No Me Odies

Después de aquel almuerzo los encuentros entre Santino y Denisse no faltaron, no importaba si era una cena, una comida o simplemente un paseo con el pequeño David,  que ya había entrado en el juego y que al pelinegro no le molestaba para nada ir con él en brazos a donde sea que fueran.

Los arreglos para que Denisse llegara a tomar posesión de su nuevo cargo como ingeniera en la empresa de su, aún desconocido por ella padre, estaban listos,  solamente la mantenían sin presentarse que no quería dejar a su jefa y amiga sola todavía y que el hombre que siempre había  sido su padre y su hermano estuviera bien con su partida, pues no podrían acompañarla ya que el joven estaba estudiando.

En toda esa circunstancia Santino ya no sabía que hacer para contener las ganas de estar cerca de la muchacha,  y sobre todo las ganas que tenía de besarla, pero siempre llegaba a su mente como todos se referían a ella cuando le hablaban,  tu hermana, era la forma que todos usaban y el pelinegro nunca pensó que aborrecería tanto aquellas dos palabras en la boca de los demás, sin contar que si la besaba podría adicionar otra causa para odiarlo cuando ella supiera el secreto que estaban guardándole.

El momento de viajar a Irlanda llegó,  Santino se encargó de todo, incluso de acompañarla en el viaje, era un verdadero espectáculo ver a aquella pareja caminar por el aeropuerto,  ella pelirroja,  él con el pelo tan negro como una noche sin luna, y en sus brazos un pequeño tan rubio como el día más luminoso de verano, y mientras pasaban frente a las miradas curiosas de las personas en el aeropuerto, el Parisi se sentía el hombre más dichoso del mundo con solamente llevar a aquella chica de la mano.

Vivir lejos de su familia para Denisse no fue muy estresante, aunque después de la muerte de su madre no se habían vuelto a separar, ya la chica tenía experiencia de lo que significaba emigrar, y a su lado llevaba a su pequeño David,  lo más importante de su vida, y apoyándola Santino,  quién se había convertido en un muy buen amigo, aunque no era un sentimiento  de amistad precisamente lo que en muchas ocasiones despertaba en la chica cuando estaban juntos.

Los primeros días de su llegada ella los tuvo para dejar todo en orden, la casa que había reservado para ella la empresa no era para nada modesta, la mujer no imaginaba que trataran de esa forma a todos sus ingenieros, según su contrato el pago era bastante holgado, pero todos los otros beneficios que estaba recibiendo le parecían demasiado, incluido el pago de una niñera para su hijo, y mientras encontraban la adecuada, la señora Parisi y la abuela Diana se habían brindado para cuidar al pequeño.

Llegó el día de presentarse en la empresa, y con él conocer al padre de Santino y dueño de esta y como regalo adicional conocería a Cían,  el hermano menor.

El hombre a Denisse le pareció extraño, le hablaba secamente y todo el tiempo parecía estar conteniéndose de algo, pero al final fue muy amable, parecía tener mucha curiosidad en saber si estaba cómoda donde la habían instalado e incluso quiso conocer más de su hijo y tuvieron una breve conversación sobre que llevaban el mismo nombre, también se interesó por sus gustos y le dejó bien claro que lo que necesitara, fuera lo que fuera no dejara de decirle a él o a cualquier miembro de su familia, que todos estarían encantados de estar para ella, y el hijo menor fue muy agradable, y se brindó a ayudarla en todo tal como hacía su hermano.

Los días pasaron y ya Denisse estaba instalada y trabajando a tiempo completo, la niñera que habían encontrado para su pequeño era muy buena y capaz,  sin contar que siempre tenía revoloteando cerca a Ciara y a Diana, que no dejaban pasar un día sin aparecer por la casa a verificar que todo estuviera como es debido con el pequeño.

Y para rematar lo agradable que se le hacía estar allí,  Santino se había quedado a ayudarla para según él,  ella no pasara trabajo acostumbrándose a los cambios.

El pelinegro se hacía cada día más presente y más necesario en la vida de Denisse y ella se despertaba cada mañana un poco más atraída hacia él,  y ya no era un secreto para su corazón y su cerebro lo bien que se sentía cuando de casualidad recibía un roce del Parisi o él ponía su mano en la espalda de la chica para guiarla cuando visitaban algún barco.

Una mañana en la oficina sucedió lo que estaba destinado a suceder desde que aquellos dos se vieron por primera vez, ella se giró de pronto para buscar algo y quedó pegada a él,  con su aliento chocando con el suyo, y las bocas se unieron como atraídas por un imán.

