Grace Pons trabajaba en una casa de citas hasta que escapó de esa vida llena de peligros y vergüenza, para acabar dando su consentimiento a un matrimonio de conveniencia. Sin embargo, no viviría mucho tiempo como una mujer respetable si no conseguía mantener su pasado y su corazón bajo siete llaves.
El amor era lo menos importamte en el matrimonio para un hombre que había empezado de cero, y tenía aspiraciones políticas. Bruno Valverde necesitaba una esposa adecuada para garantizar su elección y darle una madre a sus hijos.
Aún así, el deseo hacia su bella esposa comenzó a ser irresistible, hasta que los secretos de su pasado empezaron a descubrirse...
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¿Matrimonio ilegal?
¿Qué tal te llevas con sus hijos?, preguntó Celeste.
Muy bien, su hija no habla. Siguió hablándole de los pequeños y Franco llegó al cabo de un rato, saludo afectuosamente a Grace y Celeste le preparó unos sándwiches y le sirvió un vaso de leche. Él comió, se levantó y le dio las gracias a Celeste.
De nada, contestó ella con una sonrisa que Grace no le había visto jamás.
La pareja se intercambió una mirada cariñosa y Grace tuvo la impresión de que si no hubiese estado allí, Franco habría besado a su esposa o quizá hubiese hecho algo más.
Encantado de verla, señora, Franco se despidió de Grace antes de ponerse el sombrero y marcharse.
Grace miró a Celeste y le sorprendió su expresión mientras lo miraba alejarse.
Sintió alivio de que al menos ese matrimonio hubiera sido acertado.
Hablaron de cuando estuvieron en la iglesia y Celeste le preguntó por la casa y los empleados. Luego hizo un sándwich para cada una y otra taza de café. Grace le dio las gracias y se marchó a su casa. Por el trayecto, pensó en lo que había visto y oído. Pidió a Raúl que se detuviera un momento para cortar más lavanda para su casa. Al llegar el hombre la ayudó a bajarse, dejó el coche en la cochera y se fue a su casa al otro lado de la suya.
Grace se cambió de ropa y le dio vueltas en la cabeza a la consumación del matrimonio mientras ayudaba a Viviana a preparar la cena. Puso las flores en el centro de la mesa. Nunca había tenido la impresión de que Bruno estuviese conteniéndose porque dudara de ella o de que su matrimonio pudiese salir mal. Parecía sinceramente preocupado por proteger la sensibilidad de ella. El pensar que existía el más mínimo riesgo de que su matrimonio no fuese legal todavía, hacía que se sintiese preocupada por su seguridad. Quería quedarse con toda su alma.
Esa noche, un rayo iluminó el despacho de Bruno. Él se levantó y cerró las cortinas.
¿Es una tormenta?, preguntó Chris.
Solo es un chubasco de primavera, contestó Bruno.
Betty miró las cortinas cerradas y luego a su padre. Entonces, se levantó, abrió la ventana y miró al exterior.
Solo es un chubasco, repitió Bruno antes de dirigirse a Grace. Nuestros vecinos celebran una gala de primavera el sábado.
¿Qué es una gala de primavera?, le preguntó ella.
Una excusa para hacer una reunión con ramo de flores por todos lados, contestó él con una sonrisa. Además, también es una ocasión para que te conozcan todos los que no te conocen todavía.
Betty volvió de la ventana e intentó subirse al regazo de Bruno. Él la ayudó a sentarse y ponerse cómoda.
Es casi la hora de irse a la cama, cariño. La niña señaló hacia las estanterías.
Que quieres?, le pregunto Grace con la esperanza de que dijera algo.
Betty volvió a señalar.
Me gustaría saber qué quiere, le dijo Grace a Bruno.
La niña se bajó del regazo, corrió hacia la librería y se puso de puntillas para alcanzar el libro que quería. Los libros de los niños estaban en los estantes más bajos se lo llevó a Bruno y le hizo un gesto para que volviera a levantarla. Grace tuvo que reconocer que la niña conseguía lo que quería sin hablar.
Bruno abrió el libro y leyó la historia. Grace estaba escuchando y observando las expresiones de Bruno y Betty cuando notó que le tocaba el brazo, vio a Paquito.
¿Arriba?, le preguntó el niño.
Ella, sorprendida, lo sentó en el regazo para que pudiera ver a su padre leyendo.
¡También ver!, exclamó.
Bruno dio una palmada en el diván al lado de él. Grace se levantó con Paquito y se sentó a su lado para que el niño también pudiera ver los dibujos. Su hombro quedó justo debajo del de Bruno y los brazos se tocaban.
El reloj de la repisa de la chimenea dio las horas y ella se acordó de las noches en Montemorelos. Pensó en la diferencia entre lo que estaba haciendo en ese momento y lo que estaría haciendo si se hubiese quedado, lo que había hecho todas aquellas noches en la casa de la señora Hilda. Los lunes y los viernes fueron de Diego Aguilar, naturalmente, pero los jueves el cliente de una de las chicas pagaba para que ella mirara. Ella no había conocido otra cosa, eso habría sido lo normal y le había parecido lo normal hasta ese momento.
Muchas veces, también había tocado el piano para los allí reunidos y había fingido no fijarse en lo que hacían las chicas y los hombres antes de subir a la habitación.
Ese día, al oír hablar a Celeste de Franco, al enterarse de más cosas de Bruno y al verlo cariñosamente que trataba a sus hijos, comprendió lo sórdido que había sido su pasado. Cada día tenía un motivo nuevo para agradecer que ya no estaba en Montemorelos y para convencerse de que no volvería a una vida como esa.
Paquito pesaba un poco, pero le gustaba tenerlo en el regazo y que se riera. Se inclinó hacia delante para señalar un dibujo y luego miró a Grace con la pregunta reflejada en los ojos.
Es una rana, le explico ella.
¡Croooaaakk!, exclamó él con los labios arrugados e imitando a una rana.
Ella se rió y él también dejó escapar unas risitas. Grace notó que los ojos de escocían por las lágrimas de la felicidad que sintió al darse cuenta de que esos tres niños eran muy queridos y tenían un porvenir muy favorecedor. Bruno haría cualquier cosa por protegerlos y para que fuesen felices. Se dio cuenta de los privilegios y la inocencia que ella no había tenido. Hasta ese momento nunca había comprendido realmente lo profundas que habían sido las privaciones de su infancia. Sintió una tristeza inmensa y una añoranza por algo que nunca podría recuperar.
Es hora de prepararse para ir a la cama, dijo Bruno interrumpiéndole los pensamientos.
Paquito saltó al suelo y salió corriendo. Chris recogió sus juguetes antes de seguirlo y Betty rodeó el cuello de su padre con los brazos y esperó a que él se levantara y la llevara en brazos.
¿Todas las hijas son las niñas de los ojos de sus padres?, le preguntó Bruno con una sonrisa.
Grace contestó con otra sonrisa porque no sabía nada sobre padres.
Entre los dos cambiaron y arroparon a los niños, después volvieron al despacho y Bruno le ofreció una copa de Jerez.
¿Ha sido agradable la visita a Celeste?, le preguntó él.
Sí, le va muy bien, parece muy contenta con el señor Franco.
Pues me alegra mucho por ella.
Grace se preguntaba si alguna vez ella también sería feliz al lado de Bruno.
EXPLÍCAME POR FAVOR AUTORA.
¿QUE PASÓ CON EL VIERNES Y EL SÁBADO, Y COMO LLEGARON A LA NOCHE DEL SÁBADO?