LA CAMA DE MI JEFE

—¿Cómo te sientes? —Adrik está sentado a mi lado.

—Estoy bien. ¿Y tú?

Mis ojos estaban clavados en la ventanilla, el enorme azul estaba justo debajo y las nubes hacían que este momento se sintiera como un sueño. ¡De vuelta en un avión!

—Estoy bien. Fue una buena idea haber venido. ¿Te gusto el fin de semana?

—Sí. Estuvo muy padrísimo. Ahora conozco Cancún gracias a ti.

—Es un placer para mí.

Sonrío para él. Saco mi celular para tomar algunas fotografías de la vista. Cierro los ojos.

Abro los ojos. Sus labios están encajados con mi boca y él sí tiene los ojos cerrados. ¿Qué está pasando? Mi corazón tiene su ritmo normal, pero mi cuerpo reacciona y mis manos están sobre sus brazos. ¿Esto era aceptable a mi alma? ¿De verdad iba a permitir que algo más sucediera entre nosotros?

Me armo de valor cuando reacciono ante el error. Lo aparto de mí.

—¡Esto no está bien! —Le digo con firmeza.

—Nam, yo sé que aún sientes algo por mí.

—¡No digas tonterías!

—¡Quédate conmigo!

—Tengo que irme.

—¿Me das tu número?

—No.

—¿Tienes miedo de que te llame para insistir?

—No te tengo miedo.

—¡Eres mío!

—Ya no soy de tu propiedad.

Mi celular vuelve a timbrar, es una llamada de Adrik.

—¡Vuelve a mí! No me dejes otra vez.

Y era extraño ver a Marco así. ¡Rogándome! Haciéndome sentir poderoso y culpable a la vez. ¡Esto no podía seguir así!

—Tú me dejaste ir. Hoy ya no te pertenezco.

Abro los ojos, vuelvo a la realidad y su voz...

—Ya llegamos Nam, tenemos que bajar del avión —Adrik sonríe ampliamente.

Siento que mi mente me acaba de traicionar y durante varios segundos, me siento desconectado de la realidad. ¿A donde habíamos llegado? ¿Por qué mi sueño se sintió muy real?

—¿A donde llegamos?

Su mirada me da mil años de vida y su sonrisa me hace sentir acogido.

—Estamos en Puebla. Es hora de ir a casa.

Y a su lado, siento que puedo disfrutar de la vida. Que aunque mi sueño me traiciono pensando en Marco, la realidad es buena onda al permitirme crear nuevos momentos con un hombre diferente al de mi pasado.

—Tengo sed.

—Toma, bebe un poco —me ofrece una botella de agua—. ¿Tienes hambre?

...🩶🩶🩶...

Me tumbo en mi cama y me estiro. Son las cinco de la tarde y me siento un poco agotado por el viaje. Agarro mi almohada y la abrazo con todas mis fuerzas. ¡Mi mente es una revolución! ¡Me besé con mi ex jefe!

Marco aparece en mi pensamiento y mis recuerdos de él me hacen sentir nostálgico.

Ellos me condujeron por un pasillo oscuro. Las ventanas estaban cerradas y al detenernos frente a esa puerta de madera, mi corazón se detuvo por algunos segundos. El hombre tocó la puerta.

—¡Adelante! —Escuché que decía alguien desde adentro.

El hombre que me había secuestrado, me tomo del hombro derecho y me dijo:

—Entra. Él te está esperando.

—¿Quién es?

—Mi jefe. ¡Tu jefe!

Abre la puerta con su mano y el aroma a tabaco me recibe con los brazos abiertos. El hombre me empuja y cierra la puerta. ¡Quiero salir de allí! Esta oscuro y tengo miedo. ¿Qué me va a pasar?

—¡Déjame salir! ¡Por favor! ¡Quiero irme de aquí! —Le suplicó mientras golpeo la puerta con mucha desesperación. Intento girar la perilla pero no funciona.

—¿A donde quieres ir? —Su voz me hace quedarme congelado.

La luz se enciende, el aroma a tabaco es muy fuerte y escucho que se acerca a mí.

—Quiero ir con mis padres —le digo con mucha fuerza. Le sigo dando la espalda y mi mano sigue aferrada a la perilla.

El sonido de sus zapatos al caminar, eso me hace estremecer cada vez que lo escucho acercarse más. De pronto, siento que me toca el hombro.

—¿Tienes miedo de mí?

—Yo…

—¿Por qué me das la espalda?

Trago saliva, mis manos tiemblan y lentamente, me armo de valor para poder verle la cara. ¡Es un hombre que parece chimenea! Una columna de humo sale de su boca.

—¿Quien eres tú? —Me animo a preguntarle.

—Soy Marco, tu jefe.

—Tú no eres mi jefe.

—Ahora lo seré, a partir de hoy me perteneces.

Comienza a examinarme con la mirada, su mano sube a mi rostro y siento que acaricia mirada mejilla. ¡Me siento nervioso cuando me toca así! Sus dedos llegan a mis labios y su caricia no me da miedo.

—¿Por qué estoy aquí?

Sonríe.

—¡Me gustas! Y por eso quiero tenerte.

Me sorprende mucho lo que me dice, sobre todo porque aún no soy capaz de entender que es lo que le gusta de mí.

—¿Te gusto?

—Desde la primera vez que te vi.

—¿Cuando me viste?

Vuelve a sonreír, su mano se aparta de mí y lentamente se inclina hasta que su rostro queda cerca de mí.

—Ahora te veo más de cerca y eres muy lindo. ¡No me equivoque en elegir!

Sus labios se plasman en mi boca y con el corazón latiendo a toda potencia, no entiendo nada de lo que está pasando. ¿Por qué me besa? ¿Por qué cierra sus ojos? ¿Por qué me está tocando así?

Mi mente está confusa, no puedo evitar tocarme los labios.

—¡Maldito Marco! No puedo creer que volvimos a vernos.

Y algo golpea mi ventana con todas sus fuerzas. Le doy mi atención, escucho unos chillidos tiernos y cuando estoy frente a la ventana, el minino me mira con ternura. ¿Un gatito? ¿Cómo llegó aquí? ¿Por qué está triste? Abro sin dudar y tomo al pequeño con mis manos. Me hinco en el suelo y lo pongo con cuidado allí.

—¿De donde eres? —Le pregunto al animalito como si este fuera capaz de responderme—. ¿Te perdiste?

Sus maullidos se transforman en un ronroneo sabroso, me gusta esta nueva sensación de escucharlo así y no puedo evitar sonreír.

—¿Tienes dueño?

No tiene placa ni collar, está un poco manchado de tierra y comienza a restregarse contra mis rodillas. ¡Él necesita cariño! ¿Y yo no?