Arata, un omega italiano, es el hijo menor de uno de los mafiosos más poderosos de Italia. Su familia lo ha protegido toda su vida, manteniéndolo al margen de los peligros del mundo criminal, pero cuando su padre cae en desgracia y su imperio se tambalea, Arata es utilizado como moneda de cambio en una negociación desesperada. Es vendido al mafioso ruso más temido, un alfa dominante, conocido por su crueldad, inteligencia implacable y dominio absoluto sobre su territorio.
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Capítulo 18: tú en mí
Finalmente, Mikhail se inclinó, cerrando el espacio entre ellos, y sus labios se encontraron en un beso feroz, lleno de pasión contenida y de algo más profundo que ambos habían estado negando.
Mikhail lo besó con una intensidad que Arata jamás había sentido antes. Era como si todo lo que había reprimido, cada sentimiento no dicho, cada caricia contenida, explotara de golpe en ese momento. Las manos de Mikhail se aferraron a su cintura su agarre firme, pero no doloroso, que lo cargaron de una manera delicada pero con mucho dominio.
Mikhail lo llevó a la cama con una firmeza qué solo un alfa en rut podía manifestar. Arata apenas pudo procesar lo que estaba sucediendo cuando su espalda tocó las sábanas. Sentía la presión del cuerpo de Mikhail sobre el suyo, abrumador y envolvente, como un depredador acechando a su presa. Los ojos dorados de Mikhail, intensos y hambrientos, lo devoraban de pies a cabeza con una mirada que hacía que cada fibra de su cuerpo se tensara.
Arata tragó con dificultad su corazón latiendo con fuerza. Las manos de Mikhail encontraron sus caderas, grandes y firmes, qué comenzaron a despojarlo lentamente de sus ropas. Arata sintió el frío del aire en su piel desnuda, pero más aún, sentía el calor abrasador del alfa. Los dedos de Mikhail se movían con una precisión lenta y calculada, desnudándolo poco a poco, bajando las prendas hasta que no quedo nada de ellas.
Mikhail tomó una de las piernas de Arata, levantandola con facilidad hasta colocarla sobre su hombro, el movimiento tan natural y fluido que Arata apenas pudo reaccionar. Su respiración se entrecortó cuando sintió la lengua de Mikhail entre su muslo, caliente y húmeda, provocando un estremecimiento involuntario qué recorrió su cuerpo. El alfa mordió suavemente la piel, dejando pequeñas marcas que ardían con un placer indescriptible.
El gemido de Arata fue suave, pero lleno de anticipación. Su cuerpo respondía sin control, estremeciéndose bajo el toque de Mikhail, mientras este ascendía lentamente por su piel, saboreando cada centímetro como si fuera un banquete. El aire estaba cargado de feromonas, un aroma intoxicante que nublaba los pensamientos de Arata, envolviéndolo en un manto de deseó puro.
Cuando Mikhail finalmente llegó a su oído, su aliento caliente contra la piel sensible de Arata lo hizo temblar aún más. Entonces, susurró con una voz ronca y profunda qué resonó en cada fibra de su ser:
—Por cierto, feliz cumpleaños, Arata.
El omega apenas pudo procesar las palabras cuando Mikhail lo embistió con una fuerza que lo dejó jadeando, un gemido escapando de sus labios antes de poder controlarlo. El mundo se desvaneció, dejando solo la sensación cruda y abrumadora del placer que recorría su cuerpo. Las feromonas lo embriagaban, inundando sus sentidos, y su lazo con Mikhail latía con fuerza, como si estuviera latiendo por dentro.
Cada movimiento, cada embestida, lo sumergía más en un espiral de deseo, donde el dolor y el placer se entrelazaban en una danza perfecta. Arata no podía pensar, no podía resistirse. Solo podía sentir, ser arrastrado por la marea imparable que Mikhail había desatado. Cada respiración, cada suspiro, era una rendición total.
El alfa no le dio respiro, moviéndose con una intensidad que dejaba a Arata temblando bajo su dominio, su cuerpo respondiendo al ritmo feroz y urgente. La conexión entre ambos era innegable, una fuerza que los mantenía unidos en ese momento de abandono total, donde el mundo exterior ya no importaba. Todo lo que existía eran ellos dos, una sinfonía de cuerpos, la culminación de lo que había sido inevitable desde el principio.