Hace dieciocho años, el reino de Eldoria fue consumido por la traición y la guerra. En medio del caos, mientras el Rey Gustavo luchaba una batalla perdida contra su ambiciosa hermanastra, la Reina Roxana se vio obligada a huir. Con el corazón roto y un adiós desgarrador a su amado, confió el futuro de su linaje a tres pequeñas vidas: sus hijas trillizas, recién nacidas y destinadas a heredar el trono.
Hoy, esas princesas viven una existencia humilde y oculta bajo los nombres de Nyx, Ignis y Luna. Tras la reciente pérdida de su madre, estas jóvenes campesinas se enfrentan solas a la dureza de la vida, sin saber que la sangre real corre por sus venas ni que cada una posee un don mágico latente: el control de las Sombras, el Fuego y la luz, respectivamente.
Pero el destino tiene otros planes. La llegada de un misterioso anciano, portador de secretos ancestrales y verdades olvidadas, irrumpirá en sus vidas, desvelando la usurpación de su reino y profecías...
NovelToon tiene autorización de KeliindA RojanO C. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Una semilla de ayuda
La piedra encantada, oculta bajo su túnica, apenas lograba disimular la verdadera naturaleza de Corvus. Una vez más a solas en la austera habitación que le habían asignado en la caverna, el hechizo pareció desvanecerse, o más bien, su propia esencia se impuso. Las sombras, sus verdaderas compañeras, se arremolinaron a su alrededor, haciendo que el aire se enfriara y la tenue luz de las antorchas pareciera retroceder. No había calor en sus ojos azules, solo la fría evaluación de un depredador.
Su madre, Nyxara lo crio sola, lo que el sabe de su padre es que falleció en medio de la guerra por el trono de visperia a través de las manos del Rey Gustavo. Ella le había enseñado que los sentimientos eran debilidades, y él las había extirpado de su ser con la misma precisión con la que ella, en su momento, debió haberlo hecho con su padre.
Era noche cerrada, el momento ideal para su reconocimiento silencioso. Salió de la habitación, moviéndose con una agilidad casi fantasmagórica por los pasillos de roca. Cada rincón, cada pasadizo, cada posible punto de acceso o salida era escrutado por su mirada aguda. Buscaba vulnerabilidades, grietas en la fortaleza que le permitieran a su madre reclamar lo que consideraba suyo.
Fue en una de las áreas de entrenamiento, un espacio amplio y rústico donde se podían ver restos de equipo de combate, donde se detuvo. Una figura solitaria se movía en la penumbra, practicando movimientos fluidos y precisos con una espada. El cabello oscuro de la mujer, recogido en una alta coleta, se balanceaba con cada giro. Sus ojos grises, intensos y penetrantes, reflejaban una concentración feroz.
Corvus, absorto en su vista dio un paso un poco más adelante de lo que debía, y su pie rozó una pequeña piedra suelta que rodó por el suelo con un ruido inusualmente fuerte en el silencio nocturno. El sonido resonó, y Nyx, con una agilidad sorprendente, se detuvo en seco, su espada apuntó instintivamente hacia la dirección del ruido.
—Lo siento—, dijo Corvus, apresurándose a salir de las sombras, su voz es cuidadosamente modulada para sonar neutral, casi apologética. —No era mi intención molestarte. Solo estaba… caminando—
Nyx bajó lentamente la espada, pero sus ojos no se apartaron de él. Había algo en su mirada que la incomodaba, una frialdad que no encajaba con la imagen del guerrero que buscaba refugio. Se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano, en un gesto que delataba el esfuerzo de su entrenamiento nocturno.
—No te preocupes—, respondió ella, con su voz sorprendentemente calmada, aunque con un matiz de cansancio. —No eres el único que no puede dormir— Hizo una pausa, sus ojos seguían fijos en él, como si intentara descifrarlo. —Las pesadillas… a veces no me dejan descansar—
Corvus la observó, le dió una ligera inclinación de cabeza. No esperaba esa apertura, esa vulnerabilidad. Había venido a buscar debilidades, pero se encontró con una conexión inesperada, un hilo tenue que comenzaba a tejerse entre ellos. Él, entrenado para la frialdad, sintió una extraña punzada, algo que apenas podía reconocer. Ella, por su parte, sentía una curiosidad inusual por este desconocido que parecía compartir su insomnio y su inquietud. El peso de Víspera, de su pasado y de su futuro, se cernía sobre ellos, y en ese momento, sin saberlo, estaban forjando el primer eslabón de otra profecía que nadie sabía.
Corvus asintió, sus ojos azules escanearon a Nyx con una evaluación rápida y desapasionada. Para él, ella era solo otra pieza en el tablero, una guerrera que, a pesar de su aparente habilidad, mostraba fallos evidentes.
—Veo que entrenas duro— comentó, con su voz desprovista de emoción. Se acercó un paso más, deteniéndose a una distancia respetuosa pero lo suficientemente cerca como para que sus palabras tuvieran peso. —Pero hay algo en tu guardia… cuando te giras hacia tu izquierda, tu flanco queda expuesto por una fracción de segundo. Una apertura que un oponente rápido podría aprovechar—
Nyx lo miró, sorprendida por el comentario. No era la crítica lo que la desconcertaba, sino la precisión con la que lo había observado. Ella misma había sentido esa pequeña vacilación, esa sensación de que algo no estaba del todo correcto en su movimiento, pero no había logrado identificarlo.
—¿Expuesto?—, repitió, frunciendo ligeramente el ceño. —He practicado ese movimiento incontables veces—
—Entrenar no siempre es sinónimo de perfeccionar—, replicó Corvus, con su tono profesional, como si estuviera analizando un campo de batalla. —A veces, necesitas una perspectiva externa. Intenta mantener la rodilla trasera un poco más flexionada al girar. Te dará más estabilidad y te permitirá mantener la espada en una posición defensiva más sólida, incluso mientras cambias de dirección—
Sin esperar una respuesta, Corvus hizo una demostración rápida, un movimiento fluido y poderoso que ilustraba su punto. Su propia sombra pareció danzar a su alrededor, un atisbo de su verdadera naturaleza que Nyx, absorta en la explicación, no llegó a percibir del todo.
—Así—, concluyó, volviendo a su postura neutral. —Es un detalle menor, pero en el fragor de la batalla, los detalles marcan la diferencia entre la victoria y la derrota—
Nyx, sintiendo una extraña conexión con las palabras de este hombre, asintió lentamente. La idea tenía sentido. Se sentía atraída por su análisis, por la forma clara y concisa en que explicaba algo que a ella se le había escapado. Era como si él viera lo que ella no podía ver, una habilidad que, en otro contexto, podría ser invaluable.
—Gracias— dijo, un poco más suave ahora. —No había pensado en eso—
Corvus solo ofreció un leve asentimiento, ya retirándose mentalmente de la interacción, y su mente volviendo a su misión.
No sabía que, al ofrecer esa pequeña corrección, al compartir ese instante de conocimiento, estaba plantando una semilla. No solo había ofrecido un consejo de lucha, sino que había abierto una pequeña grieta en la armadura de aislamiento de Nyx, una grieta a través de la cual podrían empezar a fluir otros elementos, otros sentimientos, y quizás, la amenaza que él representaba.