tres años han pasado desde que el Marqués Rafael y Elaiza sellaron un pacto de amor secreto. Cuatro años en los que su relación ha florecido en los rincones ocultos de la mansión, transformándose en una verdad inquebrantable que sostiene su hogar.
Pero con los hijos del marqués haciéndose mayores y la implacable sociedad aristocrática que ha comenzando a susurrar, el peligro de que su amor salga a la luz es más grande que nunca.
¿Podrá estás dos almas unidas en la intimidad sobrevivir al escrutinio del mundo? ¿osera el fin de su amor?
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un vagabundo
La conversación fluía con naturalidad, como si el extraño no fuera un vagabundo, sino un viejo amigo de la familia. La calma de la tarde era perfecta.
De repente, un ruido sordo rompió la serenidad. Emanuel levantó la vista y vio a Elaiza, con una expresión de pura furia en el rostro, corriendo hacia ellos con una escoba en la mano. Se preparó para la catástrofe, para un regaño a él o al extraño, o tal vez a ambos.
Álvaro, al verla, sonrió. Era una sonrisa amplia y genuina. Elaiza tenia un rostro molesto la escoba en sus manos se mantuvo en alto. Emanuel se asustó. El hombre lo había ayudado, no había hecho nada malo, solo tal vez perderse y terminar en la finca sin permiso, pero Elaiza no parecía entender razones.
"¡Álvaro, estúpido! ¡Imbécil! ¡Desapareciste sin dejar rastro!", gritó Elaiza, y el primer golpe de la escoba resonó contra el hombro del hombre.
"hay!" Álvaro se reia con cada golpe, un sonido que era una mezcla de alivio y dolor, mientras se protegía de los golpes con la mano.
"¡Por qué no me escribiste! ¡Por qué no me mandaste una carta! ¿Sabes lo preocupada que estabamos por ti? ¡Tantos años sin una palabra!" La voz de Elaiza se quebró, no de ira, sino de una profunda preocupación.
"!ay! perdón , perdón, ¡uoch!" decía Álvaro riendo mientras recibía cada golpe. Emanuel se encogía cada vez mas. No entendía. La había visto fría y distante en la mañana, y ahora la veía tan viva y tan enojada por un hombre que apenas conocía.
"¡Deja de reírte, te lo mereces!" gritó Elaiza, pero la escoba en sus manos se detuvo. su cara roja y el ceño fruncido, jadeaba por el esfuerzo.
"jajaja ¡ouch! Si lo sé peque, ¡ay! ya de deja de pegarme jajaja "
Emanuel, aún petrificado, se quedó mirando la escena. No entendía la mezcla de amor y enojo que emanaba de su institutriz.
Emanuel, aún con el corazón latiendo con fuerza, vio cómo la ira de Elaiza se desvanecía lentamente y una sonrisa sincera se dibujaba en el rostro. Álvaro, con una sonrisa de pura calma, tomó la escoba de sus manos y la arrojó a un lado. Sin dudarlo, dio un paso al frente y la envolvió en un abrazo.
"ya estoy aquí pequeña" dijo Álvaro en un susurro que solo ella pudo escuchar " eso es lo que importa ¿no?"
Elaiza lo abrazó de vuelta, sus puños apretando la ropa de su espalda. La tensión que había tenido por semanas se liberaba. "Un abrazo no es suficiente, Álvaro," susurró contra su hombro, con la voz entrecortada.
"entonces te compensare de la manera que tú me digas" contesto Álvaro en tono burlon
"Jonathan y yo estábamos muy preocupados por ti. ¿Por qué desapareciste? ¿Por qué nunca mandaste una señal de que estabas bien?"
Álvaro simplemente se encogió de hombros y dijo
"el mundo es muy pequeño para meterlo en una carta"
Mientras hablaba, Elaiza se separó ligeramente. Sus ojos, aún brillantes por las lágrimas, se posaron en Emanuel. La expresión de su rostro cambió de la emoción a la sorpresa.
"Oh, Emanuel. Lo siento, me olvidé que estabas aquí." Ella sonrió y tomó a Álvaro de la mano, con la intención de presentarlos. "Emanuel, quiero presentarte a mi hermano Álvaro."
Emanuel se quedó petrificado, incapaz de entender. ¿Su hermano?. El muchacho, confundido, no sabía qué hacer.
"Álvaro, él es Emanuel, el niño al que cuido en esta casa." Luego se giró hacia Emanuel y continuó: "Álvaro y yo crecimos juntos. En el orfanato. Él, el padre Jonathan y yo. Los tres éramos inseparables".
Emanuel miró al hombre, a su institutriz y la escoba en el suelo. De repente, todo encajó. La calidez que sentía de Elaiza, la familiaridad con la que Álvaro había entrado a la casa, y la profunda preocupación en la voz de la mujer. Era un lazo que no entendía, pero que sentía era tan fuerte como el de la sangre que compartía con sus hermanos.
La tarde se estiraba, pintando el sendero con sombras largas y doradas. Los dos amigos caminaban en silencio, un silencio cómodo y lleno de años. La furia de ella se había desvanecido por completo, reemplazada por una serenidad no había tenido nunca.
"¿Recuerdas, Álvaro? Cuando éramos niños," dijo Elaiza, su voz llena de nostalgia. "Nos escondíamos en el desván del orfanato para que la Madre Superiora no nos encontrara cuando la hacíamos enojar."
