En el pequeño pueblo de Santa Lucía, Ximena Salazar, una dedicada, joven y apasionada aspirante a alcaldesa, se convierte en el blanco de la obsesión de Santiago Vargas, un oscuro mafioso con conexiones profundas en la comunidad que no se detendrá hasta tenerla entre sus brazos.
¿Podría el amor nacer de la obsesión?
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Planificación
—Quiero esas mesas en esa esquina y no olviden buscar los manteles de seda— Si, señorita.
—¡Patrona!— Corrigió Santiago, tras de mi. —Desde ahora, Ximena es su nueva patrona, así que le llamarán con tal.
—Si, patrón.
—Sabes que eso no es necesario, Santiago.
Hace tan solo una semana que se dio a conocer la noticia de nuestro compromiso. El quería esperar para realizar la boda después de las elecciones, pero no pienso retrasar lo único que me puede ayudar a destruirlo.
—Te equivocas. Tu eres la nueva señora de esta casa y te deben tratar como tal— Creo que pudo leer mis pensamientos porque antes de que pudiera agregar algún pero, cambio de tema.
—¿Cómo vas con los preparativos? ¿Necesitas algo?
—Estoy bien. Ya me diste más que suficiente. Además, sabes que no quiero una boda muy grande ni extravagante.
—Ya hablamos de esto, Ximena. Quiero darte la boda más espectacular. Por favor, compláceme con eso— A veces no logro entender, cómo es que este hombre, que se atrevió a secuestrarme, por el cual varias personas murieron, ahora esta aquí, rogándome con cara de cachorro para que lo complazca.
—Esta bien, Santiago. Lo haremos a tu modo.
—¡Si! Gracias mi amor— Me dijo dándome un beso en la mejilla. —¡Señores!— La atención de todos los trabajadores se centró en él. —Manos a la obra. Mi mujer ha aceptado tener una gran celebración y yo quiero la más grande de todas— A los gritos de emoción lo vi desaparecer junto a sus dos escoltas hacia los establos.
Tan pronto volví a estar sola. volqué mi atención en los detalles de la ceremonia y la celebración, que por cierto, ambas serían en la hacienda y que ahora debía modificar para poder ampliarlas.
—Lo lograste, maldita gata— Ay Dios, ¿por qué a mi?
—¿Qué quieres, Mónica?
—Nada, solo pase para ver la fiesta corriente y de mal gusto que estabas preparando— Se acercó a una de las flores haciendo un gesto como si fueran las flores más desagradables que haya visto. —Dime una cosa, ¿A qué hora llegan los payasos? o es que, no lo necesitas porque ya estás tú.
—Te equivocas, Mónica. Para dar risa, estás tú — Si cree que me voy a quedar callada mientras me insulta enfrente de todos los empleados, esta loca. —¿Cuándo planeas irte? ¿Qué haces todavía en la casa de tu ex esposo? el cual, no te quiere ver ni en sus sueños. ¿Todavía crees que volverá contigo?
—Sigo aquí, porque quiero ver el desastre que será, esa falsa de boda que estás planeando— Trague seco con sus palabras. ¿Ella lo sabe? ¿Se enteró de lo que estoy planeando? Pero, ¿Cómo?
—¿De qué hablas?
—Puedo verlo en tus ojos, Ximenita. Tu no amas a Santiago. Estoy segura de que cuando llegue el momento, no podrás decirle que si en el altar— Ella tiene razón. No lo amo, pero en este momento no tengo otra opción. Tengo que hacer algo por mi cuenta para deshacerme de Santiago. No pienso cruzarme de brazos y esperar a que Alejandro venga a rescatarme. Si no intento recuperar mi vida por mi misma, de que me sirve intentar proteger a todo un pueblo.
—Te equivocas. En este tiempo, he aprendido a querer a Santiago. Es por eso que acepté casarme con él.
—Querer no es lo mismo que amar. Pero bueno, supongamos que tanto tú y yo nos creemos eso que acabas de decir— Di un corto paso para estar más cerca de mí y que solo yo pudiera escucharla. —¿Qué pasará en su noche de bodas? ¿Podrás acostarte con él? Porque se de buena fuente que ustedes dos, aun no han pasado ni una noche juntos.
La sangre se me fue al piso. Dormir con Santiago es algo que estoy ignorando por completo. No es como que sea virgen, pero dormir con un hombre por el que no siento nada, no se que tan posible sea.
—Mi vida privada no te incumbe. Eso es algo entre Santiago y yo.
—De acuerdo, pero si me permites darte un consejo, deberías descansar bien. Santiago es una toro cuando se trata del sexo, en especial, porque le gusta ser un poco rudo. Claro que, si crees que no puedes con ello, siempre puedo reemplazarte y tu podrás irte con el muñecote que te estaba besuqueando la otra vez en el jardín— Me guiño un ojo y sonriendo se marchó en la misma dirección que Santiago.
Ella...Ella vio a Alejandro. Nos vio ese día en el jardín.
Dios mío, si Santiago se entera, no se de que podría ser capaz.
Pero, ¿Por qué no se lo ha dicho? ¿Qué está esperando?