Héroes: Parte Uno

El día para empezar un nuevo curso en la Academia Técnica finalmente había llegado. Junior, ahora en décimo, se encontraba frente al portón de la entrada, igual que el año anterior. Eran las cinco y cuarenta de la mañana, y el portón se abriría como siempre a las cinco cincuenta. Aún medio dormido, sentía algo extraño en su cuerpo desde aquella última batalla en la que derrotó al señor Luz. No recordaba claramente cómo había terminado con él, y esa sensación de vacío le preocupaba, aunque prefería guardárselo.

Unos minutos después, Nicole y Ome llegaron junto a él.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Nicole, con un tono de preocupación.

—Bien —contestó Junior, tratando de sonar convincente.

—¿Seguro? Pareces… distraído —insistió Nicole.

—Sí, estoy bien —repitió Junior, esbozando una media sonrisa.

—Bueno, si él lo dice… —murmuró Ome, aunque parecía no estar convencido.

Junior sabía que no estaba bien del todo, pero no quería que Nicole se preocupara. No había mucho tiempo para reflexionar, porque en ese momento el portón se abrió de la misma manera que el año anterior, y una voz firme y mecánica resonó:

—Esperen en el portón.

Los estudiantes se alinearon, esperando escuchar sus nombres para entrar en los salones. Algunos estudiantes miraban a Junior con respeto y admiración, y eso lo ponía nervioso. No le gustaba llamar la atención, y temía que después del incidente con el señor Luz, esa admiración se convirtiera en algo que no pudiera controlar.

Pronto comenzaron a llamar a los estudiantes de noveno, que se dirigieron a sus aulas mientras el resto esperaba. Al cabo de unos minutos, el rector apareció y se dirigió a los estudiantes de décimo.

—Buenos días, jóvenes. A los que comienzan décimo, quiero darles la bienvenida. Están a solo dos años de completar su formación en la Academia, y quiero informarles de que a partir de este curso tendrán jornada continua. Los estudiantes de undécimo ya lo sabían, pero es una novedad para ustedes.

Junior frunció el ceño, sorprendido.

—¿Jornada continua? —murmuró, incrédulo.

El rector continuó:

—Este año, ustedes comenzarán a especializarse en diversas habilidades esenciales para la vida de un héroe. Estas especialidades incluyen tortura, infiltración e investigación, entre otras. Estos módulos son obligatorios y los verán por periodos. Serán entrenados en cada una de estas áreas para prepararlos adecuadamente. Ahora bien, en breve comenzaremos con la asignación de salones.

Tras esta revelación, el rector se retiró, y Junior y sus amigos intercambiaron miradas nerviosas y emocionadas. No sabían que en décimo tendrían ese tipo de entrenamiento, pero ahora entendían por qué solo los estudiantes de décimo y undécimo podían almorzar en la Academia. Emocionados y un poco ansiosos, esperaron a que llamaran a su grupo.

La lista comenzó por el curso de diez-uno. Todos esperaban ver los mismos grupos del año pasado, pero en ese momento surgió la primera sorpresa: hubo un cambio drástico en la asignación de estudiantes. Diez-uno se formó con estudiantes del antiguo curso de nueve-tres y nueve-dos, rompiendo la costumbre de mantener los grupos del año anterior. A medida que llamaban nombres, el desconcierto crecía entre los alumnos.

Cuando terminó el grupo de diez-uno, la sorpresa y las expectativas aumentaron, y los estudiantes se miraban entre sí con nerviosismo. Siguió el turno de diez-dos, que también incluyó una mezcla inesperada de estudiantes de nueve-tres y nueve-uno. En este grupo asignaron a Nicole, Ome, e Isabela, mientras Junior esperaba pacientemente su turno.

Finalmente, llegó la asignación de diez-tres, y Junior, como imaginaba, fue llamado. Estaba acompañado por Karoth y Daniela, lo que le hizo sentir algo de alivio, aunque el cambio en la dinámica de grupo seguía inquietándolo. Su nuevo salón estaba en el tercer piso, y cuando entraron, un hombre con aspecto serio y profesional les dio la bienvenida.

—Buenos días. Mi nombre es Camilo, y seré su asesor de grado. Soy el profesor de Investigación, y espero que aprendan mucho conmigo. Así que bienvenidos —anunció el profesor con voz firme.

Camilo era un hombre de estatura similar a la de Junior, de complexión fuerte, con barba bien cuidada y lentes que le daban un aspecto intelectual.

—Bien, chicos, vamos a empezar con una presentación. Quiero conocerlos mejor, así que, cuando estén listos, preséntense y díganme un poco sobre sus intereses y habilidades.

Los estudiantes se miraron entre sí, algunos ansiosos y otros emocionados por la novedad. Junior notó que, a pesar de las dudas que tenía al principio, el ambiente de décimo parecía más profesional y enfocado. Estaba a punto de iniciar un nuevo capítulo en su vida como héroe en formación.

El profesor Camilo comenzó las presentaciones con la fila junto a la ventana. Primero se presentó Karoth, luego Daniela, y así fueron pasando hasta llegar a la fila de Junior, que estaba al final.

