recorríamos las montañas en busca de refugio y comida — Confesó en voz baja, con sus ojos plantados en mí — Todo era tranquilo dentro de lo cabe, peleamos con otras tribus por comida y por mantenernos, la mayoría luchaba para robar comida, pieles, mujeres, defender la tribu de otros salvajes era nuestra única preocupación.

— ¿Qué pasó después?

— Llegaron las expediciones, nos atacaron en plena noche, quemaron nuestras tiendas y mataron a todos — Dijo, con mirada tormentosa — Mi tribu fue exterminada, logré sobrevivir gracias a mi padre, quien luchó contra ellos, asesinando a algunos. Lo superaban en número así que no pudo hacer más, tuve que esconderme entre los cuerpos de mi gente cuando lo atraparon y ataron.

— Lo capturaron.

— Lo hicieron, pero no me quedé allí, seguí a los hombres sin que se dieran cuenta — Observó hacia las murallas — Me sorprendí al hallar estos muros, jamás había visto algo así.

— ¿No conocías la muralla?

— No olvidaré la primera vez que encontramos un hombre extraño, era un ser totalmente diferente y parecía débil, perdido, no tardó en morir en la nieve, estoy seguro de que también vino de estás muralla, así que cada cosa que no era normal para mí, fue un golpe de sorpresa y extrañeza.

No sabía que decir, me costaba comprenderlo.

Levi parecía tan civilizado, no creería esto de estar ante las evidencias.

— ¿Qué sucedió cuando llegaste aquí?

— Los ví guiar a mi padre adentro, por las puertas de hierro, pero al intentar acercarme, alguien me sostuvo de detrás y me atrapó — Confesó, sumergido en sus recuerdos — Mi única respuesta ante situaciones extrañas era atacar, intenté hacerlo, pero era un niño y no podía hacer mucho... Un hombre me llevó lejos, por una serie de cuevas que llegaban al mar y allí me subió a un bote... Era uno de ellos, hablaba cosas que no lograba entender en su momento, pero después supe lo que quería, decía que iba a hacerse rico al venderme y yo solo me quería zafar de las sogas con las que me había atado, gruñía desesperado mientras guiaba el bote hacia el mar, tenía provisiones y parecía preparado para viajar, remo y remo, hasta el mar.

— Así fue como saliste de Polemia.

— Sí, ese hombre me sacó para venderme, estuvo viajando día y noche, aunque yo me sentía tan débil con cada día, él seguía remando, se halló con un barco, pidió auxilio y nos subieron a la embarcación, no comprendía nada y me sentía cada vez más confundido, jamás había visto un barco, ni a tanta gente extraña, hablaban sin parar y me observaban, tenían conductas que yo no comprendía, actuaban tan ajeno, el hombre dió una explicación convincente de mi aspecto y terminé viajando en ese barco por tantos meses, al menos me dieron comida, pero solo podía gruñir si se me acercaban — Soltó una larga respiración — Fue peor cuando estuve en el puerto, todo era nuevo para mí, había más gente, aparatos raros, animales que nunca ví antes, comida extraña, paisajes inimaginables y ese hombre me llevó a un mercado donde me ofreció a cambio de piezas, tardó en convencer a la gente, nadie quería un niño sucio y salvaje, pero una dama de buena pinta sí se interesó.

Me sorprendí — ¿Lograron venderte?

— Esa dama era muy rica, ella me enseñó todo lo que sé, aunque batalló demasiado, ella se esmeró, era una viuda rica que no podía tener hijos y yo fui un tipo de consuelo para ella... Fui muy difícil aprender el nombre de cada cosa, a comer con tenedores, a entender aquel mundo civilizado, cuando quiso cortarme el cabello y vestirme con trajes incómodos fue lo peor, la rasguñé un par de veces — Parecía nostálgico al contarlo — Me divertía esa dama de ropas raras y peinado exótico, me hacía reír y eso la sacaba de sus casillas, lo que más me costó fue el idioma, la escritura y la lectura, las normas de ese mundo, muchas veces me metí en problemas por hacer las cosas como en mi tribu.

— Vaya, suena tan engorroso.

— Lo fue y más cuando pasé tanto años viviendo sin reglas, luchando por la comida, sin necesitar lujos y sin prohibiciones... La dama estaba por darse por vencida, pero en diez años más logré ser un poco normal.

