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Nacido Para Reinar Destinado A Morir

Nacido Para Reinar Destinado A Morir

Status: Terminada
Genre:Completas / Batalla por el trono / Viaje a un mundo de fantasía / Reencarnación
Popularitas:3.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Gabrielcandelario

En un reino sumido en la incertidumbre, el inesperado fallecimiento del rey desata una sucesión al trono llena de intrigas y peligros. En medio de este caos, nace un príncipe, cuyo destino está marcado por la tragedia. Desde el momento de su nacimiento, el joven príncipe es reconocido como el legítimo heredero al trono. Criado en la sombra del poder, su vida transcurre entre los muros del palacio, donde aprende el arte de gobernar y se prepara para asumir el manto de la corona. Sin embargo, su destino está irremediablemente sellado. Una antigua profecía dicta que el nuevo rey deberá pagar un precio aún más alto: su propia vida. Cuando la amenaza se cierne sobre el reino, el príncipe se encuentra ante una disyuntiva inquietante: aceptar su inevitable muerte o luchar por la supervivencia de su pueblo. En una trama trepidante, que combina la alta fantasía con la intriga política, el príncipe se enfrenta a la encrucijada de su vida. Deberá tomar una decisión que determinará el futuro del reino y su propia existencia, enfrentándose a fuerzas oscuras, traidores y a su propio miedo a la muerte. "Nacido para Reinar, Destinado a Morir" es una épica historia de sacrificio, lealtad y el poder transformador del amor, que cautivará a los amantes de la ficción heroica y los relatos sobre el destino. ¿Qué le parece esta sinopsis? Espero haber capturado adecuadamente los elementos clave de la trama que ha planteado. Estoy abierto a cualquier comentario o sugerencia que quiera hacer.

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Justicia y Redención

Capítulo 19 - "Justicia y Redención"

Damián lo miró con gesto gélido, sin dejarse conmover por sus súplicas.

—Vuestro "deber" —espetó, con tono airado— ha consistido en traicionar la confianza de vuestro rey y asesinar a uno de vuestros propios nobles. Y por eso, seréis juzgados y condenados por traición.

Los mercenarios lo miraron con expresión aterrorizada, comprendiendo que el rey iba en serio.

—¡Pero, majestad! —exclamó uno de ellos, con tono desesperado—. ¿Acaso no podéis mostrarnos un poco de clemencia? ¡Nosotros solo somos hombres que cumplen con nuestro trabajo!

Damián lo miró con gesto inflexible, sin dejarse conmover por sus súplicas.

—La clemencia es un lujo que vosotros no os habéis ganado —respondió, con tono severo—. Habéis traicionado la confianza de vuestro rey y atentado contra la estabilidad de mi reino. Y por eso, seréis juzgados y castigados como traidores.

Lord Víctor, que había permanecido en silencio hasta entonces, intervino con tono respetuoso.

—Majestad, si me lo permitís, quizás sería prudente escuchar lo que estos hombres tienen que decir en su defensa —dijo, con cautela—. Tal vez haya una manera de llegar a un arreglo que evite tener que recurrir a la pena de muerte.

Damián lo miró con gesto frustrado, sintiendo cómo la ira lo consumía por dentro.

—¿Un arreglo, lord Víctor? —espetó, con tono airado—. ¿Acaso olvidáis que estos hombres conspiraron para asesinarme? ¡No puedo permitir que sigan amenazando la estabilidad de mi reino!

El anciano consejero lo miró con expresión serena, sin dejarse intimidar por su reacción.

—Lo entiendo, majestad —respondió, con tono calmado—. Pero tal vez una condena menos severa, como el destierro o la cadena perpetua, podría ser una alternativa más apropiada.

Damián lo miró con gesto dubitativo, consciente de que su consejero tenía un punto.

—Muy bien, lord Víctor —dijo, finalmente, con tono grave—. Permitiré que estos hombres se defiendan y que el Consejo decida su castigo. Pero os advierto que no toleraré más actos de traición en mi reino.

El anciano consejero asintió, con gesto solemne.

—Así se hará, majestad —respondió, antes de dirigirse a los mercenarios—. Bien, habéis oído a nuestro rey. Ahora es vuestro turno de exponer vuestros argumentos.

