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Abril vuelve a casa después de tres años, obligada por la enfermedad de su madre.
Lo último que esperaba era reencontrarse con Elías, su padrastro, el hombre con quien compartió un amor prohibido que marcó su vida para siempre.
Mientras intentan convivir bajo el mismo techo sin caer de nuevo, viejos sentimientos comienzan a despertar, las miradas se hacen mas largas, mientras las distancias se acortan y los límites desaparecen.
Esta es una historia de pasión, culpa y decisiones difíciles....
Porque hay amores que no deberían existir… pero existen...
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Las sombras del pasado
-Capítulo 19-
Abril no había logrado conciliar el sueño en toda la noche. La carta, cuidadosamente escondida en uno de los libros de su estantería, seguía clavándose como una espina en su pecho. Las palabras escritas a mano, el tono amenazante y el conocimiento que revelaba la nota sobre su relación con Elías le provocaban un peso constante en el pecho. Necesitaba aire, silencio, y algo que la ayudara a pensar con claridad.
Salió temprano en la mañana, sin decirle a nadie, con una bufanda enrollada en el cuello y las manos en los bolsillos de su abrigo. Caminó sin rumbo por el pueblo, respirando el aire fresco de la mañana. El cielo estaba nublado y el viento húmedo le enrojecía las mejillas, tras dar varias vueltas, entró a una pequeña cafetería que le pareció acogedora, con aroma a pan recién horneado y canela.
Se sentó en una mesa junto a la vidriera, pidió un sándwich junto a una botella de agua, y se quedó observando el movimiento en la calle. De pronto, un fuerte dolor en el estómago la obligó a encorvarse sobre la mesa. No era normal, cerró los ojos, respiró hondo, su pedido no había llegado aún, y un sudor frío le cubrió la frente.
—¿Te encuentras bien, querida? —preguntó una voz suave y preocupada. Una mujer mayor, de cabello canoso perfectamente recogido, se acercó con una bandeja en la que traía una taza humeante—. Pareces un poco pálida, toma esto, es un té de manzanilla con jengibre…. Ayuda para los nervios… y para el estómago, mi hijo es el dueño de este local, así que es cortesía de la casa.
—Gracias… —murmuró Abril, algo abrumada por la amabilidad.
—Soy Inés Cordero —se presentó la mujer con una sonrisa bondadosa, sentándose frente a ella— ¿Y tú cómo te llamas, querida?
—Abril… Montenegro.
La mujer abrió los ojos con leve sorpresa y luego sonrió más cálidamente.
—¿Montenegro? ¿Eres hija de Clara? ¡Por el cielo! Claro que sí, recuerdo a tu madre, una joven encantadora, y tu padre, don Ernesto… un hombre muy correcto, muy respetado. Me acuerdo que solían venir juntos a las ferias del pueblo, tú eras muy pequeña, pero siempre te llevaban de la mano.
El nombre de su padre la sacudió como un eco lejano. Abril sonrió débilmente, aferrándose a la taza de té, recordó vagamente la mano grande y cálida de su padre, las risas de un paseo en bicicleta, una feria donde le había comprado una cinta para el cabello.
—Gracias por esto —dijo con sinceridad.
—No es nada, el Señor nos pone en el camino de los demás cuando más lo necesitan, y tú… pareces necesitar un poco de consuelo.
Abril bajó la mirada, no podía contarle todo, pero agradecía cada palabra.
Justo cuando terminaba su té, una figura familiar se acercó desde afuera y abrió la puerta del local. Era Luciano que sus ojos la buscaron con preocupación y, al verla, caminó rápido hasta su mesa.
—¿Estás bien? —le preguntó, inclinándose hacia ella.
—Sí… solo necesitaba salir un rato —respondió Abril, esbozando una sonrisa cansada.
—Luciano Vidal, ¿eres tú? —preguntó Inés, con sorpresa y una sonrisa cariñosa.
—Señora Inés, qué gusto verla ¿Cómo está?
—Bien, hijo, bien ¿Y tu madre? ¿Y Renzo?
—Mi madre está trabajando, como siempre, y Renzo con más energía que nunca…
Ambos rieron brevemente, Inés se levantó, posó una mano en el hombro de Abril.
—Cuídala, Luciano. A veces, las almas más fuertes también necesitan un refugio.
Luciano asintió, y cuando Inés se fue, recibió el sándwich junto a la botella de agua, lista para llevar, acompañó a Abril afuera, sin apurarla, sin presionarla, solo estando allí. Ella lo miró de reojo, agradecida, aunque su pecho seguía cargado de un peso que ni el té, ni los recuerdos, ni la amabilidad momentánea podían disipar.
Ese Elías es el esposo de la mamá???
¿Como están?
Espero que bien. 💕
Me gustaría saber que opinan sobre Gael y Joan ¿les agradan?