NovelToon NovelToon
Astillas De Alma

Astillas De Alma

Status: En proceso
Genre:Escuela / Acción / Romance / Posesivo
Popularitas:638
Nilai: 5
nombre de autor: Mary Dalia Lilith Kruger Lanchestter

Laebe siempre supo que el mundo no estaba hecho para alguien como ella. Pequeña, frágil y silenciada, aprendió a soportar el dolor en la oscuridad, entre susurros de burlas y manos que la empujaban al abismo. En un prestigioso Instituto Académico, su existencia solo servía como entretenimiento cruel para aquellos que se creían intocables.

Pero el silencio no dura para siempre. Cuando la verdad sale a la luz, el equilibrio de poder se rompe y los monstruos que antes gobernaban con impunidad se enfrentan a sus propios demonios. Entre el caos y la redención, Laebe encuentra en una promesa inquebrantable, un faro de protección y en su propia alma una fuerza que nunca supo que tenía para enfrentar los obstáculos que le impuso la vida.

---

Esta historia contiene temáticas sensibles como abuso sexual, violencia, acoso, drogas y trauma psicológico. No es apta para todos los lectores, ya que aborda situaciones crudas y perturbadoras. Se recomienda discreción.

NovelToon tiene autorización de Mary Dalia Lilith Kruger Lanchestter para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 9.

Luciel observaba a Laebe con atención mientras ella comía en silencio. Tenía la mirada baja, enfocada en la lasaña que apenas había probado. Su cuerpo temblaba ligeramente, y sus manos parecían inseguras al sostener el tenedor. Luciel, notando su estado, decidió abordar el tema con la mayor delicadeza posible.

—Laebe… necesito preguntarte algo importante. —Su voz era suave, casi un susurro. — Y quiero que sepas que puedes confiar en mí.— Expresó con amabilidad.

Ella no respondió. Solo movió la comida en su plato sin llevarla a la boca. Luciel continuó, con precaución.

—Quiero saber si has tenido intimidad por voluntad propia… o si alguien te ha obligado.— Intento ser lo más suave con la pregunta.

El sonido de los cubiertos cayendo contra el plato resonó en la pequeña habitación. Laebe se quedó inmóvil. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban una mezcla de terror y negación. Su respiración se volvió errática, y sus hombros comenzaron a sacudirse levemente.

Luciel sintió el cambio inmediato en su cuerpo. Su piel palideció aún más, y sus labios temblaban. Sus manos, antes inseguras, ahora se cerraban con fuerza en su regazo.

—Laebe… — Intentó nuevamente, extendiendo una mano hacia ella, pero antes de que pudiera siquiera tocarla, se puso de pie de golpe, empujando la silla hacia atrás.

—Yo… necesito irme… — Murmuró con voz ahogada.

Sus ojos se nublaron con lágrimas que no terminaban de caer. Giró sobre sus talones, dirigiéndose apresurada a la puerta, pero Luciel reaccionó al instante. Se levantó rápidamente y la alcanzó antes de que pudiera salir.

—¡Espera! — Exclamó, sosteniéndola por los brazos con firmeza pero sin lastimarla. — No tienes que decir nada ahora, pero por favor, déjame ayudarte.— Le pidio.

Laebe comenzó a forcejear con desesperación. Sus movimientos eran frenéticos, desordenados, impulsados por el pánico. Sus pequeños puños golpeaban débilmente contra el pecho de Luciel, quien no hizo más que sujetarla con más cuidado.

—¡Déjame ir! ¡Déjame! —Gritó con voz desgarrada, retorciéndose entre sus brazos, pero Luciel la sostuvo con experiencia, asegurándose de que no se hiciera daño en el proceso.

—Tranquila… — Susurró, sin soltarla—. No voy a dejar que te hagas daño.—

La respiración de Laebe se volvió irregular, sus jadeos eran desesperados. Sus piernas comenzaron a fallarle y, antes de desplomarse, Luciel la atrajo hacia sí, abrazándola con firmeza. Ella intentó seguir luchando, pero su cuerpo no respondía con la misma fuerza. Poco a poco, su resistencia se desmoronó.

—No tienes que hablar ahora… — Murmuró Luciel, acariciando suavemente su espalda. — Solo quiero que sepas que estoy aquí. Que puedes confiar en mí.—

Laebe sollozó contra su pecho, sus fuerzas completamente agotadas. Su cuerpo temblaba en sus brazos, y sus dedos se aferraban débilmente a la tela de su camisa, como si necesitara algo a qué sostenerse para no desaparecer en su propio dolor.

Luciel la sostuvo hasta que su respiración se calmó. Cuando sintió que su cuerpo ya no estaba tan tenso, la llevó con cuidado hasta la silla y la ayudó a sentarse. Ella tenía la mirada perdida, con los ojos hinchados por las lágrimas que ahora caían en silencio por sus mejillas.

