Divorciada

Alessandro:

Esta mujer... jure hace años no volver a caer, pero no sé cómo lo logra y en dos días ya quiero que sea mía, que nadie la toque y que su tiempo sea mío.

Cuando mi prima me recomendó a su amiga nunca pensé que me encontraría con semejante mujer. Es una mezcla de sensualidad con inocencia que dan ganas de tenerla al límite y ver hasta dónde llega.

Sus persistentes sonrojos la hacen ver apetecible de una manera que no recordaba haber sentido antes y ahora estoy mirando la hora y regañando mi cabeza por estar tan tenso.

Saber que está quitándose la ropa dentro de ese baño me tiene en vilo, conteniendo las ganas de meterme allí y cumplir con mi promesa de deshacerme de todas sus prendas, lentamente, rosando su lechosa piel viéndola colorearse por mi roce y viendo que tan sensible es al tacto.

Mi hermana tiene que llegar ya o no habrá poder divino que me impida cometer una locura.

Un golpe en la puerta me saca de mi concentración, tratar de escuchar lo que pasa en el baño no ayuda a mi ansiedad. Me levanto y rápidamente me dirijo a la puerta de mi consulta para asegurarme que se trata de Laura.

Abro y asomo mi cara, ella me sonríe.

—¿Hermanito? —su saludo me irrita, como si fuera menor a ella y solo nos llevamos minutos de diferencia.

—Llegas tarde —la regaño nervioso, ansioso. Un minuto más y habría cometido una locura.

—¿Estas bien? —pregunto, salgo y la llevo conmigo a un lado.

—Si, pero no sé qué tiene esta mujer que me saca de mi eje —admito y ella me mira sorprendida.

Llevo años sin acercarme a una mujer, tanto así que algunos pensaban que me había pasado al otro bando. No, la última mujer con la que estuve me arruino de tal manera que de cierta forma me creo una fobia. Fobia que ahora se hace nada solo con tenerla cerca.

—¿Que necesitas que haga? —pregunta preocupada.

—Necesito que la midas, pese y anotes todas sus medidas —indico—. Está por comenzar con un tratamiento completo.

—¿Pero de eso no se ocupa Rick? —pregunta ella.

—No voy a dejar que otro hombre la vea por más que sea mi cuñado, eso ni loco —admito fregando mis manos con nerviosismo.

—¡Opa! Veo que te golpeo fuerte —dice ella divertida.

—Me alegro de que te diviertas —gruño.

—De cierta forma me alegro por ti hermano, creí que no volvería a ver al hombre que una vez fuiste, pero creo que me equivoque —anima y no sé cómo tomarlo.

—Solo entra ahí y encárgate de ella —pido ya sudando.

—Bien, no te pongas ansioso —dice tratando de calmarme—. ¿Ya tomaste tu pastilla?

—Si —admito mi derrota.

—Bien, cuando tenga todo te llamo enseguida —dice y se mete dentro de mi consultorio.

Me dirijo a la cocina, necesito un vaso de agua urgente, hoy ha sido un día muy estresante para mí. La ansiedad me está volviendo loco y las ganas de tocarla aún más. Tenerla en mis brazos se sintió bien, demasiado bien para mi gusto.

Sofia:

Salgo del baño sintiendo que me muero de la vergüenza. Hace mucho que no estoy frente a un hombre en ropa interior y menos uno que me hace sentir cosas raras.

Completamente avergonzada me encuentro con una mirada similar a la de mi gruñón jefe, pero esta es femenina y más cálida.

—Hola Sofia, soy Laura hermana de Alessandro —dice la mujer parada frente a mí y miro a mi alrededor buscando al hombre que juro desvestirme prenda a prenda, pero no lo encuentro dentro del consultorio—. No está aquí, me pidió que tomara todas tus medidas para no hacerte sentir incomoda —aclara la duda que se debe ver reflejada en mi rostro.

—¡Oh! Vaya... que amable de su parte —digo y le dedico una sonrisa a la mujer tratando de sentirme cómoda.

—Si, amable... —balbucea como si supiera algo que yo no y estoy segura de que así es—. Mi esposo es el que se encarga de esto, pero al parecer mi querido hermanito no quiere que sea así.