Y para él fue tal como lo había imaginado tantas y tantas veces, no podía decir en realidad a que le sabía aquel beso, ella tenía todos los sabores que el hombre había disfrutado en su vida, todos incluido el del amor, sentimiento que nunca se había permitido sentir y que nunca había necesitado,  hasta ahora,  que la tenía a ella entre sus brazos y la mantenía pegado a él con aquel beso que no quería que se terminara nunca.

En un momento estaban de pie besándose,  y al siguiente sin siquiera darse cuenta ya estaban recostados en el escritorio de la chica,  él sobre ella, y ella con sus manos dentro de la camisa del hombre, tocando su piel cálida,  esa piel que había imaginado muchas veces y que se daba cuenta que era tan suave como la pensaba.

Pero de repente él tuvo un golpe de realidad, y se dio cuenta de lo que estaba haciendo,  y de como se vería aquello delante de los demás, al final todos se encargaban de recordarle a cada instante lo que ella era en su vida, su hermana,  pero nadie se había detenido a preguntarle, al final, quién  podía imaginarse que Santino Parisi,  el capo de la mafia, él que tenía el corazón más frio que un témpano de hielo, se iba a enamorar, y de la mujer equivocada.

Él se separó bruscamente de ella y dijo las palabras que más le ha dolido decir en su vida.

- Esto es un error, esto no puede volver a pasar, lo siento.- Santino la vio cambiar el rostro de uno apacible a uno frio y sin reflejo de sentimiento alguno- No me odies por favor.- fue lo último que pudo pedirle antes de salir disparado de aquella oficina y de la empresa de su padre.

Los días habían pasado después de aquel incidente con Santino y Denisse no había vuelto a verlo, al otro día de aquello apareció frente a ella un hombre alto y fuerte y le explicó que el señor Parisi había tenido que viajar y lo había dejado en su lugar para que la ayudara en todo lo que ella necesitara, pero ella solamente necesitaba una cosa, olvidar que había sido otra vez el error de alguien.

Quince días hacian que él se había ido y ella seguía extrañándolo aunque no quisiera, se levantaba todos los días pensando en el hombre y en la forma de olvidarlo, pero se acostaba en las noches sin conseguir nada.

Esa mañana debía entregar unos documentos al padre de Santino,  quién no entendía por qué llevaba un apellido distinto al de su hijo mayor, pero llegó a la conclusión de que seguramente era una estrategia de marketing,  el apellido Dunne era famoso, tenía mucho prestigio y a donde fuera con solo mencionarlo se sabía la cantidad de dinero que cargaba, pero el apellido Parisi no tenía comparación en el mundo de los negocios, ese además de todo lo anterior era el respeto mismo, y como Cían era el hijo que se encargaba de los negocios de la naviera, era él el que usaba el apellido del padre para darse a conocer.

La chica llegó hasta el puesto de la secretaria, y lo que escuchó la llenó de alegría,  era la voz de Santino,  pero parecía estar discutiendo con su padre.

- Le aconsejo que no se acerque- le dijo la secretaria- En todos los años que llevo aquí nunca los había escuchado discutir, pero hoy han roto todos los récords.

Ella se quedó tranquila esperando que aquello terminara pronto, pero, sin poder dejar de escuchar, se dio cuenta de que aquella exaltada conversación era sobre ella.

- No entiendes que no puedes pararte delante de Denisse y decirle que eres su padre así como así- le gritó Santino a David.

- Y tú no entiendes que ya estoy cansado de esperar la supuesta oportunidad de decirle- siguieron los gritos y de repente la puerta se abrió y los dos hombres vieron parada en ella a la causa de su discusión.

- Denisse- le dijo Santino e intentó acercarse a ella pero la chica retrocedió.

- Denisse hija- quiso hablar David,  pero fue interrumpido por la chica.

- Yo no soy su hija.- le gritó- Ahora comprendo todo, a usted se le hizo muy fácil desaparecer y olvidarse de nosotras y ahora quiere comprarme con su dinero, pues le digo algo, yo tengo un padre y no necesito otro- aquellas palabras dolieron en el pecho de David- Y tú- miró a Santino y el pelinegro sintió que su corazón se rompía en mil pedazos- Aléjate de mi vida, de mi hijo y de todo lo que tenga que ver con nosotros,  no creo que pueda complacerte con lo de no odiarte.