"En esta cautivadora novela, se teje una trama intrigante cuando un acaudalado hombre de negocios se une en matrimonio con una caprichosa heredera. De esta unión nace Helena, un personaje que emerge como el catalizador de una venganza destinada a desentrañar secretos, deslealtades y dolores ocultos. Con giros inesperados y personajes complejos, la historia nos sumerge en un viaje emocional donde el resentimiento de Helena se convierte en un hilo conductor que revela la complejidad de las relaciones familiares y los intrincados laberintos del poder."
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Capítulo dieciocho.
Eleonora miraba a Maximus en silencio, se habían instalado en su villa en Sicilia se encontraban sentados en la sala.
— No sabía que tenías una villa aquí.
— Sí, tengo varias propiedades en Italia, en realidad tengo que asistir a una boda así que me pareció lo más lógico y aquí estaremos tranquilos y podremos hablar.
— ¿De qué quieres hablar?, pregunto Eleonora.
— De ti, de nosotros y de Helena.
Ella se puso rígida, se puso de pie y caminó por la sala poniendo algo de distancia.
— No le veo el caso, regresaré a Londres o Atenas y todo seguirá como siempre dijo Eleonora.
Maximus se puso de pie y se acercó a ella la tomó de los hombros y la obligó a girar.
— Está vez no voy a dejar que escapes, Eleonora no podemos seguir así, tu no puedes seguir asi.
— ¿Qué quieres de mí ?, ¿Qué quieres que te diga?, respondió Eleonora.
—Quiero la verdad, Eleonora. Aquí no hay respuestas correctas o incorrectas.
Eleonora lo miró dubitativa, ¿cuál era la verdad?, ni ella sabía cuál era la verdad.
— Yo solo hice lo que tú esperabas que hiciera.
— Nunca hablamos de lo que yo quería, no asumas que sabes lo que pienso dijo Maximus estaba furioso, él no era un hombre violento no comenzaría a serlo con ella y además sabía que con ella tenía que tener tacto.
— Pero mi padre me dijo que solo era un negocio, que no podía esperar nada de ti, tú ibas a ir a la casa para que habláramos, pero yo me escape y las cosas cambiaron.
— Eleonora, yo no quería que mi esposa me abandonará ni mucho menos dejara a la niña conmigo.
— ¿Para qué iba a llevarla conmigo?, pregunto ella. De todas maneras me la hubieras sacado a la primera falta mía, y no me hubieras dejado volver a acercarme.
Maximus sabía que no podía negar la acusación, eso hubiera pasado tal cual ella decía.
— Pensé que odiabas a la niña, después de todo ella te arrebato tu herencia comento Maximus.
— Por supuesto que no, es mi hija. Solo lamento que Helena herede los negocios sucios de su abuelo.
— ¿Qué clase de hombre crees que soy?, esas prácticas sé terminaron hace años, jamás dejaría que la reputación de mi hija se viera manchada con eso.
— No puedo decirte la clase de hombre que eres, porque no te conozco. Viví once meses contigo y te veía a la hora de la cena con un poco de suerte. Siempre tuve claro cuál era mi lugar en tu vida, tu cama en otro lugar no había espacio para mí.
Maximus la miró en silencio, Eleonora se apartó tenia miedo.
Sin nadie a quien confiarle sus problemas se había visto atrapada por ese miedo. Un miedo que no sabía cómo contarle a Maximus. De modo que había fingido. Se había mostrado fría y distante con él... Y Maximus estaba tan apartado que no se dio cuenta de nada. Ellos apenas se dirigían la palabra. Era lo que quería pero, al mismo tiempo, había creado una espiral de desesperación de la que pensó que no podría salir nunca. Y entonces salia de compras zapatos, cosméticos, perfumes, ropa que nunca se ponía. Todos esos gastos... era una forma de buscar una distracción. Ni siquiera quería la ropa la mitad de las veces. Y la otra mitad había querido estar guapa, así de sencillo, para que Maximus la mirase aunque sea una vez.
Pero, aparentemente, lo que Serafina le había dicho tantas veces era cierto: ella no era la mujer indicada para Maximus. Un hombre que no quería comprometerse con nadie y que estaba acostumbrado a elegir entre las mujeres más guapas y más sofisticadas del mundo, solo la habia escogido por un heredero.