Uno de los hombres, el que había hablado antes, se adelantó con gesto temeroso.

—Señores —dijo, con tono suplicante—, nosotros solo somos hombres que cumplen con nuestro deber. Nuestro empleador nos contrató para eliminar a un traidor, y eso es lo que hicimos.

Otro de los mercenarios intervino, con tono desafiante.

—¿Y acaso no era un traidor ese noble? —espetó, con gesto airado—. ¡Él se había sometido a la autoridad de vuestro rey, y aun así conspiraba en su contra!

Damián lo miró con gesto severo, sin dejarse impresionar por su argumento.

—Eso no les da derecho a convertiros en asesinos —respondió, con tono cortante—. Vosotros habéis traicionado la confianza de vuestro rey y atentado contra la estabilidad de mi reino. Y por eso, seréis castigados.

Lord Víctor intervino, con tono sereno.

—Entiendo vuestra posición, caballeros —dijo, dirigiéndose a los mercenarios—. Pero debéis comprender que, en este reino, la justicia se imparte de acuerdo a las leyes, no a los designios de vuestros empleadores.

Uno de los hombres lo miró con gesto desesperado.

—Pero, señor —replicó, con tono implorante—, nosotros solo somos soldados de fortuna. ¿Acaso no podéis mostrarnos un poco de clemencia?

Damián lo miró con gesto inflexible, sin dejarse conmover por sus súplicas.

—La clemencia es un privilegio que se gana con la lealtad y la honradez —respondió, con tono severo—. Y vosotros, hombres, no habéis demostrado tener ninguna de esas virtudes.

En ese momento, la puerta de la sala del trono se abrió y entró Elisa, con gesto preocupado.

—Damián, hijo mío —dijo, acercándose a él con expresión consternada—, acabo de enterarme de lo sucedido. ¿Qué es lo que está ocurriendo aquí?

El joven rey la miró con gesto cansado, sintiendo cómo la tensión lo abrumaba.

—Madre —respondió, con tono grave—, estos hombres han sido acusados de traición y asesinato. Y estoy a punto de ordenar que sean juzgados y condenados por sus crímenes.

Elisa los miró con gesto serio, pero sin perder la compostura.

—Entiendo —dijo, con tono sereno—. Pero, tal vez, sería prudente escuchar lo que tienen que decir en su defensa antes de emitir un juicio final.

Damián la miró con gesto dubitativo, pero finalmente asintió, consciente de que su madre tenía razón.

—Muy bien, madre —respondió, con tono resignado—. Que estos hombres expongan sus argumentos. Pero os advierto que, si no logran convencerme de su inocencia, serán condenados por traición.

Elisa le dedicó una mirada tranquilizadora y se volvió hacia los mercenarios.

—Bien, caballeros —dijo, con tono sereno—. Ahora es vuestro turno de hablar. Exponed vuestros argumentos y veremos si podemos llegar a un acuerdo.

Uno de los hombres, el que había hablado antes, se adelantó con gesto temeroso.

—Majestad, reina Elisa —dijo, con tono suplicante—, os juramos que nosotros solo somos hombres que cumplen con nuestro deber. Nuestro empleador nos contrató para eliminar a un traidor, y eso es lo que hicimos.

Elisa lo miró con expresión grave, sin dejarse conmover por su argumento.

—Entiendo —respondió, con tono sereno—. Pero, dime, ¿cómo sabíais que ese noble era un traidor? ¿Acaso teníais pruebas de sus crímenes?

El hombre la miró con gesto dubitativo, sin saber bien cómo responder.

—Bueno, yo... —titubeó, con expresión incómoda—. Nuestro empleador nos aseguró que ese hombre conspiraba en contra del rey.

Elisa asintió, con gesto pensativo.

—Ya veo —dijo, con tono reflexivo—. Entonces, ¿no fuisteis vosotros mismos quienes verificasteis la veracidad de esas acusaciones? ¿Simplemente os limitasteis a cumplir las órdenes de vuestro empleador?

El mercenario la miró con gesto incómodo, sin saber bien cómo responder.

—Bueno, nosotros... —titubeó, con expresión abatida—. Supongo que confiamos en que nuestro empleador nos estaba diciendo la verdad.

Elisa lo miró con gesto severo, sin dejarse impresionar por su argumento.