Álvaro rio sus ojos recordando tiempos pasados. "Y luego cuando nos encontraba corríamos al jardín, y robabamos las manzanas del huerto. Siempre nos atrapaban, y la Madre Superiora nos daba con la vara. Pero valía la pena."
"Y Jonathan pobre aveces le tocaba lo peor por ser el mayo," continuó Elaiza. "Decía que éramos unos pecadores y nos iríamos al infierno por ser tan malo. Pero luego nos daba un pedazo de pan... recuerdo cuando nos sentabamos a ver las estrellas. ¿Recuerdas cómo nos prometimos que algún día seríamos millonarios?"
"Claro que lo recuerdo," dijo Álvaro con un suspiro "Siempre fuiste la más soñadora y la más inteligente .Y mira, te convertiste en una dama de sociedad. ¿Te acuerdas de cómo solías decir que algún día te casarías que le darías a la tu familia la vida que nunca tuvimos? Y mírate ahora, en este lugar tan hermoso. Has cumplido tu promesa."
Elaiza sonrió, pero su sonrisa no era tan cálida como siempre. "Sí, algo así... Extraño la simplicidad de nuestros días, extraño poder ser la misma niña que jugaba con ustedes sin tener que preocuparme por lo que los demás pudieran pensar de mí."
"Lo sé, peque. Lo sé." Álvaro la abrazó por el hombro. "Pero tú eres la mejor de nosotros tres. Y no importa lo que pase, Jonathan y yo siempre estaremos ahí para ti. Siempre." la abrazo y beso su frente como cualquier hermano lo haría.
Álvaro se detuvo. Su sonrisa se desvaneció, y su mirada, que antes se había perdido en el pasado, se posó en los ojos de Elaiza. La conocía demasiado bien, y el tono de su voz era una nota discordante en la sinfonía de sus recuerdos.
"Algo te pasa, peque," dijo, su voz suave pero firme. "Sé que no eres la misma. Tienes una tristeza que no te había visto."
Elaiza apartó la mirada. "No es nada, Álvaro. Solo estoy un poco cansada. El trabajo en la mansión es agotador." su sonrisa delataba que mentía
"No me mientas, Elaiza," dijo, tomando suavemente su mano. "No me mientas. Sé que no es por cansancio. Sé que es por algo más. Dime qué es. ¿Es el marqués? ¿los niños? ¿Qué pasó?"
Elaiza guardó silencio, dudando. Pero la calidez de la mano de Álvaro y la familiaridad en sus ojos la convencieron. Él, más que cualquier otra persona, la entendía. Sabía leer sus silencios, su dolor. Respiró profundamente y, con la voz apenas un susurro, comenzó a contarle todo.
"Ah, vaya el marqués. Ese hombre por lo que me dices es un problema, peque." La voz de Álvaro era suave, pero su mirada era dura.
"No te preocupes por él. Estoy bien. Solo que..." Elaiza suspiró. "Él quiere que Emanuel se una al ejército, y yo no quiero que se aleje de sus sueños. Es tan inocente, tan bueno. No quiero que se lastime. Es como si esos niños fueran... De mi propia sangre."
Álvaro asintió, mirando a Emanuel que los observaba desde la ventana, el saludo un gesto amable hacia el niño. "Lo entiendo. Pero no puedes protegerlo de todo. A veces, las personas tienen que actuar por ellos mismos sino no aprenderá a tomar sus propias decisiones. Si Emanuel no quiere ir al ejército, tendrá que decírselo a su padre. No puedes decírselo por él."
"Lo sé," dijo Elaiza, su voz llena de dolor. "Pero no puedo simplemente quedarme de brazos cruzados mientras él se aleja de lo que realmente quiere. No puedo permitir que el marqués lo obligue a dejar de soñar."
Álvaro la abrazó, su abrazo un consuelo silencioso. "No lo hará. Tú seguramente le has enseñado lo que es el valor. Lo que es el honor que viene del corazón... Recuerdo que tú siempre defendías a Jonathan cuando nos pelebamos, apresar que el es el mayor de los tres."
Se separó de ella, mirando el horizonte que comenzaba a teñirse de anaranjado. " recuerdas...Yo me fui del orfanato cuando tenía casi la edad de Emanuel. Tenía miedo, claro que sí. Jonathan y tu se quedaron, pero yo no pude. El mundo me llamaba, y no me arrepiento. He vivido y he viajado tanto, he conocido a personas que nunca hubiera conocido si me hubiera quedado. Mi vida no es de lujos, ni tengo muchas cosas materiales ... pero es mía y eso debería aprenderlo el pequeño emanuel." Álvaro miró a Elaiza a los ojos. "A veces, la única forma de que alguien se encuentre a sí mismo es perdiéndose un poco. Y Emanuel es valiente, se ve en sus ojos, haz hecho un buen trabajo, peque. Es un niño que sabe lo que quiere y se esfuerza mucho en ello, y eso es más de lo que la mayoría de la gente puede decir incluso yo han habido veces que no he luchado por lo que amo... Confía en él, y él sabrá lo que tiene que hacer."
Estaría bueno que tuviera alguna conducta inapropiada con alguna jovencita, no quiero que sea Rosalba, y lo reten a duelo para que así muestre la piltrafa de la cual está hecho.
¡La princesa está enamorada de Rafael!
Eso no me lo esperaba.
🤔🤔🤔