Mariano Márquez es un empresario, que fué tan profundamente herido, que desde ese momento, murió en su vida todo el romanticismo y la fé en el amor.
Yaimara Maceo es una joven modelo con un carácter indomable, que no cree en la fidelidad masculina, ni está dispuesta a darse la oportunidad de tener sentimientos románticos.
Él tiene treinta y un años, ella veintidós.
Él es venezolano, ella es cubana.
Él huele rico y está bueno, ella tiene una belleza exhuberante.
Él las quiere para un rato, ella no los toma en serio.
Dos migrantes de distintas culturas en Italia, una atracción que surgirá desde el primer momento en que sus miradas se crucen.
¿Quién será el primero en caer?, ¿Le costará a Yaimara conquistar a Mariano o será ella la primera en lanzarse a sus brazos?.
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Capítulo 18 LIBERÁNDOSE DE EQUIPAJE
LIBORIO
Miro mi reloj, aún faltan unas tres horas para buscar a Yaimara, estoy impaciente por llevarla a cenar esta noche, suena mi teléfono celular y me emociono como un giovanotto (jovencito), respondo sin mirar la pantalla.
—Pronto (hola)— digo tratando de parecer casual, esperando escuchar la melodiosa voz caribeña, pero mi sangre se hiela.
—papà aiutami, mi hanno drogato (papá ayúdame me drogaron)— fue todo lo que escuché antes de desesperarme.
—Dove sei? (¿Dónde estás?)— le pregunto a mi hija, sin conseguir respuesta, hasta que la llamada se corta.
De inmediato llamo a su madre, mientras salgo a toda prisa de la casa, necesito saber dónde buscarla, Fío me dice que salió a la universidad y ya debió haber regresado, me invade la angustia, la desesperación que siento es peor que el dolor de cabeza que se ha intensificado.
—Dove sei ora? (¿dónde estás en este momento?)— le pregunto, sé que percibe mi preocupación.
—A casa, cosa succede con Renata? (En casa ¿qué pasa con Renata?)— cuestiona del otro lado de la línea, manejo en dirección a ella, sé que se ha puesto nerviosa, su voz me dice que ha empezado a llorar y si hay algo que nunca he soportado son sus lágrimas.
Aparco el vehículo frente a su residencia, Fiorella corre a mi encuentro y se refugia en mis brazos, a la vez que me pregunta con insistencia qué pasa.
Le explico de la llamada que me hizo, salimos juntos hasta la universidad, trato de controlar mi angustia para darle fuerzas, su cuerpo tiembla y sus manos están frías.
Vamos directamente a hablar con el decano, con ayuda de otros alumnos, recorremos toda la facultad, la única pista que obtenemos es que estaba en la cafetería, de pronto salió dejando sus libros sobre la mesa y detrás de ella salieron dos chicos, luego la muchacha que la acompañaba volvió solamente por el bolso y no regresaron.
Las autoridades de la universidad llamaron a la seguridad del campus y a la policía, cada minuto que pasa nuestra angustia es mayor, no sabemos qué pueden estar haciéndole a mi hija en este momento.
YAIMARA
Son las tres de la tarde y Mariano me llama por cuarta vez, para saber si estoy bien; finalmente no pudo evitar preguntar por Liborio, le comenté que me regañó por perder los documentos y no decirle, pero que los encontraron, además de que debo ir con él a una cena con una persona interesada en mi trabajo de modelo.
Cuelgo la llamada recibiendo la promesa de llegar antes de que salga, para asegurarse de que me encuentro bien.
Ya estoy casi lista, tocan la puerta del apartamento, consulto la hora y apenas son las siete menos cuarto,
—Estás hermosa, pero aún es temprano para tu cita— me dice rozando mi mejilla con una de las flores y dejándome un beso en los labios.
MARIANO
Estoy tratando de ponerme al día con todo lo referente a la fábrica, debo reconocer que Gianni Vitti tenía todo muy bien organizado y hasta el momento no me he encontrado con percances.
—Aló— digo al responder la llamada entrante en mi teléfono y del otro lado escucho la sonora carcajada de mi hermana.
—Ni que pasen cien años vas a dejar de responder como en Venezuela— dice sin dejar de reír —¿Te gustó mi sorpresa?— pregunta y no entiendo de lo que habla.
—¿Cuál sorpresa?, no entiendo, ¿el apartamento?— inquiero tratando de adivinar.
—No cariño, la vecina de tu apartamento — me contesta y ahora caigo en cuenta de que, el hecho que Yaimara y yo viviéramos en el mismo edificio, no fue ninguna casualidad.
