Anabel es una joven hermosa y feliz , llena de esperanzas y sueños que se verán truncados , al verse obligada a contraer matrimonio con un desconocido.
Sumérgete en la maravillosa historia de Anabel , vive con ella sus alegrías y desdichas ...
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Anabel le planta cara al viejo .
Las palabras de Anabel tuvieron el efecto deseado en el corazón de su hermana. Ella sabía perfectamente que Anabel era la favorita de sus padres y aun así no dudaban en sacrificarla por el bien de la familia ¿ Qué no harían con ella que no aportaba nada y solo era un estorbo?
Anabel estaba tan resentida con todos que descargaría toda su rabia en esa pequeña traidora desagradecida. La muerte había dejado de ser una salida a su problema así que tendría que buscar otra alternativa.
Entró en casa y todo seguía sucio y desordenado, los niños lloraban hambrientos y con el pañal mojado.
Anabel - ¿Qué has estado haciendo toda la mañana? Los niños tienen hambre y se van a irritar, no les has cambiado. Tampoco has hecho la comida, no has recogido la casa.
Margarita - Todo eso lo sueles hacer tú.
Anabel - Pues eso se acabó. Yo me iré muy pronto y tú tienes que hacerte cargo de todo.
Margarita - Déjame en paz. Todavía sigues aquí, así que hazlo tú.
Su madre había oído toda la discusión y su corazón brincó de alegría, al suponer que ya comenzaba a aceptar su futuro matrimonio.
Rosaura- Ponte en pie ahora mismo, holgazana, la casa parece una pocilga y tu padre vendrá en un rato a comer y aún no has hecho nada.
Anabel - Que lastima me dais, os van a comer los gusanos cuando yo no esté. Hubiera sido mejor que se casara ella, ya que no aporta nada.
Margarita - Tú eres la mayor , ese honor te corresponde a ti.
La chica dejó caer la indirecta y se fue afuera a dar de comer a las gallinas.
Rosaura estaba estresada desde que Anabel le cedió el mando de la casa a Margarita, nada era como antes. Si no fuera porque el viejo estaba obsesionado con su hija mayor, no le importaría hacer un cambio de novia.
El padre no fue tan paciente con la niña, al llegar a casa a comer y ver qué aún no estaba lista la comida entró en cólera. Todo este tiempo su vida había sido muy tranquila y organizada, gracias a su hija mayor., pero de repente nada era como antes.
Habían pasado varios días y la situación empeoraba cada vez más. Tanto Juan como Rosaura estaban de mal humor y hasta los niños habían notado el cambio y estaban más irritados que de costumbre e incluso enfermaban fácilmente.
Anabel disfrutaba en silencio, cada vez que su padre se llevaba la comida a la boca y acababa escupiendola.
Juan - ¿ Qué demonios es esto? Está asqueroso ¿acaso crees que nos sobran los alimentos para desperdiciarlos de esta forma? Anabel, haz algo.
Anabel - Lo siento padre, si sigo haciendo todo, ella no aprenderá nunca y no creo que sea eso lo que ustedes quieren.
Juan - Maldita mocosa, más te vale que pongas empeño en tu trabajo o te voy a moler a golpes
Rosaura - Yo no aguanto más, Juan, esta niña es un desastre, no sirve para nada.
Margarita, lejos de disculparse con su hermana mayor y pedirle consejos Seguía con su actitud hostil, destilando veneno con cada palabra que salía de su boca.
Anabel estaba superada por la situación, de ser una muchacha feliz y alegre, ahora estaba totalmente triste y decepcionada por todos.
Fue a dar un paseo por el bosque y allí estaba ese viejo desgraciado frente a ella. Lejos de huir de él como hacía de costumbre, siguió caminando en su dirección.
Manuel - Mi bonita esposa, veo que ya has entendido que muy pronto serás mía. No te conviene enfadarme, querida.
Anabel - ¿Y si te enfado que harás? Pobre viejo arrogante ¿Acaso no ves que te gano en fuerza? Puede que me asustaras cuando era más pequeña, pero ahora eres tú el que me debe tener miedo. Te mataré antes de que llegues a tocarme un solo pelo y me quedaré con todo lo tuyo, soy la única que saldrá ganando. Mejor búscate una niña a la que puedas dominar.
El hombre no entendía nada, esa chica lo había amenazado y lo peor es que tenía razón. Era mucho más fuerte que él, la había visto levantar sacos con el doble de su propio peso. No podría obligarla a nada y sería humillante reconocerlo ante los demás. Se convertiría en el hazmerreír de todos los hombres de la zona.
Al volver a casa, reconoció el coche de los forasteros, tanto ella como su familia habían pensado que ya se habrían ido. No esperaba volver a verlos.