Tú, Mi Bello Tesoro.

Santiago llegó a su departamento de soltero y no dejaba de pensar en esa bella mujer con la que tuvo la mejor noche de pasión de toda su vida; esa niña con cara de ángel lo llevó hasta el mismo cielo y lo hizo arder en el infierno todo al mismo tiempo. De repente se dio cuenta que al recordar su rostro gimiendo debajo de él, su miembro reaccionó inmediatamente como si ella hubiera despertado sus más bajos instintos.  Entonces agarró su celular y la observó por milésima vez desde que tomó esa foto y un sentimiento extraño se apoderó de su pecho, necesitaba con urgencia aplacar esa sensación de regocijo  que estaba experimentando por primera vez en su vida. Con una sed desmedida de borrar todos los recuerdos que se agolpaban en su mente, se sirvió un vaso de licor pensando que tal vez el alcohol calmara el calor que sentía en el medio de su alma y lo ayudará a olvidar. Luego de beber por un par de horas se recostó en su cama y lentamente se quedó dormido con la ropa y los zapatos puestos.

A media mañana lo atormentó una pesadilla horrible, se despertó exaltado y con su cuerpo cubierto de sudor, esa joven estaba en peligro y él no hacía absolutamente nada para ayudarla, solo veía como la torturaban y a gritos le exigían que se alejara de Santiago Santoro.

Con un terrible dolor de cabeza se levantó de su cama y se dirigió al baño, lentamente se despojó de cada una de sus prendas y con cuidado las puso en el cesto de la ropa para lavar.

Él estaba inmerso en sus pensamientos, el agua corría a través de su cuerpo, cuando una uñas largas y finas recorren su espalda y la voz de Diana se escucha con eco en el lugar.

⎯  La gatita de anoche no tuvo cuidado, mira como dejó tu espalda.⎯  dice en un tono frío y sin sentimiento.⎯  Tendré que aplicarte una crema o te quedará una horrible cicatriz en tu delicada piel.

⎯  Necesitaba desestresarme y tú no estabas.⎯ fue la cortante respuesta de Santiago al mismo tiempo que cierra el grifo y sale de la ducha envolviendo su cuerpo de la cintura para abajo con un toallon.

⎯  Creí que con lo que hicimos por la tarde en tu oficina era más que suficiente.⎯  se sienta en el inodoro y lo observa.

⎯  ¡No te sientes ahí, hay gérmenes! ⎯ la mira horrorizado.⎯ Levántate.⎯ le ordena.

⎯ Ok, me he sentado en sitios peores.⎯ ella se pone de pie y estira su falda.

⎯ No quiero saber.

⎯  Bueno, dime que te estreso.

⎯  Tuve visitas inesperadas, así que me estrese nuevamente, así que fui a buscar a alguien para sacarme la frustración.⎯ sus ojos por una extraña razón se pusieron verde y a Diana ese detalle no le paso de desapercibido.

⎯  Sabes que no me interesa que te acuestes con otras, no es necesario que me des explicaciones, ni detalles.

⎯  Lo sé, pero debemos hablar.

⎯  De acuerdo, te espero en la cocina, te haré un capuchino mientras te vistes.⎯ Diana agarró su cepillo de dientes y lo arrojó al piso solo para molestarlo. En su rostro pudo ver que algo había sido diferente con la mujer que pasó la noche, el brillo en su mirada y el cambio de color de sus ojos era una mala señal y más al saber que en su cuerpo quedaron rastro de la noche de pasión.

⎯ ¡¿Qué haces?!

 ⎯  Ups, lo siento se me resbaló.⎯ se disculpó ante la cara de horror que puso Santiago.

⎯  ¡Eres una bruja, ese cepillo era nuevo!

⎯  Seguramente tienes miles de repuesto.

Diana sale del cuarto de baño sintiendo que con su pequeña travesura mejoró un montón su estado de ánimo y ya sus dudas absurdas se desvanecieron.

Ella en la cocina preparó el desayuno: un capuchino con  croissant de canela para Santiago y un té de hierbas y una  tostada con mermelada de cítrico para ella. Cuando dispuso todo en cada extremo de la mesa, se sentó en una de las cabeceras y comenzó a mover sus uñas sobre el fino cristal en señal de impaciencia.