—Eso me temo —respondió, con tono grave—. Caballeros, debéis comprender que, en este reino, la justicia no se basa en rumores o acusaciones sin fundamento. Nuestras leyes exigen que se presenten pruebas concretas antes de condenar a alguien por traición.

Otro de los mercenarios la miró con gesto desafiante.

—Pero, majestad —replicó, con tono airado—, ¿acaso no es evidente que ese noble había traicionado la confianza del rey? ¡Incluso vuestro propio hijo lo consideraba un traidor!

Elisa lo miró con gesto sereno, sin dejarse intimidar por su tono.

—Eso puede ser cierto —respondió, con tono calmado—. Pero, aun así, no podemos condenar a nadie sin darle la oportunidad de defenderse y presentar sus propios argumentos.

Damián, que había permanecido en silencio hasta entonces, intervino con gesto frustrado.

—Madre —dijo, con tono apesadumbrado—, entiendo vuestro punto de vista. Pero ¿cómo podemos estar seguros de que estos hombres no volverán a atentar contra la estabilidad de mi reino?

Elisa lo miró con expresión comprensiva, entendiendo su preocupación.

—Damián, hijo mío —respondió, con tono suave—, sé que esta situación es sumamente difícil. Pero no podemos dejarnos guiar por el miedo y la venganza. Debemos actuar con justicia y prudencia, para poder consolidar tu reino de manera duradera.

Lord Víctor, que había permanecido en silencio, intervino con tono respetuoso.

—Majestad, si me lo permitís, creo que la reina tiene razón —dijo, dirigiéndose a Damián—. Tal vez, en lugar de condenarlos a muerte, podríamos considerar una pena de exilio o de trabajos forzados. De esa manera, les daríamos una segunda oportunidad, pero sin ponerlos en condiciones de volver a amenazar la estabilidad de vuestro reino.

Damián lo miró con gesto dubitativo, sin estar del todo convencido.

—¿Una segunda oportunidad? —replicó, con tono incrédulo—. ¿Acaso olvidáis que estos hombres conspiraron para asesinarme?

Elisa se acercó a él y lo miró con expresión serena.

—Damián, entiendo tu preocupación —dijo, con tono conciliador—. Pero la clemencia y el perdón también son signos de fortaleza. Y si logramos que estos hombres reconozcan sus errores y se rediman, tal vez puedan llegar a ser leales servidores de la Corona.

El joven rey la miró con gesto dubitativo, pero finalmente asintió, consciente de que su madre tenía razón.

—Muy bien —dijo, con tono grave—. Que estos hombres sean condenados a trabajos forzados de por vida, lejos de Aetheria. Y que se les advierta que, si vuelven a conspirar en mi contra, serán ejecutados sin contemplaciones.

Lord Víctor asintió, con gesto solemne.

—Así se hará, majestad —respondió, antes de volverse hacia los mercenarios—. Bien, caballeros, habéis oído la sentencia de nuestro rey. A partir de ahora, vuestros días de soldados de fortuna han terminado. Seréis enviados a trabajar en las minas del norte, donde tendréis la oportunidad de redimir vuestros crímenes con el sudor de vuestro esfuerzo.

Los hombres lo miraron con expresión de horror, comprendiendo que no les quedaba más opción que aceptar su castigo.

—Pero, señor —replicó uno de ellos, con tono desesperado—, ¿acaso no podéis mostrarnos un poco más de clemencia? ¡Nosotros solo somos hombres que cumplimos con nuestro deber!

Lord Víctor lo miró con gesto severo, sin dejarse conmover por sus súplicas.

—Vuestro "deber" —espetó, con tono cortante— consistió en traicionar la confianza de vuestro rey y atentar contra la estabilidad de este reino. Y por eso, seréis castigados.

Elisa intervino entonces, con tono conciliador.

—Caballeros —dijo, dirigiéndose a los mercenarios—, os ruego que aceptéis vuestra condena con dignidad. Tenéis la oportunidad de redimir vuestros errores y de convertiros en hombres de bien. No desperdiciéis esta oportunidad.

Uno de los hombres la miró con gesto dubitativo, pero finalmente asintió, con expresión resignada.

—Muy bien, majestad —respondió, con tono derrotado—. Aceptaremos nuestro castigo.

