Hay mujeres que aman con fuerza, entrega y sacrificio. Rosario creyó que su matrimonio sería para siempre. Pero el que creía el amor de su vida no lo pensó así.
La historia de Rosario es la de muchas mujeres que lo dan todo en una relación y que al final comprenden que una relación es de dos.
Permítanme contarles la historia de ésta mujer común y corriente, una de nosotras.
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Los Pedazos de Odette
Estuvimos casi tres años en el Puerto, era momento de partir. Arreglamos nuestros bolsos y tomamos nuevamente un tren.
Tenía dieciséis años y Gabriel diez. Esperaba que en el lugar que fuéramos pudiera ir al colegio. Ya le había enseñado todo lo que sabía. Pero era un niño muy inteligente, demasiado. Era un niño, especial, tímido con todos pero conmigo no dejaba de hablar. Me hacía preguntas que yo no tenía respuestas. Así que le compraba muchos libros, él era feliz leyendo.
Planeaba que nos estableciéramos unos tres años al lugar que llegáramos.
Vivía temerosa y cansada de vivir oculta. Siempre escondida de las autoridades. Veía un policía y entraba en pánico. Gabriel era un gran soporte en esos momentos. Me tomaba de la mano y no me soltaba hasta que pasaba el peligro.
La ciudad elegida se llamaba Villa Klock era pequeña, pero muy bonita, estaba a orillas de un lago muy grande. Había una gran colonia alemana
Habían muchos restaurantes. Entramos a uno y no me percaté por el hambre que llevábamos que no servían comida típica eran un restaurante alemán. Me paré para irnos, la carta estaba en ese idioma y a pesar de que tenía la traducción no conocía los platos.
Sucedió que Gabriel me dijo algo que me dejó helada.
--Mira son Wurst con Kartoffel. Papas con salchichas Odette no es nada raro. Son ricas.
Lo quedé mirando asombrada.
--Como lo sabes?
--No sé, solo lo sé. Me dijo sin darle la importancia que tenía.
--Que dice ahí?
--Bienvenidos a la tierra de los Sajones.
De repente él comprendió. Y noté por su expresión que estaba arrepentido.
--Seguramente me compraste un libro en alemán y ahí aprendi. Me respondió con vergüenza, sabiendo que mentía.
No le contesté nada. Me cayó un valde de agua fría. Sabía que mi teoría no estaba equivocada, a él seguramente lo habían raptado.
--Elige por mí por favor. No tenía ganas de comer, me palpitaba el corazón con fuerza.
Me pidió un plato de carne apanada con papas fritas.
Su rostro feliz se había quedado triste.
--Se lo que piensas Odette.
-- Pero si yo estuviera perdido porque no me buscaron? Y porqué no recuerdo nada?
--Nadie me buscó, viví solo por años, Sufriendo cosas horribles. Hasta que llegaste tú, me dijo enojado.
--Tu lo eres todo para mí Odette. Me tomó la mano con fuerza, esa mano que estaba dejando de ser la de un niño. Ya pronto sería un adolescente.
Aún lo veía como el pequeño que alimenté por primera vez. Pero ya había crecido estaba de mi altura y yo no era bajita. Usaba su pelo muy corto. Le gustaba que se lo cortara al ras. Y con los años se había ido aclarando. Era un niño hermoso.
--Gabriel, yo no te voy a dejar, pero no podemos cerrarnos al hecho de que si hablas alemán y lo lees. Es porque tú familia es alemana.
--No me dejes, no lo soportaría. Me dijo llorando.
--Escúchame, si en algún momento debemos separarnos, nunca supongas que te estoy abandonando, jamás te dejaría solo. Pero tú sabes y eso lo hemos conversado que si te están buscando yo no podría estar contigo.
--Debemos separarnos
--Tú sabes que me acusan de matar a un hombre. --Si me encuentran me meterán a la cárcel.
--Pero tu no lo hiciste!
--No. No lo hice, pero me culpé, debía hacerlo. Era un hombre malo, merecía morir. Se lo debía a mis tías. Le había contado parte la verdad. Pero del motivo y mi embarazo, él no sabía nada.
--Yo ante la Ley soy culpable.
Tenía una angustia en mi corazón, quería llorar, pero no podía hacerlo delante de él.
Gabriel era mi compañero. Nos habíamos ayudado. Él había sido mi escudo. Durante todos estos años. Únicamente éramos los dos. Jugaba muy bien el rol de mi hermanito. Y conmigo nunca más había él pasado hambre. Estaba conciente que él me amaba, pero más que eso yo era su diosa. Me idolatraba. Para él yo no tenía defectos.
Cuando un hombre me acusó de estafadora. Se fue sobre él como un toro embravecido. A pesar de su tamaño.
--Pide un rico postre necesito ir al baño. Por favor
Fuí al baño y me quedé un buen rato tratando de calmar mi pena. Si lloraba se daría cuenta.
Sentía que era el comienzo del fin.
Cuando salí frente al baño había una pizarra grande con datos. Siempre los miraba por si había algo sobre mi.
Mi cara no movió ni un músculo. Era una buena actriz.