⎯ ¿Sabes qué hacer eses ruido insoportable no acelera las cosas?

⎯  Llegaste, quiere decir que funciona.

⎯  ¡Como digas!

 Santiago se sienta en su lugar habitual, y observa que todo se ve perfecto, salvo por el detalle que nada tiene azúcar y su sabor es desabrido, él se incorpora y va en busca de la azucarera entonces vierte dos cucharaditas en su bebida.

⎯ ¡Eso es veneno puro y además engorda!

⎯  Querida, con que uno de los dos haga dieta, es más que suficiente.

Diana mira como disfruta del contenido de su taza y decide que es mejor no perder más el tiempo y comenzar a hablar de una vez por todas.

⎯  Dime, ¿quién te visitó en la oficina?

⎯  Mi abuela.

⎯  ¿Ahora que quiere esa vieja?

⎯  No hables así de mi nona.

⎯ Perdón, pero esa mujer hace bastante que se ganó mi odio.

⎯ Lo sé, pero frente a mi la respeta, ella es lo más importante que tengo en la vida y nadie le va a faltar el respeto.

  ⎯ De acuerdo, ¿qué quería?

⎯ Lo de siempre, que me case y tenga una familia.

⎯ Le explicaste que por ahora es imposible.⎯ dice notablemente nerviosa.⎯ Anoche firmé un contrato y debo hacer campaña de modelaje de alta costura para Gino y sabes que por año busque ser parte de su staff.

⎯ Lo sé, siempre me repites lo mismo.

⎯  Es mi sueño y no voy a perder mi figura por complacer a Giovanna Santoro.

⎯ No te preocupes, tenemos un año para resolver todo esto, por lo pronto Trevor está investigando para que alquilemos un vientre y una madre sustituta tenga al bebé.

⎯ Eso es fantástico, sin embargo hay un pequeño detalle.

⎯ ¿Cuál?

 ⎯  ¿Quién se hará cargo de esa porquería una vez que nazca?

⎯ Diana, no lo llames así. Será nuestro hijo aunque crezca en el vientre de otra persona.

⎯ ¡Será tu hijo, yo no deseo ser madre!

Santiago golpea la mesa, se pone de pie y acorta la distancia que los separa entonces con una mirada gélida que paraliza a cualquiera le dice mientras la agarra del brazo.

⎯ Ese niño tendrá nuestra sangre. Tú serás su madre y yo seré su padre y lo tratarás con amor aunque sé perfectamente que tú no tienes corazón y no sabes amar.

⎯ Al igual que tu tesoro. Estamos hechos de la misma calaña, así que no finjas conmigo que serás un padre protector, cuando ambos sabemos que eso es mentira.

Santiago la suelta, camina hasta un gabinete, busca un paquete de cigarrillos y enciende uno.

⎯ Si no quieres seguir con el plan, será mejor que des un paso al costado y te largues de mi vida. Yo no voy a perder el tiempo contigo, ni mucho menos mi empresa, necesito un heredero y lo tendré contigo o sin ti.

Diana se pone de pie y camina contoneando la cintura, lentamente se acerca y le arrebata el cigarro; entonces lo lleva a sus labios, una vez que suelta el humo de sus pulmones directo en su rostro, lo mira a los ojos que ahora están de un color azul profundo y le dice.

⎯ No pienso perder mi mina de oro, por nada del mundo. Tendremos a nuestro hijo, seré una madre adorada y tú un padre encantador y cuando la vieja de tu abuela se muera, nos divorciaremos, me darás parte de tu fortuna y te quedarás con ese engendro.

⎯ De acuerdo, le pediré a Trevor que prepare el contrato.

⎯ Ten cuidado Santiago Santoro, si me llegan a engañar con la letra chica, te aseguro que será tu perdición.

⎯ Soy un hombre de palabra.

⎯ Muy bien, en seis meses nos casamos y a partir de ese momento alquilamos un vientre.

⎯ Perfecto.

Ambos estrechan sus manos en un pacto silencioso, si bien entre ellos no había ningún sentimiento de amor, se conocían lo suficiente para respetarse, tener confianza y siempre hablar sin rodeos. Su relación se basaba en negocios y sexo sin emoción.