—Come un poco más… — Dijo él suavemente, tomando el tenedor y llevándolo hacia sus labios—. Solo un bocado, ¿sí?— Insistió.

Laebe no reaccionó al principio, pero cuando Luciel insistió con una leve sonrisa, ella abrió la boca y aceptó la comida. Sus movimientos eran lentos, pero obedecía sin resistirse.

Él continuó alimentándola con paciencia, asegurándose de que comiera al menos lo suficiente para recuperar un poco de energía. Durante todo el proceso, no dejó de hablarle en voz baja, con palabras tranquilizadoras, sin presionarla más.

—No te voy a obligar a contarme nada, Laebe… —susurró, mirándola con ternura. — Pero cuando estés lista, cuando quieras hablar, yo estaré aquí. Y haré todo lo posible para ayudarte.— Expresó tomando su mano.

Laebe bajó la mirada, dejando que las lágrimas cayeran sin control sobre sus manos temblorosas. No dijo nada. No podía. Pero, en el fondo de su ser, por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien realmente se preocupaba por ella... Alguien además de "él"...

Luciel tuvo que retirarse para seguir impartiendo su clase. Ella se quedó en esa habitación, encerrada. Pues Luciel había cerrado la puerta para evitar que ella intentará irse o alguien entrara a molestarla.

Debido al cansancio, ella se había quedado dormida sobre uno de los sofás, era cómodo así que no le fue difícil quedarse allí.

Por su parte, Luciel acababa de llegar al salón cuando noto a todo el grupo tranquilo. Sus libretas no estaban sobre sus mesas, y todos parecían muy relajados. Claramente, fue sospechoso.

— Bueno, si están tan tranquilos, seguro es por qué terminaron con su actividad. Traigan sus trabajos para calificarlos.— Dijo Luciel al sentarse en su escritorio. Sin embargo, nadie se levantó. Parecieron haber ignorado esa orden directa. — ¿No escucharon? Firmaré sus trabajos ahora.— Repitió Luciel.

— No lo hará.— Expresó Nicolle desde su banca, mientras se limaba las uñas.

— ¿Disculpa? — Pregunto Luciel poniéndose de pie nuevamente y caminando hasta llegar a dónde estaba la fila de Nicolle.

— Dije que no lo hará.— Repitió ella sin vacilar. Luciel, frunció el entrecejo, confundido. — El castigo que puso, era demasiado. Solamente, nos reímos de algo ¿Tiene algo de malo?— Pregunto con cinismo.

— Lo que ustedes hicieron fue una falta de respeto hacia una compañera, y si, claro que tiene algo de malo.— Dijo Luciel cruzado de brazos.

— Pues sabe que, hablé con él director. Y el, expresó que no era necesario ese castigo, por lo cual. . . Ese trabajo queda inválido profesor.— Informo Nicolle con una sonrisa ladina. Todos se burlaron entre murmullos, sintiéndose victoriosos.

Luciel se quedó en silencio por un momento y después mostró una sonrisa.

— Bueno, si crees que con eso ganaste, lamento informarte algo Nicolle.— Dijo Luciel mientras volvía hacia su escritorio. — Según el artículo 49 de la sección 12 sobre regencia de los profesores. . . Cada profesor es libre de decidir que valor darle a los trabajos de sus alumnos siempre y cuando se contemple el valor de no acreditado y acreditado.— Comenzó Luciel mientras se sentaba sobre el escritorio. — Ustedes no firmaron un encuadre conmigo por el cambio de profesor, pero según el encuadre que traigo aquí. . .— Saco de su maletín una hoja y señalo un párrafo. — Lo que les encargue justo ahora, tiene un valor de 30 puntos. — Indicó con una suave sonrisa.

Todos se quedaron sorprendidos por eso, ¿Qué jugada había sido esa?

— Tengo entendido que muchos de aquí tienen calificaciones perfectas, sería una pena. . . Que terminen con un triste 70 en sus promedios.— Dijo mientras dejaba la hoja sobre una de las butacas de los alumnos. — Firme y pase la hoja a sus compañeros. — Instruyó Luciel mientras volvía a su silla.

— ¡No estamos obligados a firmar!— Exclamó Nicolle, estallando de enojo.

— De hecho si, según el artículo 12 de la sección 2 sobre alumnos. "Los alumnos deben firmar de enterados los encuadres por obligación de materia".— Dijo Luciel.

Con eso, todos volvieron a trabajar, Nicolle se sentó sobre su asiento, no solo sintiéndose derrotada, si no también humillada.

— Dado que no acabarán este trabajo hoy, lo quiero la siguiente clase firmado por sus padres y con una copia por ambos lados de la identificación de ellos. La clase ha terminado, firmen el encuadre y pueden retirarse.— Aclaró borrando el pizarrón...

1
Dira Alina
¡Necesito saber qué pasa después! Por favor, no tardes en actualizar. 🙏
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play