Camino A La Venganza

Horacio se encontraba en la estación de policía, esposado. Frente a él, un oficial intentaba interrogarlo.

—No diré nada sin un abogado presente —se negó a hablar con firmeza.

—Muy bien, tiene derecho a una llamada —respondió el oficial con tono neutro.

Horacio intentó contactar a Eylin, pero la llamada no se conectó. No le quedó otra opción que llamar a la mansión de los Aguilar. Tal como sospechaba, ella se encontraba allí.

—¿Por qué hablas aquí? —preguntó Eylin, visiblemente nerviosa.

—Necesito un abogado. Tu querido Manuel llegó al lugar...

—¿¡Qué!? ¡Esto no puede ser! —gritó asustada—. Te mandaré un abogado, con la condición de que no me involucres.

Horacio aceptó a regañadientes. Ella ya le había entregado una fuerte suma de dinero para ejecutar el plan, además de prometerle más si mantenía el secreto.

—Más te vale que cumplas, Eylin.

Ella respiró hondo, creyéndose a salvo por ahora. Lo que no sabía era que la llamada estaba siendo monitoreada por la policía por órdenes de José.

La noche pasó lenta para Manuel y el padre de Regina. Ella seguía sumida en un sueño profundo. Estaban sentados en la sala de espera cuando el sonido de unos tacones resonó en el pasillo. Era Mariela, quien llevaba consigo tres vasos de café. Se los entregó a los hombres.

—Señor, ¿cómo se encuentra la señora Regina? —preguntó con respeto.

—No ha despertado. Según los médicos, está estable —respondió Manuel con voz ronca. Le dio un trago al café para despejarse un poco.

—¿Quién eres tú? —preguntó el padre de Regina, quien no la había visto antes.

—Soy la nueva asistente de la señora Regina —dijo, extendiendo la mano para saludar.

—No sabía que mi hija había contratado una asistente. Ella no necesita una —comentó, intrigado.

—La señora me contrató principalmente para ayudarle con los preparativos de su boda con el señor Carrasco —mintió con naturalidad.

Al escuchar eso, el padre se tranquilizó. Sabía que su hija, tan consentida como era, no tendría paciencia ni tiempo para organizar un evento de tal magnitud.

Gerardo se retiró para atender una llamada de su esposa, quien ya había aterrizado y se dirigía al hospital. Mariela aprovechó para entregarle una bolsa con dos objetos a Manuel.

—La señora sabía que algo así podría volver a ocurrir, así que tomó precauciones para no dejar escapar a nadie —explicó.

Manuel, al ver lo que contenía, se sorprendió por la inteligencia de su esposa. Aunque no pudo evitar que su vida estuviera en peligro... ¿o tal vez se arriesgó deliberadamente? La duda le molestó. Llamó a José, quien entregó la evidencia a las autoridades.

Mientras tanto, en la casa de los Aguilar, Eylin estaba de rodillas frente a Estela, quien lucía visiblemente molesta tras oír su confesión.

—¡¡Eres una tonta! ¡No tienes cerebro!! —gritó furiosa.

Eylin se sobaba las mejillas. Estela le había dado un par de bofetadas.

—¡Lo hice porque ella va a casarse! ¡Yo no seré la amante como tú!

Estela, al escuchar eso, le dio otros dos golpes.

—¡No quiero oír una sola palabra más llamándome “amante”! ¡O juro que yo misma te mato!

Su mirada era aterradora. Eylin temblaba de miedo. Sabía que su hermana cargaba con la muerte de Alicia… y del bebé no nacido.

—Lo siento, es que estoy nerviosa... —intentó calmarla.

—Lo dejaré pasar por esta vez —dijo Estela, saliendo de la habitación, decidida a encontrar una solución para su torpe hermana.

Tal y como Regina lo había planeado, la noticia del atentado se filtró al mediodía, gracias al experto en informática. Pronto se convirtió en la tendencia número uno en los medios digitales. Los titulares hablaban sobre cómo las familias adineradas intentaban encubrir los crímenes de sus hijos mimados para preservar su reputación.

En el comunicado, se incluyó un video donde se veía claramente a Eylin Aguilar y Horacio Cabello atacando a Regina en el baño. Otro clip mostraba al padre de Horacio intentando sobornar a las autoridades para que el asunto se manejara con discreción.

Ante la presión pública, las autoridades se vieron obligadas a emitir un comunicado oficial: se abriría una investigación justa e imparcial para ambos lados.