La Emperatriz Calypso

Su tío Damian llegó al palacio con una comitiva de guardias y un prisionero de guerra. Calypso se sorprendió al ver al príncipe heredero Rykerian, el hijo del emperador Malakai, frente a ella.

—Tío Damian —dijo Calypso—, ¿qué significa esto?

Damian se inclinó.

—El nuevo emperador de Snow, lord Ryvlan, me envió con el príncipe heredero Rykerian —explicó—. Quiere que decidas qué hacer con él.

Calypso se sorprendió.

—¿Lord Ryvlan me deja decidir su destino? —preguntó.

Damian asintió.

—Sí, mi Emperatriz. Lord Ryvlan quiere demostrar su buena fe y su compromiso con la paz entre nuestros reinos —dijo—. El príncipe heredero Rykerian es un símbolo del pasado, y lord Ryvlan quiere que decidas qué hacer con él.

Calypso miró al príncipe heredero Rykerian, que parecía nervioso y asustado.

—¿Qué tiene que decir en su defensa? —preguntó Calypso.

Rykerian se arrodilló.

—Por favor, emperatriz Calypso —dijo—, sé que participé en la guerra contra Zandell, pero Mi padre me obligó a luchar. No sabía qué estaba haciendo.

Calypso lo miró fijamente y sin que nadie se diera cuenta, uso un hechizo para saber si decía la verdad.

—¿Sabías que la guerra era injusta? —preguntó.

Rykerian bajó la cabeza.

—Sí, emperatriz. Lo supe después de un tiempo. Pero no sabía cómo detenerlo. Mi padre me controlaba completamente.

Calypso se sintió dividida. Por un lado, Rykerian había participado en la guerra y había causado daño a Zandell. Por otro lado, había sido bajo el control de un hechizo puesto por su padre que terminó en el momento en que ese hombre murió.

—Necesito tiempo para pensar —dijo Calypso—. Tío Damian, por favor, lleva al príncipe heredero Rykerian a una celda segura. Lo juzgaré pronto.

Damian asintió y se llevó al príncipe heredero Rykerian.

Calypso se quedó sola en la habitación, pensando en el destino del príncipe heredero Rykerian. ¿Debía condenarlo por su participación en la guerra, o debía considerar su juventud y su situación? La decisión no sería fácil.

Ella se reunió con sus consejeros en el salón del trono para discutir el destino del príncipe heredero Rykerian.

—Emperatriz, creemos que sería prudente mantenerlo en el palacio como prisionero de guerra —dijo el consejero jefe, lord Thomas.

Calypso se sorprendió.

—¿Por qué? —preguntó.

Lord Thomas explicó.

—Mantenerlo aquí nos permite controlar su acceso a información y recursos. Además, podemos utilizarlo como herramienta de negociación con el imperio Snow en el futuro.

Calypso consideró la sugerencia.

—¿Y qué hay de la seguridad? —preguntó.

El consejero de seguridad, lord Michael, habló.

—Emperatriz, podemos asegurar su celda y asignar guardias adicionales para garantizar su seguridad y la de los demás.

Calypso asintió.

—Estoy de acuerdo —dijo—. Mantendremos al príncipe heredero Rykerian en el palacio como prisionero de guerra.

Sus consejeros asintieron en acuerdo.

—¿Qué hay de su tratamiento? —preguntó Calypso.

Lord Thomas sugirió.

—Podemos ofrecerle condiciones de vida cómodas, pero con restricciones adecuadas para un prisionero de guerra.

Calypso asintió.

—Estoy de acuerdo. Asegúrense de que reciba tratamiento justo, pero no olviden que es un prisionero.

Sus consejeros se retiraron para implementar la decisión.

Calypso se quedó sola en el salón del trono, pensando en el futuro del príncipe heredero Rykerian y en las implicaciones de su decisión.

—Es un comienzo —dijo para sí misma—. Un comienzo para la paz y la reconciliación entre nuestros Imperios.

Después de una mañana de reuniones y decisiones importantes, Calypso decidió pasar la tarde con su hermano Arslan. Necesitaba un descanso y tiempo para disfrutar de la compañía de su familia.

—Arslan, ¿qué estás haciendo? —preguntó Calypso, entrando en la habitación de su hermano.

Arslan se estaba jugando con un juego de estrategia en una mesa.

—Estoy jugando, Calypso —dijo, sonriendo—. ¿Quieres jugar conmigo?

Calypso sonrió y se sentó junto a Arslan.

—Sí, me encantaría —dijo.

Jugaron juntos durante horas, riendo y compitiendo en el juego. Calypso se sintió relajada y feliz, olvidándose de las responsabilidades y preocupaciones del gobierno.

Después de un rato, Calypso sugirió:

—¿Quieres salir al jardín conmigo? Necesito un poco de aire fresco.

Arslan asintió.

—Sí, me encantaría.

Salieron al jardín y caminaron por los senderos, disfrutando del sol y la naturaleza. Calypso se sintió rejuvenecida y renovada.

—Arslan, ¿cómo te sientes sobre la guerra? —preguntó Calypso, preocupada por la salud mental de su hermano.

Arslan se encogió de hombros.

—Estoy bien, hermana. Me alegra que haya terminado. Quiero que todos sean felices y vivan en paz.

Calypso sonrió.

—Eso es exactamente lo que quiero, Arslan. Y trabajaré para que eso suceda.

Arslan la abrazó.

—Te amo, Calypso.

Calypso lo abrazó también.

—Te amo, Arslan.

La tarde pasó rápidamente, y Calypso se dio cuenta de que había olvidado la hora.

—Tengo que irme, Arslan —dijo—. Tengo que trabajar en algunos asuntos de estado.

Arslan asintió.

—Está bien, Calypso. Te veré en la cena.

Calypso sonrió y se despidió de su hermano, sintiendo agradecida por el tiempo que habían pasado juntos.

Ella se sentó en su despacho, rodeada de documentos y papeles que requerían su firma. Había mucho trabajo por hacer después de la guerra, pero estaba decidida a asegurarse de que todo estuviera en orden.

Mientras firmaba documentos, su mente se desvió hacia la celebración que planeaba para sus soldados. Quería hacer algo especial para reconocer su valentía y sacrificio.

—Obeth —dijo, llamando a su consejero—. Quiero que organicemos una gran celebración para nuestros soldados. Quiero que sea algo que nunca olviden.

Obeth sonrió.

—Excelente idea, emperatriz. ¿Qué tiene en mente?

Calypso pensó por un momento.

—Quiero una gran procesión por las calles de la ciudad, con música y baile. Y después, una gran fiesta en el palacio, con comida y bebida para todos.

Obeth asintió.

—Me encargaré de ello, emperatriz. ¿Cuándo quiere que se celebre la fiesta?

Calypso pensó.

—Quiero que sea dentro de una semana. Quiero que sea un evento que todos recuerden.

Obeth se retiró para comenzar a planear la celebración.

Calypso continuó firmando documentos, sintiendo una sensación de satisfacción y orgullo. Su pueblo había sufrido mucho durante la guerra, pero ahora era hora de celebrar la victoria.

Después de un rato, Calypso se levantó de su silla y se dirigió hacia la ventana. Miró hacia el exterior, viendo a los ciudadanos de Zandell que se preparaban para la celebración.

—Pronto —dijo para sí misma—, nuestra ciudad será nuevamente un lugar de alegría y prosperidad.

La emperatriz sonrió, sintiendo una sensación de esperanza y renovación. La guerra había terminado.