En el pequeño pueblo de Santa Lucía, Ximena Salazar, una dedicada, joven y apasionada aspirante a alcaldesa, se convierte en el blanco de la obsesión de Santiago Vargas, un oscuro mafioso con conexiones profundas en la comunidad que no se detendrá hasta tenerla entre sus brazos.
¿Podría el amor nacer de la obsesión?
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Pasado
—Si vamos a casarnos, ¿no crees que ya podemos dormir juntos?
—Ya sé, Santiago. Es solo que, quiero esperar. Aún no es el momento— Durante toda la cena, no dejo de comerme con la mirada.
Sé perfectamente que es lo que quiere y estoy consciente que en algún momento tendré que ceder o empezará a sospechar, pero mientras logre encontrar alguna excusa, no pienso acercarme a su cama.
—Esta bien— Suspiró tratando de ocultar su frustración. —Lo haremos a tu modo.
—Gracias— Le expresé.
—Pero que no durmamos juntos no puede impedirme hacer esto...
Me sostuvo por la cintura y me atrajo hacia el con fuerza. Sus labios rozaron los míos con delicadeza, como si estuviera tanteando el terreno, esperando no ser rechazado y una vez que obtuvo la luz verde por mi parte, no dudo ni un segundo en aumentar la intensidad de su beso, me estaba poseyendo con firmeza y autoridad, devorando con fervor mis labios mientras refregaba su abultada entrepierna contra mi.
Me desea. Esta claro.
Juraría que a penas está logrando resistirse.
—Santiago— Le dije cuando al fin pude tomar algo de aire. —Espera.
—Tu no lo entiendes— Sin apartarse ni dejar de darme cortos besos en la mejilla y los labios, siguió hablando. —Estoy que me muero por ti, Ximena. Por tenerte para mi. Por sentirte, por saborearte y hacerte mía.
—Ya habrá tiempo para eso— Le dije logrando apartarme de él y sus incesantes besos. —Más bien porque no me dices, ya que vamos a casarnos...¿Exactamente a que te dedicas? Tu familia, historia, todo. No quiero casarme con un hombre al que apenas conozco su apellido.
—No hay mucho que contar de mi— Inquirió algo tenso. —Mis padres murieron cuando yo a penas era un niño. Viví un tiempo en las calles y luego en un par de lugares de acogida— Es bueno conocer que tiene un lado más humano. —Tengo un hermano. Es maestro en la escuela que esta cerca de la plaza. Él fue una de las razones por las que me motivé a crear la nueva escuela— Supongo que todo monstruo tiene su lado amable, de seguro para tratar de apaciguar todas sus culpas. —Y sobre mis negocios, ingresé al negocio de los alimentos gracias al padre de Mónica.
—¿Tu ex esposa?
—Si. Él me enseñó todo lo que se y luego me dejo a cargo de la empresa.
—Entonces, ¿La empresa es de tu esposa?
—Ex esposa y no. Luego del divorcio llegamos a un acuerdo y yo terminé por comprársela. Ella nunca estuvo interesada en dirigirla y tampoco sabría como hacerlo, así que accedió.
Supongo que ahora tiene más sentido todo lo que Mónica me dijo aquel día en la cocina. Tiene miedo de que yo sea una caza fortunas que solo quiera quitarle todo lo que su padre construyó para ella.
—Me casé con Mónica por el compromiso y gratitud que sentía hacia su padre. Llegué a quererla de cierta forma, pero jamás creí que encontraría a alguien que despertara en mí lo que tú provocas.
—Fuiste muy fuerte para superar algo así de niño y salir adelante —comenté, ocultando lo que en verdad pensaba.
Es todo un experto en el tema de manipular, puedo verlo. Sé que no le importa nada, siempre y cuando se salga con la suya.
—No pensé que fuera posible después de cómo empezamos, pero has demostrado que no eres la bestia que creí que eras— Una gran sonrisa se plasmo en su rostro. —Creo que puedo ser muy feliz contigo, Santiago.
—Lo serás, te lo prometo. Yo me aseguraré de eso— Dijo mientras dejaba un corto beso en mi mano.
—Es algo tarde ya.
—Tienes razón, te dejaré descansar. Después de todo, ahora tenemos una boda que planear.