Austin lleva una vida envidiable y llena de éxito: es un médico de prestigio y forma parte de una hermosa familia. Sin embargo, tras su fachada impecable, guarda secretos y lleva una doble vida que mantiene en absoluto silencio. Todo cambia cuando conoce a una mujer misteriosa, cuyo carácter enigmático lo seduce y lo impulsa a explorar un mundo de placeres prohibidos. Este encuentro lo confronta con una profunda encrucijada, cuestionándose si la vida que ha construido y anhela realmente le brinda la felicidad genuina o si, en realidad, ha estado viviendo una ilusión.
NovelToon tiene autorización de Rose Marquez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La Enfermera Laura
Austin
Laura aparecía como una sombra suave, casi imperceptible. Al principio, era diversión, solo una enfermera más: eficiente, callada, con una mirada que parecía evitar el contacto directo. Pero bastaron unos días para notar que no era como las demás. Me observaba con una devoción que rozaba lo inquietante. No era admiración profesional. Era algo más profundo. Algo que se adhería a la piel.
—Doctor Austin, ¿necesita algo más? —me preguntaba al final de cada turno, con una voz que parecía temblar entre deseo y reverencia.
—No, Laura. Puedes irte —respondía, sin mirarla demasiado.
Pero ella no se iba. Se quedaba cerca, organizando papeles que ya estaban ordenados, limpiando instrumentos que no necesitaban limpieza. Me seguía con la mirada, como si cada uno de mis gestos fuera una señal secreta.
Una noche, después de una cirugía complicada, entró a mi oficina sin tocar la puerta.
—¿qué quieres? —le dije, sin levantar la vista del informe.
—Solo quería asegurarme de que estuvieras bien. Hoy fue una operación difícil.
Me giré. Su rostro estaba iluminado por la luz tenue del escritorio. Tenía los ojos brillantes, la postura de alguien que había cruzado una línea invisible.
—Estoy bien.
—Yo... a veces siento que cargas con demasiado. Que nadie lo te realmente.
Su voz era suave, pero cargada de una intensidad que me incomodó. Me levanté, caminé hacia ella, y me detuve a pocos centímetros.
—Laura, ¿qué estás buscando?
Ella bajó la mirada, pero no retrocedió.
—Solo quiero ayudarte. Estar cerca. Ser útil.
La dejé hacer. No por deseo, sino por control. Sabía que podía usarla. Y lo hice.
Le confié tareas que nadie más debía saber. Le pedí que espiara a mi competencia dentro del hospital, que siguiera sus pasos, que me informara si algo cambiaba. Laura aceptó sin cuestionar. Se convirtió en mi espía personal. Pero su devoción pronto se volvió peligrosa.
Comenzó a aparecer en lugares donde no debía estar. Me esperaba fuera del hospital. Me enviaba mensajes a medianoche con frases como:
"Te vi hoy. Estabas radiante. ¿Pensaste en mí?"
Una tarde, Sasha me encontró en el pasillo, con Laura siguiéndome a pocos pasos.
—¿Quién es la sombra que te persigue? —preguntó, con su tono burlón.
—Una enfermera. Nada importante.
Sasha se detuvo, me miró con esa mezcla de sarcasmo y sabiduría que la caracterizaba.
—Esa mujer está rota. Y tú estás jugando con fuego.
—Todos lo estamos —respondí, con una sonrisa cínica.
—No como ella. Tú te descompones por elección. Ella lo hace por necesidad.
Sasha siempre sabía más de lo que decía. Era como si leyera las grietas de las personas. Y en Laura, había visto una grieta que podía convertirse en abismo.
Esa noche, Laura volvió a mi oficina. Esta vez, no esperó invitación. Cerró la puerta, se acercó lentamente, y comenzó a desabotonarse la blusa.
—Laura, esto no es apropiado —dije, aunque mi voz carecía de convicción.
—No me importa lo apropiado. Quiero estar contigo Austin. Quiero que me hagas tuya.
Se desnudó con una lentitud ritual. Su cuerpo temblaba, no por frío, sino por ansiedad. Me miraba como si yo fuera su salvación.
—¿Me deseas? —preguntó, con los ojos llenos de lágrimas contenidas.
Me acerqué. La toqué. No por ternura, sino por poder. Y ella se entregó como si ese gesto fuera una promesa eterna.
Después, mientras se vestía en silencio, me dijo:
—No me dejes. No me ignores. No podría soportarlo.
La miré. Su voz no era una súplica. Era una advertencia.
Laura no era solo una aventura. Era una sombra que se adhería a mi piel. Una sombra que comenzaba a tener vida propia.
Sasha me llamó esa misma noche.
—¿La tocaste?
—Sí.
—Entonces prepárate. Porque ella no es como las demás. No se irá en silencio.
—¿Y tú? ¿Por qué sigues cerca?
Sasha rio.
—Porque tú me diviertes. Porque verte caer es como ver una obra de arte en proceso. Y porque, en el fondo, aún no has tocado fondo.
—¿Crees que lo haré?
—Lo sé.
Sasha era mi catalizadora. No me empujaba. Me ofrecía el veneno en copas de cristal. Me mostraba el camino, pero nunca lo recorría por mí. Era la arquitecta de mi ruina, pero también la única que entendía su belleza.
Laura, en cambio, era caos. Era necesidad. Era obsesión.
Comenzó a dejarme notas en mi casillero. A enviarme fotos. A seguirme fuera del hospital. Una noche, la encontré en el estacionamiento, llorando.
—¿Por qué no me respondes? —me gritó, con los ojos desorbitados.
—Laura, esto tiene que parar.
—No puedo. No quiero. Tú me haces sentir viva. No puedes quitarme eso.
La dejé allí, temblando, rota. Pero sabía que no sería la última vez.
Sasha me llamó al día siguiente.
—¿Te das cuenta de lo que estás creando?
—Una devota.
—Una bomba.
Me reí. Pero en el fondo, sabía que tenía razón.
Laura era mi espejo distorsionado. Mi reflejo en el agua turbia. Y mientras más me acercaba, más me perdía.
El hospital seguía funcionando. Las cirugías continuaban. Los pacientes me adoraban. Pero detrás de cada éxito, había una sombra. Una mujer rota. Una catalizadora silenciosa.