Los demás lo imitaron, comprendiendo que no les quedaba más opción que obedecer.

Una vez que los mercenarios fueron escoltados fuera de la sala del trono, Damián se volvió hacia Elisa y lord Víctor, con gesto cansado.

—Madre, lord Víctor —dijo, con tono grave—, espero que hayáis hecho lo correcto. No puedo permitir que esos hombres sigan representando una amenaza para mi reino.

Elisa lo miró con expresión serena, sin dejarse intimidar por su preocupación.

—Confía en nosotros, Damián —respondió, con tono firme—. Nos aseguraremos de que esos hombres cumplan su condena y que no vuelvan a representar un peligro para ti o para nuestro reino.

Lord Víctor asintió, con gesto solemne.

—Así es, majestad —dijo, con tono respetuoso—. Vigilaremos de cerca a esos condenados y me encargaré personalmente de que no vuelvan a conspirar en vuestra contra.

Damián los miró a ambos, sintiendo cómo poco a poco la tensión abandonaba su cuerpo.

—Muy bien —respondió, con tono más relajado—. Confío en que toméis las medidas necesarias para garantizar la seguridad de mi reino.

En los días siguientes, la noticia del juicio y la condena de los mercenarios se extendió rápidamente por todo Aetheria, generando reacciones encontradas entre la población. Algunos aplaudían la firmeza y la justicia del rey, mientras que otros criticaban su "exceso de clemencia" hacia los traidores.

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Lía Thiago
Ay no, esto me recuerda ciertas negociaciones políticas donde las partes toman ventaja para traicionar.
Gabriel: ¡Me voy a reír!. Gracias por leer mi historia. Si hay faltas autografica me disculpo y también me disculpo por los párrafos repetidos.
total 1 replies
Lía Thiago
🤣🤣🤣 Pensé igual🤣🤣
Lía Thiago
Ese es el precio de la guerra, al menos es un rey valiente.
Milcaris
Difícil y muchas muertes pero se ganó y ahora debería reinar la paz..
Milcaris
Que lastima, cuántas muertes por no llegar a acuerdos.
Lía Thiago
Ya salió el peine.
Lía Thiago
¿Será qué Victor no es lo que parece?
Lía Thiago: estamos igual 🤣🤣🤣
Milcaris: Estoy confundida, primero dude de él y lo creí en contra del rey. Ahora estoy pensando que si está ayudando.
total 2 replies
Lía Thiago
Este bicho como que está alborotando a los señores feudales.😡
Lía Thiago
Victor es un rastrero 😡
Lía Thiago
No soy yo y ya estoy molesta🤣🤣🤣
Lía Thiago
Eso es de sabios.
Lía Thiago
Estaría alejado de las cuestiones políticas, pero tiene mucha agudeza al observar, eso le será beneficioso.
Lía Thiago
Excelente, atrapa desde un inicio, además del uso de un lenguaje culto y redacción impecable, Seguido a partir de este momento. Exitos 🌹
Milcaris: Pocas veces encontramos historia de hombres en esta app. Es una novela muy buena y como dices vale la pena seguir y apoyar, más cuando son escritores que están comenzando y su trabajo es bueno.
total 1 replies
Lacarvel
Mano dura y con eso aprenden las minorías 👌🏼
Lacarvel
ellos merman pero los rebeldes también
Lacarvel
eso pasó esta vez perooo en las demás provincias no será así por qué ya vieron hasta donde llegas.
Lacarvel
Ya era hora que pusiera mano dura
Lía Thiago: siiii una mezcla del tuyo con el de la uruguaya 🤣🤣🤣🤣
Milcaris: 🤣🤣🤣solo un poco 🤏🏻🤏🏻🤏🏻
total 3 replies
Milcaris
Damian con punto a favor. La guerra no se gana en una sola batalla.
Milcaris
Damian debería hablar con uno de ellos, quizás las órdenes del Rey para su pueblo no fueron llevadas a cabo y ahora la rebeldía.
Milcaris: Vale la pena apoyar a quien hace un buen trabajo.
Gabriel: Gracias por leer mi historia. “Si encuentras capitulo repetidos, me disculpo de ante mano”. Te quiero mucho
total 2 replies
Milcaris
Victor es definitivamente la piedra de tranca. Sabía que algo así iba a ocurrir.
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