Alexandra nuestra protagonista tenía una vida tranquila al lado de su hermana y su mamá, pero el dia de la graduación de su hermana aparece después de tanto tiempo el ex novio de su ex mejor amiga, con una noticia inesperada, diciendole que su ex mejor amiga estaba desaparecida, esté le pide que le ayude a buscarla, pero lo que ella no sabe es que él guarda un secreto detrás.
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CAPÍTULO 18: UN DIA CON PAPÁ
En mi mente apareció la imagen sonriente de mi madre, junto a Payton, en el desayuno, en el almuerzo y la cena, imágenes en la fiesta de graduación; el vestido rojo que llevaba Payton aquel día ¿y qué hay de ella? Sigo con la duda de saber si fue adoptada por mi madre.
Suspire.
Esto me causa un horrible desespero, mi madre realmente se fue y no me dijo a dónde ¿dónde están mis cosas? ¿Mi ropa y mis libros? ¿Dónde están ellas?.
—Que desconcertante —pronuncié a baja voz.
****************
Pasé las siguientes tres semanas paseando en soledad por la mansión, aunque no estaba sola completamente, así me sentía. Padre me contó un poco más de su historia con mamá, también dijo que en un mes contrataría a profesores para educarme como una verdadera señorita y me enoje con él, diciéndole que mi educación era perfecta, pero corrigió rápidamente mi postura y forma de hablar.
También me he estado esforzando en recordar mi infancia, ya que no recuerdo nada desde mi adolescencia, dice mi padre que traté de recordar. Le conté sobre mis sueños locos y extrañamente vividos, él dijo que pude haber estado recordando inconscientemente y le creó porque se hacen más presentes cuando pasó por cada lugar de esta mansión; el jardín, las flores blancas y el piano. Todo aquí me hace sentir extrañamente triste; como si hubiese encontrado algo que perdí hace mucho tiempo, pero a la vez como si ya no me perteneciese.
Ahora estoy esperando a mi padre, pues quedamos de salir de compras. Realmente le hice caso a mi madre y pude ver que es una gran persona.
—¿Estás lista? —comentó mi padre detrás de mi.
—Sí, padre —respondí, y en mi rostro se dibujó una gran sonrisa.
—¿Esperaste mucho? —preguntó.
—No, pero pensé que tal vez no tendrías tiempo hoy —confesé, mientras me subia al auto.
—El tiempo que pasó contigo es mucho más valioso, querida —me dedicó una sonrisa genuina—. ¿Qué tipo de ropa te gusta?.
—Es todo lo contrario a la señora Lina —expliqué—. Ella usa ropa muy colorida y no es mi estilo.
—Quieres contarme en el camino que tipo de ropa te gusta —propuso.
El chofer hizo rugir el motor y dio marcha al auto. Me llevé todo el camino contándole casi la mayoría de mis gustos a mi padre y no solo de ropa, también incluí libros y películas.
—Tus preferencias son extrañamente raras —expresó mi padre—. Tengo la impresión de que te describes como una chica gótica.
¿Gótica?
Bueno, esa palabra suena bien, pero no me describe a mí, ellos son muy diferentes, su cultura no va conmigo. A mí solo me gustan los colores opacos por qué me siento bien usándolos, van más con mi tipo de piel. Por otra parte, el maquillaje; no lo utilizo mucho y además utilizó muy poco, como ahora, que solo me puse base, delineador y un poco de lápiz labial.
—No es así, padre —aclaré—. Solo amo ese tipo de colores por qué me veo bien en ellos.
Frunció el ceño junto a una expresión de haberlo entendido.
—Entonces, te gustan esos colores porque te ves bien —sonrió—. Excelente.
Luego de máximo una hora de camino, llegamos a un centro comercial, y sin espera alguna llevé a mi padre a mis almacenes favoritos. Escogí desde vestidos hasta todo tipo de ropa.
Me la pasé hablando y preguntando cosas sobre ¿como me veo? ¿Crees que me quedaría bien? Ese tipo de preguntas que haría cualquier chica que va de compras con sus amigas, pero la diferencia era que yo estaba haciéndole las preguntas a mi padre.
—Padre ¿qué tal algo formal? —pregunté, mientras él me observaba recorrer el lugar.
—Sí, estoy de acuerdo —comentó, su mirada fija en su reloj—. Por hoy este será el último almacén. Tenemos que comer.
—Por supuesto —acepté y sonreí—, y padre, muchas gracias.
Él me miró igualmente con una leve sonrisa.
