Naomi es una excelente esposa y madre abnegada, pero tiene un secreto que nadie sabe. Un día comete un error y por accidente besa a un hombre que no es su marido. Esto le dará un cambio al rumbo de su vida. ¿Qué será de Naomi? Los invito a descubrirlo.
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Capítulo Catorce
Al día siguiente, Naomi estaba cambiándose para salir a desayunar. Golpearon la puerta.
_ Naomi ¿Puedo entrar?
_ Claro que sí, Bella. Pasa.
_ Vine a despedirme, me voy a la escuela - se acercó y le dio un abrazo. Ella la abrazó con gusto, su ternura infantil le recordaba a su hijo - hueles muy rico.
_ Gracias, tú también. Hueles a goma de mascar de frambuesa - le sonrió - Ve no llegues tarde.
_ Eso nunca, mi hermano me deja en el colegio muy temprano. Porque él va a trabajar. Ni siquiera los profesores llegan aún.
_ ¿Qué hora es? - preguntó curiosa.
_ Todavía no son las siete. Vamos te acompaño hasta la cocina - la mujer asintió.
_ Buenos días, Naomi - la saludó Guadalupe
_ ¡La fuiste a levantar tan temprano, Bella! - regañó a su hermana
_ No. Yo justo salía y me encontró en el pasillo - mintió para salvarla de su hermano.
_ Venga a desayunar - le dijo Rodrigo, tomándola de la mano y colocándola en la silla a su lado. Su hermana sonrió pícara y estiró los labios como si fuera a dar un beso. Él la miró feo y se aclaró la garganta.
_ ¿Quiere café negro o con leche? O ¿Prefiere otra cosa? Además, hay té, tostadas, cereales, frutas, huevo. Usted diga lo que quiere.
_ Un café con leche y tostadas, está muy bien - le sirvió todo.
_ ¿Quiere mantequilla o queso en su tostada?
_ Hermano, eres exasperante. ¿No ves que la incomodas? No es una bebé, puede hacerlo sola. Únicamente, toma su mano y muéstrale la tetera y luego el jarrito de la leche y ella se lo servirá sola, lo mismo con las tostadas.
Naomi sonrió aliviada, hubiera preferido que no se lo dijera de forma tan abrupta, pero se sintió agradecida.
_ Lo siento, no pensé que...- dejó el cubierto sobre la mesa - permiso.
Se sintió tremendamente, avergonzado. Quería gritarle a su hermana, pero ella tenía razón. Naomi ya se lo había dicho una vez. Estaba en su cuarto poniéndose los zapatos. Naomi se acercó a la puerta
_ ¿Julio?
_ Aquí estoy - rápidamente se levantó y tomó su mano. La condujo hasta una silla.
_ No se sienta apenado, por favor. Usted, solo quería ayudarme. Yo lo entiendo.
El hombre no dijo nada, se deleitaba viéndola. Era hermosa.
_ ¿Julio? - le pareció raro su silencio.
_ ¿Puedo despedirme de usted con un beso, todos los días?
_ ¿Qué? Yo... - se ruborizó.
_ Solo será en su frente o en la mejilla. No piense mal - la mujer se sentía como una quinceañera. Sintió que sus mejillas iban a estallar.
_ Sí, está bien.
El hombre se acercó tomó una de sus manos y apoyó sus labios en su mejilla, muy cerca de su boca. Sintió sus labios carnosos y tibios apoyados en su piel. Fue un beso largo, tanto que cerró los ojos y disfrutó cada sensación que fue fluyendo. Al final hizo resonar su beso.
_ Hasta más tarde, Naomi.
_ Hasta después, Julio. Que le vaya bien.
Rodrigo salió del cuarto y ella se quedó totalmente estremecida, se quedó sentada un momento porque temió que las piernas no le respondieran.
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Durante el día, ayudó a Guadalupe en la cocina y luego en el jardín. Eran personas realmente, amables y la trataban como si la conocieran de toda la vida. Al principio, ella dudó de poder ayudarla en el jardín, pero la señora le indicaba donde estaban las cosas y que hacer. Así que trabajaron muy bien juntas. Ya era hora del almuerzo. A Bella la trajo la madre de una compañera. Y Rodrigo llamó diciendo que trabajaría de corrido. Poco a poco aquello se volvió rutina.
Los días transcurrieron tranquilos, en aquella casa. Cada día que pasaba se sentía más como parte de la familia. Conversaban y reían de tonterías. Rodrigo le había dado el teléfono para que hablara con su hijo todo lo que quisiera, pero ella sabía que él debía pagar la cuenta del teléfono. Por lo que lo llamaba una vez al día y su suegra comenzó a hablarle otras tantas veces. Se sentía cada vez mejor y con más esperanzas, incluso su dolor de ojos había calmado. Con el tiempo, se dio cuenta de que extrañaba a Rodrigo cuando no llegaba. Se sentía inquieta, atenta a cada sonido de auto o al chasquido de la puerta al abrirse.
_ ¿Hoy tampoco vendrá Julio? - preguntó mientras se sentaba en la mesa para almorzar.
_ No, tiene que trabajar de corrido.
_ Pero ¿Hoy no debe dar clases en la noche?
_ Sí, así es. Me preocupa que trabaje tanto - dijo su madre - Dijo que vendría a ducharse y se iría de nuevo.
Naomi no dijo nada. Su ánimo decayó lo extrañaba quería charlar y reír con él. Se dio cuenta de cuanto anhelaba ver su sonrisa, sus expresiones.
Esa tarde, ella escuchó la puerta e iba saliendo de su cuarto muy rápido y se topó con un cuerpo, mucho más grande que ella.
_ ¿Julio? - Sí era él. Era su perfume mezclado con el olor de su transpiración. Jamás imaginó que un olor así, podría volverse su aroma predilecto. Sin darse cuenta recostó su cabeza en su pecho. Él la abrazó. Sintió que su respiración masculina, fuerte, se agitaba
_ Naomi - le susurró al oído. Levantó su cara y la besó en la mejilla, junto a sus labios. Ella movió su cabeza e hizo que el beso fuera a parar a sus labios. Se estremecieron.
_ Hermano, dice Ma... - se alejaron inmediatamente. La niña se dio cuenta de que interrumpió algo muy importante. Se disculpó y salió corriendo.
_ Voy a ver que quería tu madre - dijo y huyó del momento incómodo que se produjo.
El hombre meneo la cabeza y suspiró.
_ ¡Maldita niña inoportuna! - golpeó la pared y fue hacia el cuarto de baño.