"Ash, cometí un error y ahora estoy pagando el precio. Guiar a esa alma era una tarea insignificante, pero la llevé al lugar equivocado. Ahora estoy atrapada en este patético cuerpo humano, cumpliendo la misión de Satanás. Pero no me preocupa; una vez que termine, regresaré al infierno para continuar con mi grandiosa existencia de demonio.Tarea fácil para alguien como yo. Aquí no hay espacio para sentimientos, solo estrategias. Así es como opera Dahna." Inspirada en un kdrama. (la jueza del infierno)
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Noche maravillosa
Nicolás sostenía su copa de vino mientras revisaba el mensaje de su madre en el teléfono: "Habitación 66 😊". No pudo evitar negar con la cabeza al leerlo; era claro que su madre había orquestado otra de sus famosas encerronas para emparejarlo con alguna “dama ideal”. Terminó su copa de vino con un suspiro y salió rumbo al balcón, encendiendo un cigarrillo mientras esperaba a la misteriosa chica que su madre había elegido para él.
Abajo, en el centro del salón, Dahna se reía al ver cómo las tres amigas de Cassandra acosaban a Javier. El pobre hombre parecía completamente abrumado, esquivando los intentos de conversación de cada una y rodando los ojos cada vez que una se le acercaba. Su malestar era evidente, lo que hacía la escena aún más cómica. Un mesero se percató de la situación y de la risa incontenible de Dahna, quien miraba divertida desde un rincón con una copa en la mano.
—Es un idiota, solo tiene la cara bonita —comentó Dahna al mesero, como si lo conociera de toda la vida.
—Se nota —contestó el mesero, sonriendo también.
Dahna le hizo una seña para que se acercara.
—Ese idiota se cree la última Coca-Cola del desierto —explicó ella con sarcasmo—. Humilló a una chica encantadora, así que hoy le toca una “noche especial” rodeado de sus admiradoras.
—¿Eres tú quien orquestó esto? —preguntó el mesero, divertido.
—Puede ser… —Dahna se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.
—Es una obra maestra —admitió el mesero, dejándose llevar por la situación. Después de dejar su charola a un lado, tomó asiento junto a Dahna para disfrutar del “espectáculo”.
Cassandra, mientras tanto, había llegado a donde estaban sus amigas y Javier, con los brazos cruzados y un evidente disgusto.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó Cassandra, tratando de sonar despreocupada, aunque sus manos en la cintura revelaban lo contrario.
Javier suspiró, claramente agotado de las chicas alrededor de él, y justo cuando Cassandra intentó agarrarse de su brazo, él la esquivó con una expresión de fastidio que no podía disimular.
Dahna, que observaba toda la escena, no pudo evitar una carcajada ahogada, y el mesero junto a ella se unió a las risas.
—¡Díganme, tontas, cómo es que entraron! —demandó Cassandra, visiblemente molesta al notar que sus amigas parecían interesadas en Javier.
—¿Y a ti qué te importa, Cassandra? —respondió una de ellas, cruzándose de brazos.
—¡Sí, no eres la dueña de Javier! —secundó otra, desafiante.
—Te crees mucho solo porque tu padre es alguien importante, pero sin nosotras no eres nada en la universidad —se atrevió a decir la tercera.
Dahna y el mesero ahogaron sus risas mientras las chicas se rebelaban. Dahna le dio un codazo al mesero y le susurró:
—Es obra mía.
—Entonces, esta noche ya es épica. Deberíamos grabarlo —dijo el mesero, entusiasmado.
Dahna no se lo pensó dos veces. Sacó su teléfono y, con una mirada cómplice al mesero, comenzó a grabar.
—¡Mírenme! ¡Soy Cassandra Quintana, y ustedes no son nada sin mí! —soltó Cassandra, indignada, mientras las miraba con desprecio.
—¡Por favor! Javier ni siquiera te hace caso —replicó una de sus amigas con sarcasmo.
Javier, que ya no podía soportar más, les lanzó una mirada fulminante.
—¡Basta todas! Ninguna de ustedes me interesa, y no quiero ser “propiedad” de nadie. Cassandra, solo tienes tu apellido, y sin él, no eres nada. No eres inteligente, no eres graciosa… y ni siquiera eres tan bonita —Javier terminó su discurso con frialdad, tomando su chaqueta para retirarse. Al ver sus caras, agregó en un tono sarcástico—: Patéticas.
Dicho esto, se fue sin mirar atrás.
El rostro de Cassandra se tornó rojo de la furia, y sin pensarlo, giró hacia sus amigas.
—¡Esto es culpa de ustedes! —gritó Cassandra, señalándolas con ira.
Las chicas no se quedaron calladas, y comenzaron a discutir a gritos, insultándose mutuamente y recordándose viejas rencillas. Al poco tiempo, la situación se descontroló por completo y terminaron tirándose de los cabellos, con manotazos y empujones.
Dahna y el mesero casi lloraban de la risa, capturando todo con la cámara mientras la pelea se hacía cada vez más caótica. Al poco rato, un grupo de asistentes y personal del lugar llegó para separarlas, poniendo fin a la escena antes de que fuera aún más escandalosa.
—No pensé que esta fiesta sería tan divertida —comentó Dahna, riéndose con satisfacción mientras guardaba el teléfono.
—Ni yo. Esto ha sido legendario —admitió el mesero, contagiado de su entusiasmo.
Dahna tomó dos copas de una bandeja cercana y le ofreció una al chico.
—Brindemos por una noche maravillosa —dijo ella, alzando su copa con una sonrisa triunfante.
El mesero sonrió y chocó su copa con la de Dahna, compartiendo un trago en celebración. Sin embargo, un segundo mesero llegó con una expresión de alarma.
—Daniel, ¿qué haces? ¡Si el jefe te ve te va a despedir! —lo regañó.
El joven dejó su copa apresuradamente, tomando la charola con incomodidad.
—¿Quién eres tú? —preguntó Dahna al nuevo mesero, con una pizca de diversión en sus ojos.
—Disculpa por mi hermano —dijo el recién llegado, con un tono algo avergonzado—. Daniel a veces es un poco confianzudo.
—No me incomodó, en realidad me divirtió mucho —respondió Dahna sin perder la sonrisa. Sabía que era mejor retirarse antes de que la situación se complicara más.
—En fin, debo irme a una cita —dijo ella, despidiéndose de los hermanos y avanzando con una sonrisa segura.
Daniel observó embelesado cómo Dahna se alejaba, y su hermano, al notar su expresión, le dio un ligero golpe en la cabeza.
—Te he dicho que no te mezcles con los clientes. Esa chica es de familia importante, podrías meterte en problemas —le dijo con severidad.
—Sí, lo sé… —Daniel suspiró, mirando a Dahna desaparecer entre la multitud—. Pero es hermosa, parece un ángel.
Su hermano suspiró y le dio un golpecito de ánimo antes de volver a trabajar. Mientras tanto, Dahna sacó de su bolso el papelito que su padre le había dado con la dirección de la habitación. Al mirarlo, sonrió para sí.
—¿Qué dice aquí? Ah, la habitación 66 —murmuró, y sin pensarlo más, se dirigió a su próximo encuentro.