Una Esposa Para El Ceo

Lucrecia se presentó en el despacho de José Augusto.

Iba a pasar directo, pero Graciela la detuvo.

Un momento, ¿a dónde crees que vas?

¿No es obvio?, a hablar con Augusto.

Don Augusto, la corrigió ella.

Augusto, dijo Lucrecia, desafiante.

Y sin decir agua va se metió al despacho de Augusto, seguida de Graciela.

No puedes pasar, ¿qué te has creído?

Pues ya pasé, jajajaj.

¿Qué sucede?, Augusto levantó la vista de los papeles que estaba revisando.

Esta mujer que no me deja pasar.

Graciela no dijo nada, esperaba escuchar la respuesta que le daría José Augusto.

"Esta mujer" es mi esposa, te exijo que la respetes. Además, tu lugar está en otro lado, nada tienes qué hacer aquí.

Tengo que hablar contigo, Lucrecia le acarició la cara.

Augusto se apartó como si lo hubiera picado un alacrán.

¡Fuera de aquí!, estoy muy ocupado, dijo él casi gritando. Y no me tutees, yo soy el CEO.

Está bien, ya me voy. Pero te aseguro que hablaremos aunque no quieras, perdón, aunque no quiera "don Augusto", dijo y salió con una sonrisa.

¿Quién es esta mujer?, quiero una respuesta, Graciela no podía soportar que otra mujer acariciara a su esposo. ¿Por qué se toma tantas atribuciones contigo?

Amor, no vale la pena discutir por esa mujer. En la casa hablamos.

Está bien, pero me tendrás que explicar muchas cosas.

Graciela se fue a su lugar, pero en su mente no dejaban de bailar las imágenes de Lucrecia acariciando la cara de Augusto. Los celos la envolvían. Trató de calmarse, pero no podía.

Julio le habló, ya tenía como cinco minutos ahí parado sin que ella lo haya notado.

Graciela.

¿Eh?, perdón estaba distraída.

Ya vi, ¿te pasa algo?

No, ¿qué deseas?, preguntó a su vez.

Necesito estos papeles, son de un cliente muy

importante.

Está bien, dámelos, pasa más tarde por ellos.

Gracias, pero ¿de verdad que estás bien?

Sí, no te preocupes.

Julio se fue a su lugar sin decir más.

A las seis de la tarde, Augusto salió del despacho dejando los papeles que le diera Julio en el escritorio de Graciela.

¿Nos vamos?

Ella los puso en la bandeja del mensajero y salió del brazo de su esposo. Ante la mirada de Lucrecia que se moría de celos, coraje y envidia.

¿Qué tanto les miras?, dijo Caro.

Nada que te importe, dijo Lucrecia.

Uy perdón, ¿estás de genio?, concédeme un deseo, jajaja.

¡Déjame en paz!

Ese hombre es ajeno, además está recién casado con Graciela.

¿Acaso te pregunté?, metiche.

Lucrecia estaba que no la calentaba ni el sol.

Sentía un odio hacia Augusto, pero más por Graciela porque logró en poco tiempo lo que ella no pudo conseguir en varios años.

"¡Malditos los dos!, pero juro que me vengaré".

Caro la veía de reojo, Lucrecia echaba chispas por los ojos.

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¿Ahora sí me vas a explicar lo que pasó hoy?, dijo Graciela en cuanto llegaron a su casa.

Amor, esa mujer está loca, ella y yo fuimos amantes en un tiempo, pero ya pasó.

Y si es pasado ¿por qué la empleaste?

¿Tú qué hubieras hecho?, vino a mí llorando amargamente.

Es obvio que solo quería impresionarte. Y por lo que veo lo ha logrado.

Olvida eso, amor, tú eres mi esposa, ella no significa nada para mí.

Graciela lo observó unos minutos y luego dijo: procura no acercarte a ella, yo me encargaré de tratar personalmente con ella, ¿estamos?

Ok, tú mandas y yo obedezco.

Pasado el mal rato Graciela hizo la cena para dos y comieron en la tranquilidad de su hogar.

Más tarde; amor, ¿estás enojada?, preguntó Augusto acercándose a su esposa.

No, pero no me agrada para nada esa mujer.

Pues ya somos dos.

Y ¿por qué no te casaste con ella?

Jamás lo he pensado, es muy tóxica.

Fíjate que no me había dado cuenta, jajajaj.

Bueno, dejemos de hablar de Lucrecia.

Augusto se acercó más a ella.

Le besó palmo a palmo su cuerpo mientras la iba desnudando.

Luego la tumbó en la cama pasando sus manos por todo su cuerpo.

Graciela se retorcía de placer.

Augusto la vio y continuó con su "castigo".

Ella estaba tan excitada que dejó que Augusto hiciera con ella lo que quisiera.

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¿Qué te pasa Luc?, preguntó Nati a su amiga.

El imbécil de Augusto está feliz con esa idiota. Además de que me tiene haciendo limpieza por todas partes. Ya me cansé de lavar baños, las mujeres dejan mucho mugrero, y el baño de hombres apesta.

Pues por eso estás ahí para que los laves, jajaja.

Idiota, dijo Lucrecia, sentía unas ganas inmensas de golpear a su amiga, pero se contuvo.

Ay ya, no aguantas nada eres una boba.

No estoy para bromas te estoy diciendo lo que siento porque Augusto ya no me quiere ver ahí cerca, me humilló delante de su esposa.

Luc, no quiero ser grosera ni mala, pero tú te lo buscas por meterte con la esposa.

¿De qué lado estás?, yo creí que eras mi amiga.

Si soy tu amiga, pero tú no entiendes, si se casó con ella es porque la ama.

No, pues que bueno que eres mi amiga.

Ya, no te pongas así, alguien tiene que hacerte ver las cosas.

No quiero que me digas nada más. Yo voy a hacer lo que quiera y nadie me lo va a impedir.

Está bien, veo que no entiendes razones, haz lo que quieras, pero después no te quejes si algo te sale mal.

Ya estuvo bueno, ¿no?, no eres mi mamá ni mi hermana.

Estás de un humor insoportable. Mejor me voy a mi cuarto, estás en tu casa.

Lucrecia se quedó a dormir en la casa de su amiga. No quería estar sola.