Entre todos los anuncios y tarjetas pegadas, una llamó mi atención.
Delante de mi, estaba la foto de un niño pequeño de no más de tres años.
Decía:
"Se busca a Gabriel Hessen Klein. Niño desaparecido, se cree fue raptado. Tenía tres años al momento de su desaparición."
Habían varias fotos más con sus papás y otra con una pareja mayor.
Se ofrecia una recompensa, y habían unos números de teléfono de sus padres y abuelos que lo buscaban con desesperación.
Era él. No podía ser coincidencia, el nombre, la edad y el parecido.
--Que terrible no? No me había percatado que a mi lado estaba una mujer.
--Que te roben un hijo y no saber que pasó con él.
--Cada año vienen por información. Reparten volantes del niño. Han pasado como siete años y aún tienen la esperanza que lo encontrarán.
Pobre gente, seguro el pequeño murió. Pero para un padre la esperanza es lo último que se pierde.
Recorren el país en su búsqueda. Salen de vacaciones y comienza su peregrinación de pueblo en pueblo.
--Si quiere le doy unos volantes por si puede dejarlos por ahí. Van varios números de teléfono, por si acaso.
--Por supuesto, sería una forma de ayudar.
Me dió varios, los metí en mi bolso. Fuí a la mesa . Me senté sin mirarlo, sabía que si lo hacía comenzaría a llorar.
Estaba viviendo los últimos momentos antes del final.
Nunca supe lo que comía, lo hice en silencio y cabeza abajo.
--Podemos ir a una librería?
Tomé aire y le respondí.
--Claro que sí. Que libro quieres que te compre?
--Me gustaría uno de leyes.
--Leyes?
--He decidido que seré abogado y que tomaré tu caso.
--Serás el mejor sin duda. Vamos!
Compramos el que él quiso
Le compré una camisa y un pantalón, también varios lápices y un hermoso cuaderno.
--Me has comprado muchas cosas.
--Es porque desde ya te estoy pagando mi defensa.
--No tendrás que pagarme nada, soy tu hermano y me has dado solo felicidad desde que te conocí.
--Seremos los mejores hermanos y ya no tendrás que leer la suerte. Seremos felices, compraré una casa y viviremos por siempre.
--No te vas a casar?
--Nooo. Y tú tampoco solo seremos los dos.
Me reí y de tanto me largué a llorar no podía más con éste dolor. Tenía que dejarlo, lo sabía. Debía devolverlo. Nunca fue mío. Lo cuidé y protegí, pero nunca fue mío.
--No llores hermanita, cumpliré mi promesa, nunca más sentirás miedo.
Esa noche me acosté junto a él. Quería sentirlo y oler su pelo para guardarlo en mi memoria, así como tenía guardado en mi baúl de los olores que vivía en mi cabeza. El de mi hijo, mis tías y ahora Gabriel.
Tenía el sueño pesado. Nunca se despertaba solo. En su cuaderno le escribí una carta de despedida.
En dónde le explicaba que él había hecho mi vida feliz. Que había llegado en el momento exacto , en dónde la soledad era mi compañera. Que lo amaba, pero que no podía ser egoísta. Que me perdonara por no despedirme.
Que había descubierto su origen y que si lo estaban buscaban, hacía muchos años. Nunca lo abandonaron. Que a lo mejor yo contribui a qué sus padres no lo encontraran, porque vivíamos en las sombras.
Que no sería capaz de resistir la despedida de frente.Yo sabía mi amado Gabriel que un día debíamos separarnos. Que nuestro tiempo juntos era corto. Pero fueron buenos años juntos verdad?
Respeta mi decisión por favor. Debo seguir huyendo.
Nunca me olvides
Te amo hasta el infinito. Tú Odette.
Me quedé con él hasta que amaneció. Arreglé mis cosas y también las de él. Tomé mis bolsos y con el corazón partido salí de ahí dejando todo mi amor. Pero me llevaba nuestros recuerdos.
Me trasladé a la pensión de al frente. Me había puesto mi vieja peluca. Y esperé. Había dejado pagado todo, con una nota en dónde decía que debían llamar al número que había dejado marcado. Y decir que ahí estaba su hijo Gabriel, que debían venir a buscarlo. También había dejado una carta para los padres explicando cómo lo había encontrado y que debían tener paciencia. Habíamos sido únicamente los dos por tres años. Que no sería fácil y que por favor no le hablarán mal de mi.
Que era un niño, muy inteligente y solitario. Que amaba leer. Y que lo amaran.
Mi mano comenzó a temblar y no pude seguir escribiendo.
Eran las ocho y media cuando llegó un auto, se bajó un hombre y una mujer, ambos de pelo claro, se estacionaron mal y entraron corriendo.
Pasaron horas, no se cuánto. Pero al final salió. Traía Él cargando sus bolsos y mochila. Yo escondida detrás de una cortina miraba todo. Él miraba hacia todos lados, la pareja le hablaba. Pero era como si él no los escuchara. Se veía molesto y no les hablaba nada. Estuvo más de dos horas parado afuera. Ellos le hablaban y él los ignoraba, sabía que él me estaba esperando, por si me arrepentía. Cuando vió que llegó la policía, se dió cuenta que sería un problema para mí. Se subió al auto, la mujer se sentó a su lado.