— ¿Cuántos años tenías cuando te llevaron?

Tensó sus hombros.

— Ah, no lo sé, en mi tribu tampoco existía la edad, ni los números, solo símbolos para representar cosas.

— ¿No sabes tu edad exacta? — Me sorprendí.

— La verdad no, siempre digo que tengo veinte seis.

— ¿Y tú nombre?

— Me lo dió la dama, al igual que el apellido, Levi Abbot... Su nombre era Karla Abbot.

Me sorprendí.

— ¿Cuál era tu nombre antes de ser Levi?

— Merlla, pero no es un hombre, significa hijo.

Esto era increíble.

— Cuando crecí me uni a la hermandad de caballeros de Hilaria, allí aprendí cosas más profundas como el respeto a la vida, el honor y el defender al débil, servir a los reinos, entender el papel de los reyes para las naciones, poco a poco perdí mi naturaleza salvaje.

— ¿Qué sucedió con la dama?

— Ella murió.

— Es una pena.

— Todo lo que te acabo de confesar, se lo dije en su lecho de muerte.

Suspiré pesadamente.

— Tu padre tiene tatuajes como tú...

— Son las marcas que representan a todos los miembros de mi tribu... Desde jóvenes se tallan en nuestro cuerpo, el fuego y los símbolos son una señal para ser encontrados por los dioses de la tierra blanca cuando nuestras almas parten, están hechas para seguirnos hasta el más allá. En el caso de las marcas en mi miembro, esas son plegarias para lograr concebir hijos fuertes y sanos.

Me sonrojé ante lo último.

Levi sonrió.

— ¿Cómo las marcan? — Me sentí curiosa.

— Con una aguja fina hecha con piedra de plata, se va penetrando en la piel con tinta de una raíz especial.

— Suena doloroso — Hice un gesto.

— Lo es, pero las soporté solo para recibir la gracia de los dioses.

— ¿Y los aretes?

— Son para marcar a los hombres más fuerte, las argollas representan los números de bestias con las que se ha luchado y los aretes lo usan los curanderos y sabios, son para indicar que se ha aprendido algo y que se es sabio... Yo decidí usarlos para marcar las experiencias que viví.

— Te los quitaste porque podían reconocerlos — Dije, comprendiendo tantas cosas.

— Así es, si ven los tatuajes me descubrirán.

— Levi... Tenemos que rescatar a tu padre.

— Debe ser pronto.

— Las puertas tienen una cerradura especial, necesitaré la llave, el rey tiene una en su poder — Me aparté del árbol.

— ¿Vas a quitársela?

— Aprovecharé el encuentro de ésta noche para despojarlo de la llave — Dije y se tensó.

— Eudora, no te arriesgues, no quiero que...

— No te preocupes, no voy a permitir que me toque.

— Tendremos que huir rápido — Me tomó del brazo — Debemos armar una plan, Albert está dispuesto a ayudar.

— ¿Sabe qué eres un salvaje?

— No, pero por lo que he visto, no tiene ningún problema con eso.

— Bien, es suficiente — Suspiré.

Me observó y me pegó a él.

— Gracias por comprender y no juzgar lo que soy — Me abrazó y me quedé desconcertada.

— No tengo porque juzgar algo así.

— Después de como te traté...

— Olvídalo, eso no es importante ahora — Dije, apartando mi rostro de su pecho.

— Sí, es importante, tiene mucho que ver con lo que soy... Con mi verdadera naturaleza — Sostuvo mis mejillas.

— ¿Atar y azotar? — Arqueé las cejas.

— Necesito explicarte tantas cosas...

— Puede ser luego — Quise alejarme, pero me sostuvo.

— Lo veía de niño, en la tribu, lo que te hice hacer, caminar postrada a mi alrededor, dejarte azotar y atar, siempre lo ví... Así es como se trataba a las mujeres, eran penetradas sin que pudieran elegir, tenían que mostrar sumisión para que los machos pudiesen tomarlas.

Me quedé quieta, observándolo.

— ¿Lo veías?

— Sí, era lo que un hombre debía hacer para mostrar su dominante posición.

— ¿Por eso solo aceptas hacer las cosas a tu modo?

— Es lo que viví, entiende, en todos los aspectos me a costado aceptar cosas diferentes a como las conocía.

