Alexandra nuestra protagonista tenía una vida tranquila al lado de su hermana y su mamá, pero el dia de la graduación de su hermana aparece después de tanto tiempo el ex novio de su ex mejor amiga, con una noticia inesperada, diciendole que su ex mejor amiga estaba desaparecida, esté le pide que le ayude a buscarla, pero lo que ella no sabe es que él guarda un secreto detrás.
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CAPÍTULO 19: CAÍDA LIBRE
Ls expresión suave en el rostro de mi padre pareció cambiar entre una mezcla de sorpresa y tristeza.
—Pero no te preocupes —intervine antes de que pudiera decir algo—. Ya estoy acostumbrada.
—Sí quieres puedes quedarte y comprar los libros que quieras —dijo, mientras me entregaba una tarjeta de crédito—. Compra todo lo que quieras y vuelve a casa cuando quieras.
—Padre... —pronuncié.
—Te dejaré al chofer y algunos de los escoltas —soltó—. Ahora me tengo que ir.
Mi padre se acercó a mí y me abrazó con fuerza, luego se alejó y beso mi frente.
—Gracias —expresé—. Muchas gracias, padre. Volveré temprano a casa.
Entonces mi padre se dio la vuelta para marcharse y me quede viéndolo hasta que desapareció entre las muchas personas que caminaban en dirección contraria.
La pregunta ahora es ¿qué haré después de comprar los libros? No sé como divertirme sola ¿sería conveniente llamar a Noah?. Saqué el celular de Noah de mi bolsillo y le marqué a su celular. No he podido devolverle su celular, ya que no lo he podido ver.
—¿Ese es el celular de Noah? —balbuceo, una voz conocida sobre mi hombro.
Me asusté, y sin querer, deje caer el celular.
—Oye ¿por qué te acercas a mí así? —grité— ¿Estás loco?
Richard se rio de mí.
—Ni siquiera te diste cuenta cuando me acerqué a ti —expresó, sus ojos en mis manos o mejor dicho en el celular de Noah—. ¿Qué haces con el celular de ese tipo?.
—Él me lo presto —expliqué, mientras lo recogía del piso—. ¿Y tú que haces aquí?
—Me encontré con tu padre en la salida —dijo, los dedos de su mano entre su cabello—. Me pidió que te acompañara.
—¿Qué? —grité—. Pero ¿por qué tú?
¿Por qué tenía que ser él? Ahora me voy a sentir incómoda. La última vez hice un escándalo en su apartamento.
—¿Te sientes incómoda con mi presencia? —preguntó, sus ojos en mí—. Estás demasiado nerviosa.
—Déjame —susurré—. Estás arruinando mis planes.
—¿Tenías planes? —preguntó en un susurró, inclinandose a mi altura y con un suave movimiento apartó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—. Yo también tenía planes.
Sus bellos ojos color miel se encontraron con los míos, su mirada profunda me atrapó como el sonido de la flauta del flautista de Hamelin. Me sentí como un ratón incapaz de resistirme a la melodía que resonaba en sus ojos. Aun asi, di un paso atrás.
—¿Qué haces? —exclamé—. Apártate, no te acerques así.
—¿Qué? Pero no hice nada malo —dijo, y se alejó de mí—. ¿Te puse nerviosa?.
—Sí —reconocí—. ¿Haces eso por qué sabes que eres guapo?.
Richard me miro sorprendido y luego se rio a carcajadas.
—¿Por qué te ríes? Te estás pareciendo a Noah —grité, entonces se detuvo.
—No me compares con ese tipo —dijo, su tono serio—, él es un mujeriego, por eso coquetea con cualquiera.
Mi corazón estaba acelerándose en aquel momento ¿qué me pasa? Igual sé que los chicos como él y Noah no son de fiar si se trata de amor. Dios protege mi corazón.
—No me importa —pronuncié—. Solo quiero divertirme un poco antes de ir a casa y tú eres un obstáculo. Por favor, vete.
Lo miré de reojo y me aleje unos cuantos pasos de él.
—¿Quieres divertirte con Noah y no conmigo? —expresó.
—Sí —dije, regresando mi mirada a él.
Richard no tardó en caminar rápidamente hacía mi, acortando la poca distancia que había creado.
—¿Quieres divertirte conmigo? —pronunció, mientras una sonrisa se formaba en su rostro.
—¿Divertirme contigo? —pronuncié, entonando cada sílaba—. ¿Por qué?