—¿Y eso porque será? —pregunto mientras ella me indica que me suba a la báscula.

—Mmm... creo que está desarrollando algún tipo de afecto hacia ti y la verdad que me alegro —dice confundiéndome—. Eres muy hermosa y me pondría muy celosa si mi marido te viera ahora mismo —aclara y siento arder.

—¿Gracias? —su alago me confunde completamente. Realmente no me considero hermosa.

Rápidamente procede a tomar nota de mi peso y medidas a medida que la cinta recorre mi cuerpo. Cuando termina me indica que me vista nuevamente que enseguida seguiría con la consulta con su hermano.

Entro al baño y me visto más tranquila de que haya tenido esa consideración, pero no muy segura. De alguna forma quería que me viera, quería sentir sus dedos recorriendo mi piel, su respiración cerca. Me alegro de que haya sido así, después de todo por más que mi cuerpo quiera algo de acción mi mente no está preparada para algo nuevo por más tentador que sea.

Salgo y detrás del escritorio, sentado en su trono se haya el dueño de mis alteraciones hormonales. Tiene en una mano la hoja donde Laura fue anotando todo. Me acerco a la silla que ocupaba antes y me acomodo en ella. Levanta la mirada y me mira de una forma que no descifro, pero que como siempre siento que me desequilibra.

—No estas tan mal como piensas, de todos modos, haremos análisis —apunta mientas saca un talonario y comienza a garabatear en el—. Quiero estar seguro de que todo está bien en tu sistema. Al parecer no necesitas bajar tanto de peso, pero con los análisis veremos si hay algo que necesite mejorar.

—¿Diabetes por ejemplo? —pregunto.

—Una de ellas, tu tención es normal, pero hay que descartar colesterol y otras afecciones silenciosas, pero de vital importancia —dice, termina su nota, arranca la hoja y me pasa el papel—. Trabajo con un laboratorio específico, sacaras turno para realizarte estos análisis, ahora veremos a Rick, mi cuñado es el nutricionista.

—Ok...

—¿Todo bien con Laura? Creí que sería más apropiado que ella se ocupara de tus medidas —dice todo profesional, quisiera saber dónde se fue el sujeto picaron.

—Si, fue muy amable —menciono y me levanto de mi lugar, siguiente parada: nutrición.

—Vamos a comenzar con una dieta básica mientras esperamos el resultado de tus análisis y luego la ajustaremos, el preparador físico ya está armando una rutina para ayudarte a bajar de eso y tonificar, supongo que hacer músculos no es lo tuyo —indica.

—Llevas razón —llegamos a la planta de arriba donde están las demás consultas.

Es la primera vez que estoy aquí y es como otro gimnasio, hay aparatos en un área amplia y una zona alfombrada.

—Aquí mi hermana da sus clases de pilates, por si te quieres apuntar en ellas son muy buenas —anima y realmente me tienta saber de qué se trata.

—Primero necesito mover este esqueleto, creo que no estoy lista para lo que sea esto —señalo, se lo ve agotador y no creo que mi perezoso cuerpo lo resista.

—Bien, no lo descartes enseguida, es una buena combinación junto con la otra rutina —dice y golpea una puerta.

Se escucha unos ruidos dentro, como de cosas moviéndose, risas y cuando miro a mi lado Alexandro está negando con los ojos cerrados y los dedos de su mano derecha en el puente de su nariz.

—¿Tenia consulta? —pregunto en un murmullo.

—Mi hermana está ahí —dice emergiendo del escondite de entre sus dedos, su mirada se una a la mía y siento como si un calor fluyera entre ambos.

—¡Oh! —gimo al percatarme de la indirecta.

—Si, oh —dice y la puerta se abre de golpe mostrando a una Laura un poco más desalineada de cuando estuvo conmigo.

—Lo siento chicos, nos pusimos un poco revoltosos —señala.

—No necesitamos detalles Laura —gruñe mi jefe.

—Eres un aburrido —dice ella divertida—. Bueno los dejo, tengo una clase en quince minutos. Suerte —dice al final mirándome y dándome una palmadita de ánimo.

Ni que entrara a un purgatorio.

Bueno, más o menos es algo así, solo espero que me deje tomar algunas golosinas debes en cuando.