Mi nombre era Rosana, pero morí en un motel de mala muerte con olor a humedad y fracaso. Lo último que recuerdo antes de desmayarme fue un tipo que pensaba que pagarme le daba derecho a todo. Spoiler: casi lo logra.
Desperté en una cabaña en medio del bosque, con siete hombres mirándome como si hubiera caído del cielo... o del catálogo de fantasías medievales. Y yo, sin entender nada, tuve la brillante idea de decirles que me llamaba Blancanieves. Porque, total, ¿qué más daba? Ya había vendido hasta mi orgullo… ¿por qué no mi identidad?
NovelToon tiene autorización de abbylu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capítulo 18
La noche ya había caído sobre la fortaleza. El cansancio del entrenamiento con Gael todavía se sentía en los músculos de Rosana, pero su mente estaba demasiado activa para pensar en dormir. Caminó con pasos tranquilos hacia su habitación, pero la presencia cercana de los siete bandidos la hacía sentir algo raro, como una mezcla de miedo y emoción.
Cuando llegó a la puerta, vio a Tobias esperándola. Tenía esa mirada tímida que siempre la hacía sonreír, aunque esa vez ella sentía una mezcla de ansiedad y curiosidad. Él intentaba mostrarse seguro, pero sus ojos dejaban ver algo vulnerable.
—¿Tobias? ¿Quieres algo? —preguntó con la voz un poco temblorosa.
Él asintió y habló con voz baja pero decidida:
—¿Tienes un minuto, princesa?
Rosana rodó los ojos por enésima vez; ya le había pedido que no la llamara así, pero no tenía ganas de discutir.
—Está bien, pasa.
Tobias entró, y apenas cerró la puerta detrás de él, la tomó suavemente de los brazos, pero con firmeza. La presionó contra la puerta, sin dejar que se alejara.
—Déjame hablar —dijo él, con una mirada intensa que la hizo callar—. He pensado mucho en lo que me dijiste... y he decidido que sí, que quiero aceptar tu propuesta.
Rosana se quedó en silencio, sorprendida, pero él siguió antes de que pudiera responder.
—Sé que todos sienten algo por ti... Y aunque no me gusta la idea de que no seas solo mía, me duele más pensar que no pueda estar a tu lado. Me he mantenido alejado porque necesitaba entender si podía compartirte... si podría hacerlo sin perderme a mí mismo.
Tobias tomó un mechón de su cabello y se lo deslizó entre los dedos con cuidado. Rosana, atrapada en ese gesto, por fin pudo apartarse un poco y mirarlo a los ojos.
—Entonces... ¿aceptas quedarte conmigo cuando todo esto termine? —preguntó con seriedad.
—Sí —dijo ella sin dudar—. Acepto ser tu esposa.
Rosana le sonrió, sintiendo una calma que no esperaba. Rodeó su cuello con los brazos y lo atrajo para besarlo. El beso fue suave al principio, pero cargado de un deseo que había estado guardando mucho tiempo.
Tobias respondió con igual pasión. La levantó con facilidad para que sus piernas rodearan su cintura. El beso se hizo más urgente y él la pegó contra la pared. Bajó sus labios por su cuello, dejando una serie de besos que la hicieron estremecer.
—Solo prométeme que nunca me harás daño —susurró con voz ronca, mezcla de miedo y anhelo.
Los labios de Tobias eran suaves, pero también tenían un punto rudo que despertaba algo salvaje en Rosana. Ella sintió cómo perdía el control, dejándose llevar por esa mezcla de emociones.
—Tobias... —jadeó—. Para... estoy sucia... necesito una ducha.
—Puedo ayudarte —respondió sin soltarse, devolviéndole el beso con fuerza.
Ella lo miró y vio en sus ojos un fuego que la consumía. Decidió dejarse llevar.
—Al diablo —dijo con una sonrisa—. Ayúdame con mi vestido.
Tobias empezó a deshacer los cordones del corsé con manos temblorosas, recorriendo la piel blanca que aparecía poco a poco. Rosana se giró sin miedo, viendo el leve sonrojo en su rostro, y le preguntó con voz baja y tentadora:
—¿Vienes?
Él asintió y la siguió al baño, donde una tina ya estaba llena de agua caliente y vapor. Se desnudó rápido, quitándose las botas y la ropa con la urgencia de alguien que sabe que no tiene tiempo para perder.
Cuando ella se metió en el agua, volvió la vista y vio toda la tensión contenida en Tobias. Había deseo, respeto y algo más que ella no sabía cómo llamar.
—Dios... dame fuerza —susurró él, mirando lo que lo había vuelto loco.
Se acercó por detrás, sus manos recorrieron su espalda mojada, despertando la piel con caricias firmes pero suaves. Sus labios se posaron en su cuello, besándolo con ternura y urgencia al mismo tiempo.
—Princesa... te deseo —murmuró.
Rosana no pudo responder. Un gemido escapó de sus labios cuando su mano empezó a buscar la suya, acariciándolo con intención.
—Tobias —susurró, entre miedo y necesidad.
—Así quiero escucharlo —contestó con voz ronca—. Quiero oír mi nombre de tus labios.
Ella apoyó la espalda en su pecho firme, sintiendo su cuerpo temblar contra el suyo. Cuando llegó al clímax, su cuerpo vibró y se aferró a sus brazos con fuerza.
Rosana se giró y tomó el control. Se sentó sobre él, rozando sus cuerpos con un tacto que desafiaba el silencio de la noche. Lo miró con una mezcla de ternura y reto.
—¿Me quieres?
—Mucho, princesa —dijo Tobias, incapaz de ocultar su emoción.
—No... di mi nombre —pidió ella con voz firme.
—Blanca...
—Rosana —corrigió—. Blancanieves era débil, pero esta que tienes delante es una mujer que necesitaba amor.
Tobias besó su cuello con voz profunda.
—Blancanieves, Rosana o como quieras llamarte... no me importa. Lo que importa es que eres la mujer que quiero.
Sus cuerpos se movían juntos, sincronizados, en una entrega que no se guardaba nada. Tobias era cuidadoso, atento a cada reacción. Rosana se dejó llevar, disfrutando del calor, de la seguridad que le daba.
Los labios de Tobias rozaron sus pezones y ella se estremeció, jadeando:
—Muérdelos... quiero que seas rudo.
Eso despertó a Tobias por completo. La levantó en brazos y la llevó a la cama. La depositó con cuidado, pero con la mirada ardiente.
—Lo que ordenes, mi señora —dijo con devoción.
Esa noche, cada caricia, cada suspiro y cada palabra sellaron un pacto silencioso entre ellos. La fortaleza, la batalla y los miedos podían esperar. Solo existían ellos dos, con la promesa de un futuro juntos.
Definitivamente. Déjà Vu
déjà Vu! cuando Abigail se enteró que estaba embarazada