-Esto no puede continuar así María Camila, eres la mayor, no puede ser que esta sea la quinta niñera que renuncia en menos de un año-
-No queremos una extraña en casa papá, yo puedo cuidar a mis hermanos-
-Eso no está en discusión, sabes que tengo que trabajar, habla con tus hermanos de inmediato-
-Desde que se murió mamá has cambiado mucho, sabes te necesitamos en casa, mamá ya no esta y nos duele comprende esto no te duele solo a ti-
-María Camila no te vayas así, hija, escúchame-
Laura no entiendo porque tenias dejarnos solos justo en el momento en que mas te necesitamos.
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Capítulo 17: Tú mereces ser feliz
Al día siguiente…
Emiliano
No sé qué me pasó esa noche de cumpleaños. Fui a casa de Luciana decidido a pedirle disculpas por haberla besado sin su consentimiento. Quería aclarar que aquello no debía repetirse.
Pero al verla allí, con su piel perlada por el baño, su cabello húmedo y su rostro iluminado… simplemente perdí el control. La besé. Su toalla cayó suavemente al suelo, y por un instante, el mundo se detuvo.
Su cuerpo tan delicado, su respiración temblorosa, su inocencia… todo me desarmó. Cuando me confesó que nunca había estado con nadie, sentí una mezcla de sorpresa y ternura.
Podría haber seguido, pero no quise. Quiero hacer las cosas bien con ella. No solo deseo su cuerpo, deseo su alma, su compañía, su risa.
Luciana me ha devuelto algo que creía perdido desde que Laura partió: la esperanza.
Esa noche dormí con el corazón en calma. Y entonces la soñé…
—Laura, mi amor… —le dije al verla frente a mí, tan radiante como siempre.
—Emiliano, me alegra verte sonreír de nuevo —me respondió, acariciando mi rostro.
—Perdóname, no quiero faltarte al respeto…
—No digas eso, mi vida. Yo ya no estoy, y tú mereces ser feliz.
Sus palabras se sintieron como un suspiro.
—Cuida de nuestros hijos. Y cuida de Luciana. Ella es el ángel que pedí para ustedes.
La abracé fuerte… y entonces desapareció.
Desperté con lágrimas en los ojos. No sabía si había sido un sueño o una señal, pero tenía claro lo que debía hacer.
Me di una ducha y bajé a la cocina. Los niños ya estaban desayunando.
—Buenos días —saludé con una sonrisa.
—¡Papiiii! —gritó Sol, corriendo a mis brazos.
—Buenos días, papá —dijeron los gemelos.
—Buenos días, señor —saludaron Luciana y Elena.
Luciana evitaba mirarme. Su rostro estaba sonrojado. Y yo… no pude evitar sonreír.
Después del desayuno, los niños salieron al jardín con Clara. Era el momento perfecto para hablar con ella.
—Luciana, ¿puedes venir un momento al despacho? —le pedí.
—Sí, señor —respondió con voz temblorosa.
Cerré la puerta, la tomé suavemente de la cintura y la besé.
—Buenos días, Luciana.
—Buenos días… Emiliano —respondió con una sonrisa tímida.
—¿Dormiste bien?
—Sí… muy bien.
Acaricié su rostro.
—Eres tan hermosa… Hablemos con mis hijos hoy.
—No sé si estén de acuerdo —dijo bajando la mirada.
—¿Estás segura de lo que sientes por mí… o lo de anoche fue solo un impulso?
Ella levantó la vista, con los ojos llenos de ternura.
—Lo que siento por usted nació desde el primer momento en que lo vi —susurró.
La besé de nuevo. Pero justo entonces, escuchamos la puerta abrirse.
—¡Se están besando! ¡Papá y Luciana se están besando! —gritó Sol, riendo mientras corría por el pasillo.
En segundos, toda la familia estaba reunida en la sala. Luciana trató de explicarse, pero Sol, más que sorprendida, parecía feliz.
—¿Qué fue lo que viste, pequeña? —preguntó Camila.
—¡Ellos se estaban besando! Yo los vi.
—Uy papá, estás enamorado —bromeó uno de los gemelos.
Luciana se puso roja.
—Camila, Emiliano… puedo explicarles —dijo nerviosa.
Pero Camila la interrumpió con una sonrisa.
—No hace falta, Luci. Papá merece ser feliz.
—Sí —añadió Emiliano—. Mi padre ha cambiado mucho desde que llegaste. Solo queremos verlo sonreír.
—Gracias, hijos —dije emocionado—. Quiero que sepan que deseo darme una oportunidad con Luciana, pero necesito su aprobación.
—¡Yo sí apruebo! —gritó Sol levantando la mano.
—Nosotros también —dijeron los gemelos.
—Sé feliz, hijo —dijo mi padre bajando las escaleras—. Ya era hora.
—Te apoyamos, papá —agregó Emiliano.
—Solo queremos tu felicidad —dijo Camila.
Luciana no pudo contener las lágrimas. Todos nos abrazamos. Era como si Laura, desde el cielo, también estuviera sonriendo.
Entonces, Sol tuvo la mejor idea:
—¡Vamos todos al parque de diversiones!
Nadie pudo negarse.
Salimos en dos autos; incluso mi padre se animó a venir.
Mientras los niños disfrutaban de las atracciones, Luciana y yo caminamos entre risas, compartiendo historias y silencios cómodos.
Y por primera vez en muchos años… sentí que mi vida volvía a tener sentido
❤️❤️❤️❤️ gracias por leer, estoy atenta a sus comentarios.
¿Qué creen que pasara con nuestra parejita?
Quién será ese hombre misterioso ??? 🤔