EVOCACIONES DE ARABELA

Cuando se acabó el descanso, regresé rápido al salón con la esperanza de poder arreglar las cosas con la chica que inundaba mis pensamientos. La vi entrar. Estaba a punto de pararme, cosa que no ocurrió porque detrás de ella venía la maestra de inglés.

¿Qué iba a hacer? No estaba poniendo atención a la clase. La impaciencia me consumía, la vi a lo lejos sentada en su asiento como si no le importara nada, como si no le importara yo, eran tres filas convertidas en un océano asfixiante.

Hola, hablemos, por favor.

Era muy simple, volví a escribir.

Necesito explicarte.

Demasiado suplicante. Si ella era mi novia mi papelito debería de reflejar ese cariño.

Hola, amor, ¿podemos hablar?

Un poco atrevido para una noche de novias, pero me gustaba. Doblé el trozo de papel y le hice señas a Jess para que se lo pasara a Rebeca. El papelito solo cruzó sus manos y cuando estaba a punto de llegar a las siguientes se le cayó. Se agachó para tomarlo e intentarlo de nuevo.

—¿Qué es eso compañera? —cuestionó la maestra con la mirada fija en mi nueva amiga.

—Amm...—Jessica se puso nerviosa.

—¿Cuál es tu nombre y apellido?

—Jessica Morales.

—Morales, Morales —la maestra buscó en su lista.

—No te tengo apuntada. ¿Por qué no estás?

—Soy nueva aquí. Hoy es mi primer día.

—¿Es tuyo ese papel?

—No.

—¿Quién te lo pasó?

—Ah...

Apreté el borde de mi libreta.

—No sé, no vi quién me lo dio.

La maestra exhaló apretando los dientes.

—Bueno, si no es tuyo no te importará si lo lees en voz alta, pasa al frente.

Jessica se levantó lento y caminó más lento todavía.

—Ábrelo —indicó la maestra viendo a toda la clase.

En ese punto hubiera preferido decir la verdad desde un principio, quizá y eso hubiera evitado lo que vendría.

Jessica la miró esperando indicaciones.

—Lee, ¿qué dice?

Jessica me miró pidiendo disculpas con las cejas.

—Hola, amor, ¿podemos hablar? —pronunció. La maestra echó para atrás su cabeza. El barullo y la burla inundarón el salón. La maestra se rio un poco y negó con la cabeza.

—A ver, silencio —agitó las manos—. ¿Hay parejitas en este salón?

—No hay —alguien gritó del fondo.

—¿Hay o no hay?

—Sí —se escuchó un gran eco de varias voces.

—A ver, ¿quién?

—Rebeca y César —sonó el gran coro.

—César, el favorito de la dirección. No sabía que eras un rompe corazones.

— Ya ve —respondió el muy cínico.

—¿Esto es tuyo? —le señaló el papel en las manos de Jessica.

—Rebeca es mi novia, pero ¿para qué le mandaría papelitos si está sentada al lado mío?

¡Que no es! Torturé a la tapa de mi pluma.

—¿Rebeca?

—No. Mejor debería averiguar si hay más parejitas en el salón —Rebeca me miró y luego a Marlen—. El papelito estaba de ese lado.

—Está bien. Dejémoslo por hoy —Estiró la mano para que Jessica le diera el papel—. Sepan que la siguiente vez que vea que se están pasando papelitos, quien lo tenga, a esa persona le pondré reporte. Puedes sentarte —le indicó a Jessica—. No te dejes influenciar por tus compañeros o compañeras —remarcó la última palabra. Jessica se sentó y asintió.

—Ahora a trabajar. Un ejercicio rápido: de los temas y palabras que hemos visto formen una frase que quieran decirle a una persona, no importa si no está aquí. Tienen 20 minutos.

Tic, tac, tic, tac, veía las manecillas de mi reloj y no se me ocurría nada.

—Listo, empecemos. ¿Quién quiere pasar a leer?

Todo mundo desviaba la mirada.

—¿Qué tal tú, Jessica? Ves ya me aprendí tu nombre.

—No es muy grande mi frase.

—No importa, además no viste los temas que revisamos.

—¿Puedo leerla desde aquí?

La maestra asintió.

—I love you mom and I miss you.

—Muy bien Jessica, nos quieres contar el contexto.

Jessica se negó.

—Bien, ¿alguien más quiere pasar?

Ni un grillo se escuchaba.

—Yo —dijo Rebeca y se paró de prisa.

—Adelante.

Me miró sin dudarlo.

—Sometimes people lie but I didn't think that you would.

Me dolieron tanto sus palabras, ni siquiera estaban en español, pero el enojo con que las dijo, fue como si fuera un reclamo fuerte y conciso. Bajé la mirada. Rebeca se sentó sin que la maestra se lo indicara.

—¿Quieres compartirnos el contexto?

—No, gracias.

—¿Es porque la persona no está aquí?

Rebeca asintió despreocupada.

La miré con la cabeza baja y luego mis ojos se dirigieron a César, quién me veía con discreción, pero no una discreción cualquiera, sino una discreción amenazante.

Al salir la maestra del salón, me levanté como

rayo para explicarle a Rebeca, ni siquiera guardé mis cosas.

—Arabela se te cayeron —me avisó Jessica. Volteé y mi libreta y plumas estaban tiradas. Con razón había sentido que mi cadera golpeó algo. ¡Los pasé a traer! Comencé a levantarlas con las manos torpes. Marlen se dio cuenta de mi frustración.

—Déjalo, ve con ella —dijo, comenzando a recoger mis cosas.

Rebeca estaba saliendo del salón con César. ¿Porque con él? Siempre con él. Crucé la puerta y los vi irse por el pasillo.

—¿Lista para nuestras fotos?, ¿qué tal si nos ponemos ropa más cómoda? —cuestionó César en cada paso. Rebeca no le dio respuesta pero tampoco lo rechazó, siguió caminando a su lado dejando que él la abrazara por el cuello.

Las chavas me alcanzaron. Marlen me dio mi mochila y las tres vimos a sus espaldas avanzar.

—Me vas a matar por lo que te voy a decir, ¿puedo? —preguntó Jessica. Asentí —. No estoy segura de que ella lo haya dejado de querer. Si fuera así, no se hubiera ido como si nada.

Jessica no sabía gran parte de mi historia con Rebeca, pero había mucha razón en sus palabras. Eso me dolió más que la frase en inglés. Era yo la única que no se quería dar cuenta que nuestra relación en vez de avanzar estaba retrocediendo, como si una gran roca jalara de mí y dolía mucho.

—Bueno, ya. Tal vez mañana puedas hablar con ella —me abrazó Marlen por los brazos—. Mejor vamos a las maquinitas a jugar fútbolito. ¿Qué dices?

—¿No tienes que ayudar en tu casa?

—Hoy no. Mamá dice que me debo distraer.

—Sí, vamos —comentó Jessica y ambas me jalaron con todo y mi desánimo hacia las maquinitas.