El policía hablo algo con él hombre y como el niño había subido al auto. Se fueron.
Lo vi mirar desesperado por última vez, con sus grandes ojos hermosos plagados de lágrimas. Fue la última vez que lo vi.
Me quedé todo el día acostada sin levantarme. De noche salí y tomé un tren, no sabía a qué lugar. Nada me importaba ya. Estaba sola.
Mi trabajo me había dado una gran seguridad económica, pero no quería saber nada más de Madame Monett.
Me establecí en una pieza, alejada de todo. Viviendo una apatía total con el mundo. Había perdido mi ilusión de vivir.
Pasé un año completo así, sin hablar con nadie y oculta como siempre. Cuando ví que ya no tenía dinero. Comencé a buscar trabajo, ahora era una mujer y podía conseguirlo y lo hice limpiando pisos en una cafetería. La mujer que me dió el trabajo me explicó como era todo. Iba bien hasta que su esposo acostumbrado a someter a todas las chicas que llegaban, se encontró con una que le dijo NO. El hombre comenzó a acosarme y no me dejaba en paz. Una noche que me hizo repetir la limpieza porque según él estaba todo sucio, hizo que perdiera el bus, así que comencé a caminar.
Unas cuadras más adelante me alcanzó, paró el vehículo y me invitó a tomar una copa. No lo escuché y seguí caminando.
Me tomó por mi pelo y me botó. Con rabia me golpeó la cara.
--Todas son unas putas, que se hacen las decentes. Abre las piernas puta! No hay mujeres difíciles para mí
No iba a pasar por lo mismo. Saqué mi cortaplumas y se lo enterré en el pecho. Los alaridos del cobarde hicieron que reaccionara.
Me paré y salí corriendo.
No me detuve hasta que el sudor no me permitía ver. Llegué hasta un puente. Miré las aguas torrentosas.
Era el final para mi.
Tenía diecisiete años, mi vida había sido buena, en mi niñez, me amaron y amé con el corazón. Tuve un hijo por obligación. Que tenía una familia que lo amaba. Pero al que nunca lo sentí mío. Gabriel fue un todo. Pensé que era yo la que lo ayudaba y era él quien me protegió.
La vida se había encaprichado conmigo, ahora en verdad había asesinado a un hombre. No era justo.
Pero cuando la vida a sido justa con los pobres?
Necesito descansar, no quiero luchar más. Estaba agotada . No tenía razón, no quería seguir.
Me subí a la baranda y le pedí perdón a todas por dejarlas. Nadie me necesitaba, era tiempo de partir
--Bájate de inmediato de ahí. No te voy a permitir que lo hagas, me tomó del pantalón y sentí un tirón.
Miré hacia abajo.
Era una mujer pequeña que llevaba una niña en sus brazos.
--Si Te tiras dejaré a mi hija en el suelo y me lanzare a sacarte del agua.
--Y lo que te haya llevado a tomar ésta decisión, tendrás algo más en tu conciencia.
--Si no salgo, mi hija quedará sola. No tiene a nadie mas.
--Tu decides!
La miré sin poder creer lo que esta mujer me decía. Haría ese sacrificio por mi?
--Déjame no lo valgo! Sigue de largo.
--Estoy rota, deja que me lance, a nadie le hago falta. Hasta mi mamá me abandonó.
--Trata de hacerlo. Me amenazó
Me tenía tomada con fuerza.
Comencé a llorar y comprendí lo que una vez me dijo tía Mabel.
--Los ángeles existen Odette. Aparecen de distintas formas y cuando uno menos lo espera. Dios ve el dolor y manda a uno de ellos. A salvarnos, a decirnos que hay algo más en el futuro, que Dios tiene otros planes para uno.
--Pero existe Dios?
--Claro que si. En algún momento cuando estes en el suelo sin ninguna esperanza él mandará a uno.
--Tienen alas?
--No. Son gente fuerte, pero lo sabrás de inmediato.
--Cuando te tocan tu sabrás que es uno ellos. La electricidad que producen estás personas es mágica. Aférrate a tu ángel y no lo sueltes.
Me bajé de la baranda y fuí cayendo al suelo. Me puse a llorar. Hacía mucho tiempo que no lo hacía. Lloré tanto que me vacié.
Saqué todo lo que tenía, lloré de pena, de la ausencia de la gente que me quería, y por Gabriel, porque sabía que sufría por nuestra separación. Pero tenía que dejarlo ir.
Ésta joven apareció de la nada, con una niña en brazos.
--Vamos! Levántate niña, comenzará a llover y debemos buscar un refugio. Se colgó su bolso, apretó a su hija dormida contra su pecho y tomó mi mano con fuerza.
--No quiero que Rosario se moje.
Me sentí como Gabriel cuando llegó a mi vida. Seguí a la mamá de la niña como un ser hambriento pero no de hambre, sino de esperanza. Había encontrado mi Ángel.
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