—No sé lo que hiciste pero gracias— le respondo en verdad agradecido.
—Una pregunta cabezón, ¿Ya desechaste el anillo que compraste para la perra?— me pregunta e instintivamente llevo la mano a la cadena que cuelga de mi pecho —NI SE TE OCURRA COLGAR— grita adivinando mis intenciones.
—Majo tengo mucho trabajo— digo tratando de cortar el tema.
—¡Trabajo un burro Mariano José!, me cuelgas y voy hasta allá nada más para caerte a coñazos (golpearte)— amenaza alzando la voz y prefiero escucharla porque sé de lo que es capaz.
—No, no le he votado porque es un recordatorio de que no debo volver a ser un idiota— le contesto molesto —Ya tienes tu respuesta ¿feliz?.
—No, no estoy feliz porque ese es un recordatorio de que eres un imbécil que la está dando importancia a quien no la tiene, mientras sigas estancado en eso, lo único que demuestras es que ella es más importante que el resto del mundo; entiendo que la gente se estanque en un amor bonito, pero tú decidiste quedarte en el fango donde esa mujer te dejó.— habla sin pausar y es ella quien me cuelga la llamada.
Arranco con rabia la cadena de mi cuello, miro el anillo que sostengo en la mano, recuerdo todos los esfuerzos que tuve que hacer para comprarlo, la ilusión al mostrarlo y cómo quedó en mi mano en medio de la humillación.
Tomo mi saco y salgo a la calle, camino hasta mi vehículo, conduzco sin rumbo pensando en las palabras de mi hermana y sin darme cuenta llego al parque de Villa Borghese.
Estaciono y bajo a caminar un poco hasta que me siento debajo de un árbol, aún con el anillo empuñado en la mano, de pronto veo caminar a una muchacha llorando, tomándose su pequeño vientre con ambas manos y como hablándole a su bebé.
—Vi posso aiutare? (Puedo ayudarte?)— fue inevitable acercarme y ella niega con la cabeza, mientras trata de secar sus lágrimas con la manga de su blusa.
—Grazie, ma nessuno può aiutarmi. Sono incinta e il mio ragazzo mi ha buttata fuori quando l'ha scoperto —(Gracias, pero nadie puede ayudarme. Estoy embarazada y mi novio me echó cuando se enteró)— me dice y las lágrimas vuelven a fluir de sus ojos —Mi ha detto che non avrei mai avuto un figlio con una domestica e che avrei dovuto abortire (Me dijo que nunca tendría un hijo con una sirvienta y que debía abortar).
Mi corazón se conmovió y recordé a Beatrice, pero también comprendí el proverbio persa que reza: "lloré porque no tenía zapatos hasta que vi a un hombre que no tenía pies".
—hai dove passare la notte? (¿Tienes algún lugar para pasar la noche?)—ella me responde afirmando con la cabeza.
—Devo lasciare Roma, non voglio che mi trovi e mi costringa ad uccidere il mio bambino (debo irme de Roma, no quiero que me encuentre y me oblique a matar a mi bebé)— responde angustiada, así debió sentirse Alma, esas son las madres más valiosas que existen.
Me decido a ayudarla, le entrego la cadena con el anillo, que al menos sirva para algo útil.
—Prendilo, vendilo e compra quello che ti serve, ti aiuterò io (Tómalo, véndelo y compra lo que necesites, voy a ayudarte)— le digo, la llevo hasta la dirección que me indicó y sigo mi rumbo como quien dice, libre de equipaje.
Tomo la ruta a mi edificio y en el camino compro unas flores de Pensamiento para mi morena.
LIBORIO
El tiempo sigue pasando y no sabemos nada de Renata, la presión que siento en mi cabeza es mayor, pero tengo que soportarlo, al menos hasta saber que mi hija está bien.
—Qualcuno di voi ha accesso ai propri conti bancari? (¿Alguno de ustedes tiene acceso a sus cuentas bancarias?)— pregunta uno de los estudiantes, que llega con una chica y cuenta que a ella, en ese mismo cafetín, le pusieron en un jugo una droga de sumisión química y la hicieron vaciar las cuentas.
Fiorella y yo salimos a recorrer hospitales sin parar de fijarnos en los cajeros automáticos, entonces una llamada nos devuelve la esperanza. Mi hija fue encontrada por un patrullero y trasladada al hospital Fatebenefratelli que queda en la Via di Ponti.
Llegamos al hospital, los médicos ya le están suministrando medicación, informo lo que sé y todo comienza a oscurecerse a mi alrededor.
Fiorella De Santis.