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Debajo del Piso 32 – Un Romance Prohibido

Debajo del Piso 32 – Un Romance Prohibido

Status: Terminada
Genre:CEO / Romance / Yaoi / Secretario/a / Reencuentro / Romance de oficina / Grumpyxsunshine / Completas
Popularitas:56
Nilai: 5
nombre de autor: jooaojoga

Thiago Andrade luchó con uñas y dientes por un lugar en el mundo. A los 25 años, con las cicatrices del rechazo familiar y del prejuicio, finalmente consigue un puesto como asistente personal del CEO más temido de São Paulo: Gael Ferraz.
Gael, de 35 años, es frío, perfeccionista y lleva una vida que parece perfecta al lado de su novia y de una reputación intachable. Pero cuando Thiago entra en su rutina, su orden comienza a desmoronarse.
Entre miradas que arden, silencios que dicen más que las palabras y un deseo que ninguno de los dos se atreve a nombrar, nace una tensión peligrosa y arrebatadora.
Porque el amor —o lo que sea esto— no debería suceder. No allí. No debajo del piso 32.

NovelToon tiene autorización de jooaojoga para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 19

El lunes amaneció bochornoso, incluso con el cielo cubierto.

En Ferraz Tech, el ambiente era igual: pesado, silencioso y extraño.

Thiago se dio cuenta en el instante en que entró.

La recepcionista, siempre sonriente, evitaba la mirada.

Dos directores pasaron apresurados, cuchicheando.

Clarissa, normalmente concentrada, parecía demasiado inquieta, revisando su teléfono cada cinco minutos.

Algo andaba mal.

Pero lo peor estaba por venir.

A las 9 en punto, una reunión que el propio Gael había convocado... fue ignorada.

De los seis miembros del consejo, solo aparecieron dos.

Uno de ellos se fue después de quince minutos, alegando un "compromiso imprevisto".

Gael no dijo nada.

Pero sus hombros, tensos bajo el traje gris, lo decían todo.

Thiago observaba desde lejos.

Fingía trabajar.

Pero sus ojos se dirigían a la puerta de cristal de la oficina del CEO cada media hora.

Gael había cambiado.

Menos altivo. Menos rápido.

Más seco con todos... menos con él.

Pero su mirada estaba cansada.

Herida.

Y llena de algo que Thiago no sabía nombrar.

A la hora del almuerzo, Thiago se escondió en la cocina para comer rápido.

Esperaba no encontrarse con nadie. Pero el destino quiso lo contrario.

Gael entró.

Ambiente vacío. Solo ellos dos. El sonido distante de una cafetera goteando.

Thiago disimuló. Bajó la vista sobre el recipiente con arroz y pollo.

Pero Gael se acercó despacio, con un vaso de agua en las manos.

— ¿Todo el mundo salió a almorzar fuera? —preguntó, con un intento de ligereza que sonó falso.

— Parece que sí.

Gael se quedó de pie, al lado de la encimera.

No dijo nada durante unos segundos.

Hasta que suspiró.

— Me están podando por los bordes.

Thiago levantó los ojos.

Había angustia en su voz. Pero también... cansancio. Un cansancio de quien está perdiendo antes de entender la guerra.

— ¿Crees que es por la noticia? —Thiago arriesgó, con cuidado.

Gael vaciló.

— No es solo eso. Es más profundo. Más orquestado.

Pero nadie me dice nada. Nadie confronta. Solo... desaparecen.

Thiago guardó silencio.

Quería decir todo.

Quería abrazarlo.

Pero sabía: allí, cualquier gesto podía convertirse en munición.

Entonces, hizo lo que podía.

Se acercó despacio.

Sin tocar.

Solo quedándose cerca. Con el cuerpo. Con la presencia.

Y dijo, en voz baja:

— Si me necesitas... aunque nadie lo vea... estoy aquí.

Gael cerró los ojos por un instante.

Como quien contiene un llanto sin lágrima.

— Gracias —respondió—. Esto vale más que cualquier voto del consejo.

Aquella tarde, un correo electrónico sutil circuló entre los directores de Ferraz Tech.

Firmado por una figura influyente del sector jurídico.

Asunto: "Confidencialidad, gobernanza e imagen pública".

Sin mencionar nombres.

Sin atacar directamente.

Pero lo suficiente para corroer por dentro.

Y mientras el imperio comenzaba a agrietarse,

el único pilar sincero que le quedaba a Gael...

estaba allí, de pie, aunque escondido.

Aquella noche, Gael no quiso volver a casa.

La mansión le parecía demasiado fría.

Cada pared le recordaba a su madre, al apellido, al peso que ya no quería cargar.

Envió un mensaje corto.

"Necesito salir. ¿Puedes venir conmigo?"

Thiago respondió en segundos.

"Sí".

El apartamento de Gael era amplio, moderno, silencioso.

Tenía una vista de la ciudad que brillaba como un falso oro.

Pero por dentro, él parecía apagado.

Gael entró, dejó las llaves en la encimera y simplemente... se desplomó en el sofá.

Sin traje. Sin corbata. Sin armadura.

Thiago lo observó en silencio.

Vio el cansancio en sus hombros, el temblor leve en sus manos, la respiración descompasada.

Se acercó despacio.

Se arrodilló frente a él.

Y puso su mano sobre la rodilla de Gael.

— Eh... estoy aquí.

Gael lo miró.

Y en esa mirada... ya no había arrogancia.

Solo un hombre al límite.

Alguien que sostuvo el mundo durante demasiado tiempo, y ahora, ya no sabía cómo.

— Estoy perdiendo todo, Thiago.

— No. Te estás encontrando. Y eso asusta a los demás.

Gael apoyó la frente en la suya.

Cerró los ojos.

Inspiró despacio, como si intentara respirar la calma de Thiago.

— ¿Te quedas esta noche?

— Me quedo cuantas quieras.

No hubo prisa.

No hubo urgencia.

La primera vez entre ellos no fue lujuria, fue respiración.

Fue alivio.

Fue verdad.

Gael lo llevó a la habitación con las manos temblorosas.

Se quitó la camisa despacio, como quien ya no sabía si se le permitía ser tocado.

Y Thiago, con una ligereza casi sagrada, deshizo capa por capa de defensa, hasta que solo quedó piel y sentimiento.

Se besaron despacio.

Se miraron todo el tiempo.

El toque fue firme, pero respetuoso.

Se exploraron el uno al otro con cuidado, con sed, con hambre de algo más grande que el placer.

Gael, por primera vez, entregó el control con confianza,

pero asumió el cuerpo con presencia.

Era él quien guiaba los toques, las respiraciones, los gemidos ahogados en la almohada.

Pero todo en sintonía, nunca dominación.

Fue baile. Fue refugio. Fue liberación.

Y cuando los cuerpos finalmente descansaron, entrelazados bajo las sábanas calientes y el corazón acelerado, Gael no dijo nada.

Solo sujetó la mano de Thiago.

Fuerte.

Como quien no quería soltarla nunca más.

En la madrugada, antes de dormir, Thiago susurró:

— Gracias por confiar en mí.

Gael respondió con un beso leve en el hombro.

Y solo dijo:

— No sabía cómo era ser tocado con verdad... hasta ti.

Y por primera vez en semanas, Gael durmió.

En los brazos de alguien...

que lo veía por completo.

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