— Pero, lo hiciste, te adaptaste, eres diferente, aprendiste, tanto así que eres ayudante del rey, eres hábil e inteligente — Dije, suspirando — ¿Por qué al unirte a mí debe ser como en tu tribu?

— Siempre me generado placer domar y es debido a mi origen.

— Debes ver que hay tantas formas de darse placer, de unirse ¿Las mujeres de tu tribu sentían placer al ser tratadas así?

— No — Gruñó, sosteniendo mi rostro.

— En cambio tú te preocupaste por hacerme sentir cómoda.

— Porque estaba mal atar hembras y penetrar en ellas, lo acepto, en mi tribu había cosas crueles y malas — Dijo, sacudiendo su cabeza — Cuando no hay reglas, no hay conciencia, los malos actos son vistos como algo normal.

— Entiendo que es algo con lo que creciste... Y descuida, no voy a insistir en recibir algo que no puedes darme, que es diferente para ti...

— Tienes razón, cambié en otros aspectos y debo hacerlo al tratarte — Dijo, tocando mi cabello — Te lastimé y todo porque me aferré a esa parte de mi mundo, perdí mi identidad al ser adoctrinado y quise conservar algo, pero esto solo me satisface a mí, no puedo obligarte, no creciste como yo.

— No pensemos en eso ahora.

— Me gustó verte sobre mí, ver como te movías sobre mi dureza y disfrutabas.

Mi interior se agitó — A mí también me gustó.

Besó mi boca.

— Necesito más de ti — Dijo contra mi boca.

— Yo también, te necesito tanto, mi virtud es tuya ahora... Pero, se que no podré volver a ser tu felina — Confesé, un poco desanimada.

— Lo sé, pero puedo hacer las cosas un poco diferentes — Rodeó mi cintura — Dejaré que me enseñes esa forma que no conozco, que no me permití conocer.

— Aún así me gusta como me azotas...

Entornó una expresión hambrienta.

— Lo sé.

Me besó de forma hambrienta.

Abracé su cuerpo.

— ¿En tu tribu se besaban? — Pregunté, jadeando.

— No, esto lo aprendí en Hilaria.

— Y no quieres mis caricias — Protesté.

— Solo quería encajar y probar como sabía otra boca, me sorprendió mucho cuando ví a dos personas besándose.

— De hecho iba a reclamarte por intentar una experiencia nueva con el rey y a mí dejarme de lado — Le lancé una mirada fulminante.

— Con él tampoco me dejé tocar — Elevé una ceja.

— ¿En tu tribu había sodomía?

— No, era motivo de sacrificio.

Me sorprendí — Aún así fuiste en contra de tus principios para satisfacerte con él.

— Lo lamento, admito que no fui algo coherente, es que el hecho de que tú quisieras ser igual a mí... Hacer lo que yo hago... Mis reglas se estaban volteando en mi contra.

— Siempre me trataste como igual, no me molesté por ello, me gustaba luchar contigo, ser diferente en la intimidad no sería propio de mí.

— Debí tomarlo en cuenta.

Lo besé, poniéndome de puntillas.

Bajó su mano, rebuscando dentro de mi ropa.

Desató el cinturón y metió su mano dentro de mis pantalones.

Gemí con fuerza.

— ¿Te duele mucho?

— Sí, no fuiste muy delicado — Jadeé, aferrándome a su pecho.

— ¿Y tus pompis?

— Están algo rojas y ardientes.

Tocó con cuidado.

Gemí.

— Te dejaré descansar — Sacó su mano.

Casi suelto un gruñido.

Me besó.

— Luego, tenemos que concentrarnos en la misión, pero descuida, te tomaré todo lo que desees.

— Vaya, los amoríos abundan — Dijo alguien, detrás de nosotros — La sirvienta del sir retozando.

El príncipe estaba acercándose.

Maldición ¿Y si escuchó?

Levi se quedó a mi lado.

— Su alteza, las relaciones personales no son de interés de nadie.

— Mi padre estará muy decepcionado — Estrechó sus ojos.

¿Quién le hizo esa cicatriz?

Parecía un rasguño.

Tal vez fue Levi.

— Eudora no es de la propiedad del rey.

— A él no le agrada compartir.

— Yo no tengo nada con el rey — Dije, frunciendo el ceño.

— Él alega lo contrario, está ansioso por disfrutar de la perrita del sir.