Las últimas semanas de embarazo habían sido fatales, tenía miedo y estaba sola, estuvo sola durante el parto, como si Maximus quisiera recordarle que ella no importaba, cuando regreso a la casa no lo volvió a ver ni una sola vez, Helena lloraba y ella no lo soportaba, quería acercarse, pero no podía porque temía lastimarla y entonces llegaban las niñeras y se hacían cargo de todo.
Entonces se fue, pero su agonía no había terminado ahí. El recuerdo de ese llanto no la dejaba. Lo oía en sueños y se despertaba, angustiada, buscando a Helena y sabiendo que no estaba allí. Eso había sido lo peor, los momentos más terribles. Y fue la primera vez que consumió, hasta ese momento solo había consumido alcohol, algunas pastillas en fiestas.
— Eso no es así, el problema tal vez es que no compartimos nada antes de casarnos, yo esperaba que te quedarás, que descubrieras que ser esposa y madre te podía gustar. Ya no podemos cambiar el pasado, ambos nos equivocamos, pero si podemos hacer algo por nuestro presente y futuro. Como te dije tú no puedes seguir así. Porque no descansas un rato tengo algunas llamadas que hacer.
Te invito a cenar esta noche, si estás de acuerdo.
— Sí, me gustaría respondió Eleonora agradecida necesitaba estar sola y calmarse no quería llorar delante de él.
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La llegada al restaurante fue un caos habían sido fotografiados en la entrada, ver al matrimonio Athanasiou juntos era todo un acontecimiento, para completar el lugar estaba lleno y había mucha gente esperando mesa no cabía ninguna posibilidad de que consiguieran una mesa, pero para sorpresa de Eleonora, Maximus consiguió una mesa en el reservado. Cinco minutos más tarde, un atento camarero italiano les estaba acompañando a su mesa.
— Es de un socio mío, él es quien se casa mañana dijo Maximus.
Él ordenó unos aperitivos sin alcohol y pasta para ambos.
Eleonora dejó el tenedor sobre la mesa y se reclinó en el asiento.
Estaban conversando, cuando Eleonora hizo una pregunta, pero él respondió con evasivas.
—Eso no es una respuesta. La respuesta de Maximus a su indignación fue esbozar una indolente sonrisa.
—Es la única que voy a darte, Maximus se reclinó a su vez y observó cómo daba cuenta del plato de pasta rústica que había escogido.
— Es que no te importa lo que dirán, pregunto ella.
— No, jamás me preocupo por cosas insignificantes.
— ¿No te molesta no fotografiaron?, pregunto Eleonora.
— No, eres mi esposa es lo más normal ¿a ti te preocupa?, ¿ estas saliendo con alguien?.
— No, por supuesto que no. Maximus la observó en silencio, desde que había salido de la primera internación había mantenido una estricta vigilancia, lo cierto era que Eleonora siempre estaba sola, al menos no tenía un hombre un su vida.
Eso era extraño, así como el hecho de que hubiera sido virgen, nunca antes del matrimonio se le hubiera ocurrido pensar que lo era. No lo sabía con certeza, pero tenía la leve sensación de que seguía siendo el único hombre que tuvo. Lo cual era extraño, ya que tenía 27 años.
–Esto está buenísimo, le dijo Eleonora le dio otro sorbo a su copa.
— Me alegra que te guste respondió él.
— ¿A ti no te gusta?, pregunto viendo que apenas Maximus había tocado la comida.
—¿Quieres que te diga qué me gustaría?. Ella asintió con un movimiento de cabeza
Me gustaría levantarme, salir de aquí, llevarte a nuestra casa y hacer lo que tanto deseo hacer contigo desde esta mañana. Puedo prometerte que no olvidarás, Koukla.
¿Tenían un problema y aquella era su solución? ¿Seducirla en un lugar público, donde cualquiera podría haber oído lo que decía? , pensó Eleonora.
Aquello era ridículo. Le dieron ganas de reírse. Pero su voz rica y algo amarga como el chocolate no era algo de lo que pudiera reírse. Sus miradas conectaron y Eleonora dejó escapar un tenue suspiro entre los labios entreabiertos. El deseo le recorrió las terminaciones nerviosas, cerrándole los circuitos de la lógica. Transcurrieron los segundos, y con ellos iba en aumento la tensión sexual. Maximus seguía mirándola con la misma intensidad que la desnudaba. El mensaje de sus ojos quedaba muy claro. Eleonora aspiró con fuerza el aire.
