Bajo la lluvia es una historia de romance y pasión que surge de un encuentro inesperado. Mariana, marcada por un pasado complicado, conoce a Samuel, un hombre enigmático que despierta en ella emociones olvidadas. Sin embargo, cuando su exnovio reaparece, el amor se ve amenazado por los fantasmas del pasado. Entre secretos, deseo y decisiones, ambos deberán enfrentar lo que realmente significa arriesgarse por amor.
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cap:3
Mariana observaba el teléfono vibrar en la mesa. El nombre "Pablo" iluminaba la pantalla, desafiándola a tomar una decisión. Samuel, a su lado, permanecía en silencio, pero su mirada no ocultaba la preocupación.
—Si necesitas contestar, hazlo —dijo finalmente, con una voz calmada que parecía contener más de lo que mostraba.
Mariana dudó por un instante, pero terminó rechazando la llamada de nuevo.
—No es importante —dijo, aunque las palabras sonaban vacías incluso para ella.
—¿Estás segura? —insistió Samuel, inclinándose hacia ella, como si pudiera ver a través de su fachada.
Mariana se levantó, sintiendo la necesidad de moverse, de hacer algo para aliviar la tensión. Se dirigió hacia la ventana y apartó ligeramente la cortina, observando la ciudad aún húmeda por la lluvia de la noche anterior.
—Pablo es mi ex —confesó de repente, sin mirarlo—. Salimos durante tres años. Cuando terminamos, dejó un caos... en mi vida, en mi cabeza.
Samuel se levantó también, caminando lentamente hacia ella.
—¿Y ahora quiere volver?
Mariana se encogió de hombros, sin saber qué responder.
—No lo sé. No hemos hablado en meses, y de repente empieza a llamarme. Siempre tiene algo que decir, algo que justificar, pero nunca termina de soltarme.
Samuel se detuvo a unos pasos de ella, respetando su espacio.
—¿Qué quieres hacer tú? —preguntó, su voz tan firme como comprensiva.
Mariana giró para mirarlo, y por un momento se sintió pequeña frente a él. Su sinceridad, su paciencia... era tan diferente a lo que había conocido antes.
—Quiero que me deje en paz —dijo, casi en un susurro—. Pero no sé si soy lo suficientemente fuerte para enfrentarlo.
Samuel extendió una mano hacia ella, tocando suavemente su brazo.
—No tienes que enfrentarlo sola. Estoy aquí si me necesitas.
Mariana sintió un nudo formarse en su garganta. Las palabras de Samuel eran exactamente lo que necesitaba escuchar, pero también le aterraba la idea de depender de alguien otra vez.
Antes de que pudiera responder, su teléfono vibró de nuevo, esta vez con un mensaje. Lo tomó rápidamente y leyó las palabras en la pantalla:
"Necesito verte. Por favor, es importante."
Era Pablo, y esas palabras la hicieron sentir como si el aire se escapara de la habitación.
—¿Qué dice? —preguntó Samuel, sin invadir pero claramente preocupado.
Mariana le mostró el mensaje. Samuel lo leyó y se quedó en silencio por unos segundos.
—¿Vas a ir?
—No lo sé —respondió ella, dejando el teléfono sobre la mesa—. Tal vez debería, solo para dejar las cosas claras.
Samuel la miró fijamente, sus ojos oscuros cargados de emociones.
—Haz lo que sientas que necesitas hacer, pero ten cuidado. No dejes que te arrastre de nuevo.
La intensidad de sus palabras hizo que Mariana se sintiera tanto protegida como vulnerable.
—Gracias —murmuró, acercándose a él.
Samuel la abrazó, y ella sintió cómo su calidez la envolvía, dándole una fuerza que no sabía que tenía.
Horas más tarde, Mariana estaba en una cafetería diferente, esperando a Pablo. Cuando él llegó, su figura alta y segura aún tenía ese efecto inquietante en ella. Se sentó frente a ella, su sonrisa un poco forzada.
—Gracias por venir —dijo él, como si el hecho de que estuvieran allí juntos fuera natural.
—No tenía intención de hacerlo, pero parecía importante —respondió Mariana con firmeza, manteniendo sus emociones bajo control.
Pablo suspiró, pasándose una mano por el cabello.
—Sé que lo arruiné. Sé que no tienes razones para creerme, pero estoy tratando de cambiar. Quiero arreglar las cosas, contigo.
Mariana sintió que su corazón daba un vuelco, pero no de la manera que esperaba. Ya no era la misma mujer que había estado dispuesta a todo por él.
—Pablo, no estoy aquí para volver al pasado. Lo que tuvimos... ya no existe.
Él la miró, como si sus palabras lo golpearan, pero no se rindió.
—Mariana, por favor, dame una oportunidad. Solo una.
Ella negó con la cabeza.
—No puedo. He encontrado algo, alguien, que me hace sentir viva de nuevo. No puedo volver contigo.
Las palabras salieron más firmes de lo que pensaba, y al decirlas, supo que eran verdad.
Pablo apretó los labios, asintiendo lentamente, como si aceptara su derrota.
—Espero que sea feliz contigo —dijo finalmente, aunque había un rastro de amargura en su voz.
Cuando Mariana salió de la cafetería, el cielo estaba despejado. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que respiraba con libertad.
Al llegar a casa, Samuel la estaba esperando, y en cuanto ella cruzó la puerta, la abrazó sin necesidad de palabras.
Mariana supo en ese momento que había tomado la decisión correcta.