CONSTANTINE

No era seguro que se quedaran en la granja, por petición del padre de Luke, lo mejor era que se quedaran en la mansión Dune, que era la casa principal, aunque a Candace le agrada más estar en el campo.

- Madre, ¿cómo estás? - pregunta el padre de Luke.

- ¿No ves? Con una para chueca porque un idiota me disparó. - responde de mal humor pues odia quedarse sin hacer algo.

- Madre, sé que no te gusta estar quieta, pero es mi deber asegurarme que tendrás una recuperación tranquila. - contesta el hombre, tratando de calmarse ante la terquedad de su madre.

- ¡Pamplinas! Yo lo que necesito es mantenerme siendo útil, no estoy para estar limándome las uñas. - lo último lo dijo mirando a su nueva nuera, madrastra de Luke.

- Por favor mamá, ya es tiempo que te lleven a tu habitación. - dice el Comandante Dune, conoce perfectamente a su madre y sabe que está lanzando indirectas - Por favor, lleven a nuestros invitados a sus habitaciones, sean bienvenidos. - se dirige a los demás.

Costas detiene el andar de Irika, para luego llevarla a otro lugar de la mansión.

- Tú te vas a quedar conmigo en otro lugar. - le dice una vez están solos.

- Pero en tu departamento estaba siendo vigilada. - le dice.

- No es allí donde nos quedaremos, tampoco lo diremos, es obvio que tenemos un soplón entre nosotros y debemos dar con él. - le informa.

Por otro lado, Evon y Luke mantenían una discusión porque él quería que ella también se quedara en la mansión, a lo que ella se negó.

- Lo siento Capitán Dune, pero no soy ninguna damisela en apuros y quiero seguir cumpliendo con mi deber. - respondió.

- Eres... aaahhh... eres demasiado terca. - brama molesto el pelirrojo, levantando sus manos para luego, darse vuelta y salir del despacho de su padre.

Evon sonríe con disimulo, sabe que siempre gana ante ese hombre que la tiene enamorada.

- Señora Shakur, lo que necesite, solo pídalo. - dice el Comandante Dune.

A la que pareció no gustarle tal ofrecimiento, fue a la rubia oxigenada de su esposa. Para ella, los invitados de su esposo, incluyendo su desaliñada suegra, eran un verdadero fastidio.

- Muchas gracias, Comandante Dune. - responde la mayor de los Shakur.

Cada quien fue a su sitio, se volverían a reunir para la hora de la cena.

........

Por otro lado, Costas e Iri, estaban en otro departamento de él. Uno que estaba ubicado en una zona exclusiva de Miami. No muy bien entraron al lugar, ya Constantine estaba reclamando la boca de su mujer. El beso comenzó de manera salvaje, se notaban las ganas de ese par.

Le sacó la sudadera, luego el pequeño top que traía debajo, dejando a la vista sus pequeños pechos de botones marrones. El guapo griego se saboreó al ver aquella imagen, pasando su lengua con sutileza, al verla así.

Retomaron el beso, mientras el la sostenía por la nuca y con la otra mano, acariciaba su pequeño busto.

La ropa fue estorbando, quedando como Dios los trajo al mundo. Costas, besó cada rincón del cuerpo de su amada, hasta llegar al valle glorioso de su intimidad, donde se deleitó del sabor de su garota, llevándola a tocar las estrellas con las manos.

Los ojos emblanquecidos de Irika, al momento del nirvana, lo hizo ser feliz por ser el causante del derramamiento de su placer.

Este se incorporó, acomodándose entre las largas piernas de la morena, para entrar en ella, luego de ponerse la protección.

- Mmmm... Costas... - exclamó en medio de un gemido, al sentirlo entrar en ella.

La noche fue poca para entregarse en cuerpo y alma.

.........

- Señor, nuestro informante nos dice que el Bastardo de Lamprou se marchó con la garota, pero no pudo averiguar a donde se marcharon. - le informó el Simio.

- ¡Maldito hijo de puta! Ya castigaré a mi garota por estar con ese hijo de perra. - gritó, rabiando - Dile al estúpido de tu soplón, que necesito para ayer dónde tiene ese pelele a mi garota.

Zezé se levantó de su silla, se marchó directo a su gimnasio improvisado, se acomodó frente a la bolsa de box y comenzó a golpear con ímpetu. La sangre la sentía como lava. De solo imaginarse a Irika, teniendo relaciones con ese imbécil griego, quería ver correr sangre.

- ¡SIMIO! ¡SIMIO! - llamó a su mano derecha.

- Dígame Señor. - responde el hombre, que llega corriendo.

- Prepara la camioneta, iremos de cacería. - dice, mirando de una forma siniestra.

- Como ordene. - responde, saliendo con prestancia.

.........

- ¿Quién crees que sea el que le da información a ese asesino? - pregunta Irika, quien está recostada sobre el pecho bañado con una leve capa de vellos castaños.

- Tengo sospechas de uno de los policías que dejamos vigilando la grande de mi Mamhó, pero no puedo decir con certeza cuál es, se supone que eran de nuestra entera confianza. - expone sus dudas.

- Mmm, creo que debemos poner un sebo. - propone la morena.

- Eso estaba pensando, debemos pensar bien cómo lo haremos caer, ellos conocen muy bien nuestro movimientos. - dice, sopesando la situación - Mejor déjame volver a disfrutar de tu delicioso cuerpo. - se sube arriba de ella, para besarla.

A la mañana siguiente, fueron a la mansión Lamprou, fueron recibidos por los padres de Constantine. La madre de Constantine, quedó encantada con el porte y elegancia de Irika. De inmediato la imaginó, en una de las pasarelas de Pualina, su mejor amiga desde la infancia y quien era dueña de una casa de modas.

- Por Dios, mi amiga Paulina tiene que conocerte hoy mismo, eres preciosa. - dice la mujer con entusiasmo, mientras se textea con su amiga, que no tarda mucho en aparecer.

La loca amiga de Dafne, entró como un torbellino hasta la sala principal de la mansión.

- Hola a todos, Daf, quiero ver a la belleza que me dijiste. - saluda con su euforia de siempre.

- Hola tía Paulina, yo estoy bien, gracias. - le dice Costas de manera sarcástica.

- Ay sobrino precioso, no seas melodramático, que siempre te veo. - responde despreocupada y luego su mirada se detiene en Irika - ¡Por Dios! Daf, tenías razón, esta jovencita nació para ser un hermoso maniquí, que porte, que estatura. - dice con ojos encandilados por la belleza brasileña.

- Muchas gracias, señora. - dice Iri, sonreída por la manera de hablar de la mujer.

- Un gusto, cariño, soy Paulina Cortázar, dueña de Casa de Modas Pauline. - le toma las manos, a modo de saludo.

- Soy Irika Bilbao, es también un placer para mí, conocerla.

Pronto las tres mujeres se enfrascaron en una conversación, aunque las más activas eran las viejas amigas, que pretendían convencer a Irika, de tomar la profesión del modelaje.