—Esta vez será diferente —dijo, con su mano en su barbilla—. ¿Te gustan las actividades extremas?.
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No tengo idea de como me convenció, pero este tipo tiene un poder de convencimiento enorme. Ahora aquí, junto a él, en una avioneta a punto de querer huir subiendo que ya no hay vuelta atras.
—¿No crees que es un buen clima para hacer paracaidismo? —comentó Richard, su sonrisa de oreja a oreja.
—Esto no es el tipo de diversión que quería —dije, con los nervios de punta, mirando el abismo desde la avioneta.
—No te preocupes —exclamó—. Tengo suficiente experiencia.
El viento azotaba mi rostro con fuerza mientras me aferraba al borde de la avioneta. Abajo, la tierra se extendía como un tapete verde, cada vez más pequeño. Mi corazón se aceleraba entre una mezcla de emoción y terror. Richard, en cambio, se veía tranquilo, para nada aterrado.
—¿Estás lista? —pregunto, su voz serena contrastando con el caos que sentía.
—No —grité—. Aún no estoy lista, aun tengo miedo.
—Eso es bueno —pronunció, tan sereno.
—¿De qué hablas? Sabes lo aterrada que estoy —dije—. Esta es mi primera vez.
—Yo estaré contigo no vas a lanzarte sola —mencionó—. Te aseguró que después de que estemos cayendo vas a sentir como si volaras.
—No pretendo ser un ave —susurré, más para mí.
Sin decir más cerré los ojos un instante y respiré profundamente. De repente, Richard y yo estábamos al borde del vacío. Con una última mirada a la tierra nos lanzamos.
La caída libre era como una pesadilla y un sueño a la vez. El viento me golpeaba con tal fuerza que sentía como si me desintegrara. El mundo se sentía como un borrón de colores, y mi cuerpo se sentía ingrávido. Grite, no de miedo, sino de emoción, de la pura adrenalina que me recorría. Estaba feliz, pero entonces pensé ¿qué si el paracaídas no abre?, no, no voy a pensar en eso y disfrutaré de esta sensación de libertad.
Richard, a mi lado, realizó una pirueta y hacia muecas de felicidad. Intente imitarlo, pero la adrenalina me impedía coordinar mis movimientos. Simplemente, me dejé llevar por la caída, disfrutando de la sensación de volar.
De repente, sentí un tirón y el viento cesó de un golpe. Habíamos abierto los paracaídas. El descenso ahora era suave y tranquilo. Miré hacia abajo y contemplé el paisaje que se extendía ante mí: campos verdes, lagos cristalinos y pequeñas casas que parecían juguetes. Una sensación de paz me inundó.
Al aterrizar, mis piernas temblaban, y sentía una mezcla de alivio y euforia. Richard me ayudó a levantarme y me estrechó en un abrazo que me sorprendió.
—Fue emocionante y divertido —exclamó, sus ojos brillantes de emoción—, ¿no lo crees?.
Sonreí, sin poder creer que haya vivido una experiencia tan intensa, y eso que creí que Noah era quién amaba estas cosas, pero veo que Richard no se queda atrás.
—Fue intenso —expresé, con una sonrisa.
—¿Quieres hacerlo otra vez? —preguntó.
—No —grité—. Es suficiente por hoy, ahora puedo ir a casa feliz.
Richard me miró y enseguida se rio de mí, pero en vez de enojarme o decirle algo me perdí en su risa, como aquella vez en la cafetería, tratando de recordar si era él, ese niño que corría hacía mi.
—La próxima vez te daré a elegir —pronunció, su voz suave resono entre mis pensamientos—. Y... ¿qué te gustaría hacer ahora?
Mis ojos clavados en él, encontraron algo familiar en cada una de sus expresiones y movimientos.
—Oye —pronuncié—. ¿Tú y yo, ya nos conocíamos antes? —pregunté, con detenimiento.
—¿Qué? —respondió, levantando su ceja.
—Quiero decir que tal vez nos conocimos de niños —aclaré—. Es que cuando sonríes... —me interrumpi.
Richard se había centrado en mi rostro como si buscará un parecido en ella.
—¿Qué haces? —exclamé.
—No lo sé —respondió—. Realmente conocí muchas niñas como tú cuando era niño, pero ¿por qué preguntas eso?
—Por nada olvídalo —dije, para no ir más allá—. Vamos por una bebida dulce.
Aunque tengo afán por recordar, sé que poco a poco voy a recuperar cada recuerdo que perdí de niña.
Continuará...