"Objetivo" Domar Al Ceo

La tensión en la oficina estaba palpable. Teo no podía dejar de pensar en lo que había sucedido esa mañana con Melanie. La manera en que ella había abierto un poco su corazón, solo para volver a cerrarlo rápidamente ante su propia vulnerabilidad, lo había dejado pensando. Algo había cambiado entre ellos, aunque ninguno de los dos estaba dispuesto a admitirlo, ni siquiera frente a sí mismos.

A lo largo del día, Teo trató de centrarse en su trabajo, pero sus pensamientos constantemente se desviaban hacia ella. La veía de vez en cuando desde su escritorio, siempre tan profesional, siempre tan inalcanzable. Pero él sabía que detrás de esa fachada había algo más. Algo que, aunque ella no quería que se viera, era evidente para él. Y eso lo frustraba. No podía evitar sentirse atraído por ella, no solo por su fuerza, sino también por esa fragilidad que intentaba ocultar.

Mientras tanto, Melanie estaba haciendo malabares con las tareas de la empresa. Reuniones, informes, llamadas, todo parecía estar siempre en su lista de prioridades, pero había algo que no la dejaba tranquila. A pesar de su fachada imparable, sentía una especie de vacío que solo se profundizaba cuanto más se alejaba de las personas a su alrededor. Y ahora, con Teo, las cosas parecían haberse complicado más.

Después de la reunión con los inversores, donde todo había salido más o menos bien, Teo decidió que ya no podía seguir actuando como si no le importara lo que estaba pasando entre él y Melanie. Sabía que había algo más ahí, y aunque ella no lo dijera, también lo sabía. Así que, en un arranque de valentía (o quizás por pura terquedad), decidió acercarse a ella. No podía seguir viviendo con la duda de si algo podía pasar entre ellos, pero tampoco estaba dispuesto a hacerlo si ella no quería.

Ese mismo día, después de que la oficina se vaciara poco a poco, Teo se levantó de su escritorio y caminó hacia el lugar donde Melanie estaba trabajando. Ella estaba sumida en su pantalla, concentrada en algo que parecía muy importante. Al principio, no pareció darse cuenta de su presencia, pero cuando Teo se acercó un poco más, levantó la vista, como si ya hubiera sabido que él se acercaba.

—¿Teo? ¿Qué haces aquí? —preguntó con su tono neutral, aunque su mirada mostraba una mezcla de sorpresa y curiosidad.

—Necesito hablar contigo —dijo él, con un tono que no dejaba lugar a dudas. Estaba decidido.

Melanie levantó una ceja, pero antes de que pudiera responder, Teo siguió hablando, casi como si hubiera estado preparándose para esto todo el día.

—Sé que algo está pasando contigo, Melanie. Y sé que no te gusta hablar de ello. Pero no puedo seguir fingiendo que no me doy cuenta. Si necesitas ayuda, si necesitas hablar, quiero que sepas que puedes contar conmigo —dijo, mirando fijamente sus ojos, buscando alguna señal de que, al menos, podía creer en sus palabras.

Melanie lo observó en silencio durante unos segundos. No esperaba esas palabras de él. No después de todo lo que había pasado entre ellos, no después de todas las veces que él había sido una molestia en su vida. Aun así, su sinceridad la sorprendió. A lo largo de los años, había aprendido a no esperar nada de nadie, pero Teo parecía estar rompiendo todas las reglas.

—No sé si puedo aceptar tu ayuda, Teo —respondió ella finalmente, suavizando su tono, pero sin perder esa distancia emocional que siempre había mantenido—. No se trata de eso. No es algo que se pueda resolver simplemente porque lo digas.

Teo se acercó un paso más. No estaba dispuesto a rendirse. Sabía que lo que él decía podía sonar sencillo, pero para alguien como Melanie, que había aprendido a ser autosuficiente, aceptar ayuda era casi una debilidad. Pero él no pensaba verla como alguien débil. Quería verla como lo que realmente era: una mujer fuerte, que, aunque no lo admitiera, también tenía derecho a ser cuidada.

—Sé que no es fácil. Pero no tienes que hacerlo todo sola. Todos necesitamos un descanso, Melanie. Incluso tú —dijo, con más suavidad que antes.

Ella bajó la mirada por un momento, como si estuviera pensando en sus palabras. La verdad era que no sabía qué hacer con esa oferta. Había construido tanto su vida alrededor de la idea de que no necesitaba a nadie, que la sola idea de depender de alguien, incluso un poco, la asustaba.

—Teo... no es que no quiera tu ayuda. Es solo que no estoy acostumbrada a pedirla —dijo, por fin bajando un poco la guardia.

El corazón de Teo dio un vuelco al escuchar sus palabras. No sabía qué esperar de ella, pero lo que acababa de decir tenía mucho más significado de lo que él pensaba. Melanie no solo estaba admitiendo que no todo estaba bien, sino que también estaba reconociendo su vulnerabilidad, algo que pocas veces dejaba ver.

—No tienes que pedirla —respondió, su tono más suave que nunca—. Solo tienes que saber que estoy aquí. Y eso no va a cambiar, aunque no te lo creas.

Por un momento, el silencio se apoderó de la habitación. Fue como si el tiempo se hubiera detenido. Melanie no sabía cómo reaccionar. Por un lado, sentía que debía alejarse, que no debía ceder a la tentación de ser vulnerable. Pero por otro lado, había algo en la sinceridad de Teo que la tocaba profundamente. No sabía si podía confiar en él, si podía dejarlo entrar en su vida, pero había algo en su forma de mirar, en su insistencia, que la hacía pensar que tal vez, solo tal vez, no estaría tan mal.

Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, la puerta de la oficina se abrió bruscamente, y la figura de Fernando apareció en el umbral, con su característica arrogancia. Los dos se separaron rápidamente, como si un rayo los hubiera alcanzado.

—¿Qué pasa aquí? —preguntó Fernando, mirando a ambos con una sonrisa que no alcanzaba a ser amigable.

Teo se giró hacia él, con una mirada desafiante, pero antes de que pudiera responder, Melanie intervino.

—Nada, Fernando —dijo con una calma que solo ella sabía imitar—. Estamos terminando de revisar algunos detalles. ¿Qué necesitas?

Fernando no parecía estar convencido, pero no insistió. Sabía que no era el momento ni el lugar para jugar sus juegos, así que simplemente asintió y dio un paso atrás.

—Bien, bien. Solo quería asegurarme de que todo esté listo para la reunión de mañana. No quiero sorpresas —dijo, lanzando una mirada a Teo antes de marcharse.

Teo lo observó salir y luego volvió a mirar a Melanie, quien ahora estaba claramente más tranquila, pero aún un tanto tensa. Él entendió lo que estaba pasando. Las paredes que había estado construyendo alrededor de sí misma estaban empezando a desmoronarse, y aunque ella no estaba lista para admitirlo, algo estaba cambiando entre ellos.

—Nos vemos mañana, Melanie —dijo Teo, ahora con una sonrisa ligera en su rostro, como si todo lo sucedido no hubiera sido tan serio.

Melanie asintió, aunque sus ojos seguían mostrando una mezcla de dudas y esperanza.

—Sí, nos vemos —respondió, pero había algo en su tono que dejaba claro que las cosas no se quedarían como antes.

A medida que Teo se alejaba, él no pudo evitar sentir que algo dentro de él había cambiado. Ya no veía a Melanie solo como una colega, una rival o una mujer distante. Ahora la veía como alguien más compleja, más humana. Y aunque aún quedaban muchas barreras que derribar, por primera vez, sentía que tal vez había una oportunidad para ellos.