Al salir del almacén, nos dirigimos a un gran restaurante en el mismo centro comercial. Nunca pensé que algún día estaría en un lugar tan lujoso como este aunque la mansión sea suficiente aun me sigo sorprendiendo. Nos dirigimos a una de las mesas, pedimos la carta y los tipos de comida me sorprendieron aun más. Tenían una muy buena presentación, pero me sorprendí apenas note los precios.
—Blaire ¿qué sucede?, ¿por qué tu rostro se congeló? —mi padre me miraba con desconcierto.
Mis ojos se posaron en él.
—¿Estás bien?, ¿no te gusta este tipo de comida? —preguntó.
—No, no es eso —exclamé, mi voz entrecortada—. Es que a-aquí todo es muy caro.
—No te fijaste en el precio de la ropa, pero sí en el precio de la comida —artículo—. Debes lucir bien para utilizar cada prenda de ropa, así que no te preocupes. Pide todo lo que se te antoje.
—Mamá me enseño a ahorrar y tú me enseñas a derrochar —comenté, mis ojos en la carta—. Qué diferentes son.
—Bueno —pronunció—, vamos a pedir algo parecido, ya que no te decides.
Mi padre observó la carta.
—Sí, la verdad no sé que pedir —dije, colocando la carta sobre la mesa.
—Entonces pidamos Ensaladas gourmet, como entrada —sonrió—. ¿Qué te parece?.
—Sí —respondí—. Suena bien y se ve sano.
—De acuerdo —observó otra vez la carta—. Como plato principal, pescados y mariscos, de postre... —pauso para posar sus ojos en mi—. Te dejaré pedir el postre, adelante.
—Este de aquí, se ve delicioso —señalé, el primero que me llamo la atención.
—¿Tartas de frutas? —remarcó, mi padre—. Parece ser una buena elección.
Observó la lista de bebidas y su expresión tranquila y suave paso a ser de preocupación. Me miró y frunció el ceño con ingenuidad.
—Me temo que podrías causar problemas si bebes alcohol —dijo, en un murmullo y luego aclaró su voz—. ¿Quieres un agua de frutas o un jugo natural?
—¿Por qué piensas que causaré problemas? —expresé, frunciendo el ceño—. Nunca me has visto embriagada.
Mi padre se rio sutilmente, para luego cerrar la carta y luego llamo al mecero.
—La noche en que te presenté a mis colegas —pronunció—. Los hijos de Stephen y Davis estaban contigo cuando le gritaste enojada a uno de ellos.
—¿Qué? —dije, mis ojos de par en par—. ¿Cómo te diste cuenta?
—Casi todos en la sala te escucharon y vieron como Richard te saco en sus brazos —explicó.
Me mordí el labio y evité el contacto visual.
—¿Por qué me lo dices ahora? —dije, entre dientes—. Que vergonzoso.
Me tapé el rostro con las manos para que mi padre no viera mi expresión.
—No te avergüences —pronunció, con una voz suave como si quisiera consolarme—, tómalo como algo normal.
En esas se acercó el mesero, tomó el pedido y se marchó.
—Te pedí un jugo natural, porque nunca respondiste —comentó, su voz firme.
Trágame tierra, aunque no recordé inmediatamente, al día siguiente Noah me lo recordó e igualmente sentí vergüenza.
Que vergonzoso sé que Noah tiene la culpa así diga que no lo hizo a propósito. Por cierto, no me ha escrito desde ayer. ¿Le habrá pasado algo? Sé que es un poco loco. Solo espero que esté bien.
Unos minutos después de una buena comida comprar algunos libros no estaría mal.
—Padre ¿podemos comprar algunos libros? —pregunté.
—Claro que sí, querida —respondió, mi padre aun mirando su reloj—. Ve a la salida, yo pagaré.
—De acuerdo, padre —dije, y salí del restaurante.
Observé a mi padre dirigirse a la caja mientras observaba su reloj una vez más, creo que tiene cosas que hacer y por estar conmigo se está retrasando. Caminé con pocos ánimos hacia la pared para recostar mi espalda en ella.
—Escucha querida —dijo, mi padre apenas salió del restaurante—, tenemos que volver a casa. Compraremos los libros en otra ocasión.
—Pero tú no regresarás a casa —dije, mi vos apenas audible—, irás directo a tu empresa y me quedaré sola.
¿Por qué estoy diciéndole esto? A mí me gusta estar sola ¿qué me pasa?
Continuará...
Por cierto, escribe muy bien.