Una chica de baja estatura, con cabello crespo y lentes, fue la primera en su fila.

—Hola, me llamo Valery Sofía, y mi poder es controlar los metales —dijo la chica con voz tímida.

—¿Eres repitente, verdad? —preguntó el profesor Camilo con curiosidad.

—Sí, señor —respondió Valery, bajando la mirada.

—Bien, puedes sentarte.

La siguiente era una chica de la estatura de Nicole, con un cabello de un vibrante color rojo.

—Hola, mi nombre es Sara Sofía Quintero, y tengo el poder de aliento congelante —dijo con seguridad.

Luego, le tocó el turno a un chico con gafas, de complexión robusta y cabello rizado.

—Hola, soy Juan Daniel Salazar, y puedo convertirme en cualquier animal —dijo con una sonrisa de orgullo.

Finalmente, llegó el turno de Junior, pero antes de que pudiera presentarse, el profesor Camilo lo interrumpió.

—Tú no necesitas presentarte, ya todos te conocen —dijo el profesor con una sonrisa comprensiva. Junior asintió, algo aliviado.

La presentación continuó con un chico alto, delgado, y con el cabello negro.

—Hola, soy Juan José Cruz, y puedo convertir mi cuerpo en cualquier material —dijo con seriedad.

El siguiente era un chico muy alto, también de cabello negro.

—Mi nombre es Nicolás Solano, y tengo el poder de volar —dijo con una voz tranquila.

Finalmente, llegó el turno de un joven de la misma estatura que Junior, de complexión atlética, con cabello negro y un arete en una oreja.

—Soy Thomas González, y mi poder es controlar la gravedad —dijo con un tono seguro.

—¿Eres repitente también? —preguntó el profesor Camilo.

—Sí, señor —respondió Thomas.

Una vez que todos se presentaron, el profesor Camilo tomó la palabra para explicarles lo que les esperaba en décimo.

—Escuchen bien, chicos. Décimo no es fácil. Para aprobar, necesitarán ser fuertes e inteligentes. Tendrán clases y entrenamientos intensivos durante todo el día. Aquí no se tolerarán errores: cada fallo será penalizado con una nota baja, y esas notas se acumulan. En mis clases, les aseguro que no será fácil. Y no piensen en faltar a las clases de la tarde, porque son fundamentales. ¿Está claro?

Todos asintieron en silencio, y algunos miraron a sus compañeros con preocupación. Era evidente que el desafío en décimo sería mucho más grande de lo que esperaban, pero estaban decididos a dar lo mejor de sí mismos.

Dos días después

Dos días después, comenzaron sus primeras clases de la tarde. Los martes y jueves tendrían jornada completa con especialidades específicas, y sabían que no podían faltar, ya que cada clase cubría temas nuevos y, al final del periodo, se evaluaría todo. Perder una especialidad implicaba perder el año.

Eran cinco especialidades: tortura, investigación, infiltración, combate y liderazgo, y las irían rotando por periodos. La primera que les tocó fue Investigación.

—Buenos días, chicos. Bienvenidos a la primera clase de investigación —anunció el profesor Camilo al entrar al aula.

—¡Buenos días! —respondieron todos al unísono.

El profesor asintió, satisfecho, y comenzó su lección.

—En el mundo de los héroes, la batalla no lo es todo. La investigación puede ser incluso más importante. Se usa para ayudar a los que luchan, localizar enemigos y encontrar puntos débiles. Sin ella, muchos héroes no sobrevivirían en el campo de batalla.

—¿Puntos débiles? —preguntó Junior, intrigado.

—Exacto. Los puntos débiles son las vulnerabilidades de los poderes —explicó el profesor Camilo—. A ver, por ejemplo, ¿cuál creen que es la debilidad de un poder de fuego?

—El agua —respondió Nicole de inmediato.

—Correcto. ¿Y los que tienen el poder de estirarse?

—Los nudos y los poderes de tierra —contestó Figueroa con seguridad.

—Bien. ¿Y los que tienen híper movilidad o súper velocidad? —preguntó el profesor, mirando al grupo.

—Que los atrapen —exclamó Salazar, sonriendo.

—Exacto. Conocer estos puntos débiles puede hacer la diferencia en una pelea. Y también puede ayudarnos a evitar nuestras propias debilidades —explicó el profesor.

La clase continuó con varios ejemplos prácticos, y los estudiantes escuchaban atentamente, impresionados por el valor de la investigación en el mundo heroico.

—A ver, chicos, piensen en esto. Si estuvieran en guerra, ¿qué es lo primero que necesitan averiguar sobre el enemigo? —preguntó Camilo, retándolos a pensar estratégicamente.

—Sus puntos débiles, sus fortalezas y los puntos de acceso —contestó Karoth, sintiendo que ya empezaba a entender la importancia de la clase.

—Exacto. La investigación no es solo observar; es una herramienta para entender y controlar la situación.

La clase continuó con ejercicios y debates, y para el final, los chicos estaban más conscientes de lo esencial que era la investigación en su formación como héroes.