–Sí… Los dos se pusieron de pie a la vez. Maximus estuvo a punto de tirar la silla en el proceso. Dejó un puñado de billetes sobre la mesa, la tomó de la mano y gruñó.
–Salgamos de aquí.
—Eleonora –murmuró, fijándose en que se le marcaban los delicados pezones a través de la fina tela del vestido.
–Maximus –respondió ella casi sin aliento–. Tenemos que hablar.
–No, no tenemos que hablar, glyka mou –la contradijo él, acercándose más–. Vamos a hacerlo a mi manera. No vamos a hablar, sobre todo, no vamos a angustiarnos por nada. Esto es lo que es y vamos a disfrutarlo.
—No iba a angustiarme por nada protestó ella.
—No puedes evitarlo. Eleonora lo miró y sonrió, y sintió calor y un cosquilleo entre las piernas. Él se inclinó a besarla apasionadamente.–Oh... –dijo ella sin aliento, sorprendida por el desarrollo de los acontecimientos. Él le levantó el vestido lentamente, con la mirada clavada a la suya, como retándola a protestar. Sin apartarla, metió la mano por debajo de sus braguitas y la acarició. Y notó que ardía por dentro y se apoyó en él para no caerse. Tampoco protestó cuando Maximus la tumbó encima de la cama.
—Eres tan sexy, te deseo.
Ella abrió sorprendida abrio mucho los ojos,–¿Lo dices en serio?.
—¿Acaso lo dudas? Te acabo de tumbar en la cama para devorarte y tú me preguntas cuánto te deseo, respondió quitándole las braguitas y separándole las piernas–. Me encanta verte. Eleonora hizo un esfuerzo por recordar eso mientras él se quitaba el pantalón, liberando así su tremenda erección. Sintió calor y humedad entre los muslos, y un anhelo tan grande que tenía que haberla aterrado. Se dio cuenta de que estaba actuando por instinto, sin pensar siquiera en lo que Maximus le estaba diciendo.
– glyka mou sexy, sexy, sexy –dijo Maximus mientras se tumbaba encima de ella y la besaba apasionadamente.
Entonces la penetró con fuerza y empezó a moverse rápidamente. Murmuró algo y luego le dio un beso en la frente y le preguntó:–¿Te hago daño?
–Solo si paras, le respondió ella mientras le acariciaba la espalda primero, y después se aferraba a ella para gritar de placer. Se perdió en la sensación ni cuenta se dio que le había mordido en hombro hasta que fue volviendo poco a poco a la normalidad.
— Lo siento, no debí hacerlo dijo ella algo avergonzada.
–Yo tampoco he estado muy fino comentó Maximus. Mis disculpas.
–No pasa nada –respondió Eleonora, dándole un beso en el pecho, sonriendo porque se sentía feliz. Maximus se movió de encima de ella y la rodeó entre sus brazos lo cual fue muy agradable para ella, él no solía abrazarla después de tener relaciones sexuales.
— ¿Mañana me acompañarás a la boda?, pregunto él.
— ¿Quieres que te acompañe?, pregunto ella.
— Por supuesto, dijo él.
— Está bien te acompañaré, no creo tener nada adecuado para una boda dijo ella.
—Me ocuparé de eso ¿prefieres ir de compras?, pregunto él.
— No, me pondré lo que tú elijas dijo Eleonora.
Maximus le volvió a hacer el amor al amanecer, era media mañana cuando la empleada le llevó el desayuno por orden de él.
Ese día almorzaron en la terraza, se sentía tranquila y plena en ese lugar.
— ¿Cómo está Helena?, pregunto ella.
Maximus se puso tenso, en realidad él estaba esquivando la conversación.
— Está bien, después de la boda iremos a Londres me gustaría que te quedarás conmigo, el lunes asistiré a una reunión y después me tomaré unos días libres. Quiero que pienses lo que quieres hacer, si deseas intentar que nuestro matrimonio funcione lo intentaremos, si quieres tu libertad te la daré, me gustaría en ese caso que te instalaras en una ciudad y compraré una casa para ti. Si quieres que Helena pase tiempo contigo lo permitiré, pero necesitas estabilidad para eso, no puedes seguir vivíendo en los hoteles.
—¿Lo dices en serio?, pregunto ella.
— Por supuesto, Eleonora tú eliges tu futuro sea cual sea tu decisión yo estaré ahí para ti, ya sea como tu esposo, o como el padre de tu hija, siempre cuidaré de ti dijo él sujetándola de la mano.
saludos