Sinopsis:
"El Caballero y el Rebelde" es una historia de amor y autodescubrimiento que sigue a Hugo, un joven adinerado, y Roberto, un artista callejero. A pesar de sus diferencias, se sienten atraídos y exploran un mundo más allá de sus realidades. Deben enfrentar obstáculos y aprender a aceptarse mutuamente en este viaje emocionante y conmovedor.
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Capítulo 18: El Pasado de Roberto
Roberto nunca había olvidado la sensación de la brisa fresca rozando su piel mientras trabajaba en el lavado de autos, la camisa de tirantes pegada al cuerpo por el sudor. Fue en ese momento, bajo el sol implacable, que sus ojos se cruzaron con los de ella: Briz. Era una belleza exótica, con ojos color avellana que parecían penetrar su alma. Impulsado por un deseo repentino e incontrolable, la invitó a salir.
Aquella noche, bajo el tenue resplandor de las luces del bar, ambos se perdieron en una espiral de alcohol y pasión. Las inhibiciones se desvanecieron, y lo que comenzó como una simple atracción se convirtió en una noche de entrega total. Impulsado por el momento y sin pensar en las consecuencias, Roberto aceptó la invitación de Briz a su casa.
Ahora, años más tarde, mientras la vida con Hugo parecía haber encontrado un equilibrio, el pasado volvió a golpear a su puerta. El timbre sonó con insistencia, interrumpiendo la tranquilidad de su hogar. Con el corazón acelerado, Roberto se dirigió a la puerta, temiendo lo peor. Al abrirla, se encontró con Briz, más hermosa que nunca, pero con una expresión seria en el rostro. A su lado, un niño de aproximadamente siete años jugaba con una planta, ajeno a la tensión que se palpaba en el ambiente.
Roberto tragó saliva. Su mundo se desplomó en ese instante. Las palabras de Briz resonaron en sus oídos como un trueno: "Este es tu hijo". El niño, con los ojos grandes y curiosos, levantó la mirada hacia Roberto, como si buscara una conexión.
La revelación fue un golpe certero para Roberto. Recordó aquella noche de pasión, una aventura sin consecuencias que creía haber dejado atrás. Pero la vida tenía otros planes. Briz explicó que había firmado un contrato en Tailandia para una serie y que el niño era un obstáculo para su carrera. No quería darlo en adopción, pero tampoco podía hacerse cargo de él. Con un nudo en la garganta, le entregó al niño a Roberto.
En ese momento, Hugo llegó. Había estado trabajando hasta tarde y al entrar a la casa, se encontró con una escena que lo dejó atónito. Briz, Roberto y un niño desconocido. Instintivamente, su mirada se posó en el anillo de compromiso que aún lucía en su dedo. El silencio se apoderó de la habitación, cargado de tensión y preguntas sin respuesta.
Roberto trató de explicar lo sucedido, pero las palabras se le atascaban en la garganta. Hugo, con la mirada fija en Roberto, sintió como si el mundo se le viniera encima. Todos los problemas que habían superado juntos parecían insignificantes ante esta nueva realidad.
La noche se prolongó en una interminable discusión. Briz, visiblemente afectada, se despidió, dejando a Roberto y Hugo solos para enfrentar las consecuencias de sus actos. Hugo, herido y confundido, no sabía qué hacer. ¿Podría perdonar a Roberto? ¿Podrían superar juntos este nuevo obstáculo?
Mientras Roberto observaba al niño jugar con inocencia, se dio cuenta de la magnitud de su error. Había puesto en riesgo su relación con Hugo y había traído al mundo un hijo al que no estaba preparado para cuidar. La culpa lo consumía, pero al mismo tiempo, sentía un profundo amor por ese pequeño ser que era fruto de una noche de pasión.
En ese momento, Roberto comprendió que su vida había cambiado para siempre. Tenía que tomar una decisión difícil y aceptar las consecuencias de sus acciones.
El silencio que se había apoderado de la sala era ensordecedor. Hugo observaba a Roberto con una mezcla de dolor y confusión. La imagen idílica que había construido de su relación se había hecho añicos. Sin embargo, un profundo amor por Roberto lo impulsaba a buscar una solución, a encontrar una manera de seguir adelante juntos.
"Roberto, necesito que me cuentes todo", dijo Hugo con voz firme, pero sus ojos reflejaban la herida que sentía.
Roberto, abrumado por la culpa, comenzó a narrar la historia desde el principio. Habló de aquella noche impulsiva, de la conexión instantánea con Briz y de cómo se había dejado llevar por la pasión. Confesó que había mantenido en secreto ese episodio de su vida por miedo a perder a Hugo.
Hugo escuchó atentamente, tratando de comprender las razones detrás de la decisión de Roberto. Aunque el dolor aún estaba presente, también sentía una profunda empatía por su pareja. Sabía que Roberto había cometido un error, pero también sabía que lo amaba.
Al terminar de escuchar, Hugo tomó una decisión. "Te perdono, Roberto", dijo con voz suave. "Pero necesito que me prometas que esto no volverá a suceder. Necesitamos construir una nueva vida juntos, los tres".
Roberto, aliviado y agradecido, abrazó a Hugo con fuerza. Juntos, decidieron criar al niño como si fuera suyo. Los primeros días fueron difíciles. El niño, acostumbrado a una vida nómada, se mostraba desconfiado y tímido. Pero poco a poco, con paciencia y amor, comenzó a adaptarse a su nuevo hogar.
Cuatro días después, Briz regresó, esta vez con un aire de urgencia. Llevaba en la mano unos papeles que le entregaría a Roberto. Explicó que su vuelo salía esa misma tarde y que quería asegurarse de que el niño estuviera en buenas manos. Con un nudo en la garganta, firmó los documentos que cedían la custodia completa a Roberto.
A partir de ese momento, la vida de Roberto y Hugo dio un giro radical. Se convirtieron en padres, aprendiendo a cambiar pañales, a contar cuentos antes de dormir y a lidiar con las rabietas infantiles. Al principio, todo fue un caos, pero poco a poco encontraron su ritmo.
El niño, al que llamaron Mateo, se convirtió en el centro de sus vidas. Roberto se maravillaba al ver al pequeño explorando el mundo con ojos llenos de curiosidad. Hugo, por su parte, encontraba una nueva fuente de felicidad en el cuidado de Mateo.
Con el paso del tiempo, la herida que había dejado la revelación comenzó a cicatrizar. Roberto y Hugo se hicieron más fuertes, su amor se profundizó y su vínculo se fortaleció. Habían superado juntos una prueba difícil y habían salido victoriosos.
Hugo, mientras observaba a Roberto jugando con Mateo en el parque, se sentía en paz. Había perdonado a Roberto, no solo por amor, sino también porque sabía que su pareja era capaz de cambiar y de ser un buen padre. Y aunque nunca podría olvidar lo sucedido, había decidido mirar hacia adelante y construir un futuro feliz junto a Roberto y Mateo.