Adrian creía que la suerte rara vez estaba de su lado, especialmente cuando perdió su trabajo debido a la homofobia. Su vida se complicó aún más cuando un accidente lo dejó atropellado, lo que le costó una entrevista de trabajo crucial. Sin embargo, lo que no podía prever era que la suerte a veces se manifiesta de maneras inesperadas. Ser atropellado por Benicio no solo cambiaría la trayectoria de su vida, sino que también desataría una serie de sentimientos intensos y lo llevaría mucho más allá de lo que jamás imaginó.
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Capítulo 18
En el transcurso del viaje, Benicio se mantuvo pensativo dentro de aquel coche. Se hizo evidente que la joven estaba interesada en Adrian, pero su curiosidad radicaba en saber si Adrian correspondía ese interés. El intercambio de cortesías lo perturbó, dejándolo bastante inquieto.
Ya en la empresa, Adrian también meditaba sobre el comportamiento de la muchacha. Notó que parecía haber mostrado interés en él. En ese momento, pensaba en cómo desenredar aquel embrollo sin revelar que era homosexual, ya que no quería que nadie lo supiera.
Mientras reflexionaba sobre la situación y se disponía a salir a almorzar, Gabriela entró a su oficina para hablar con él, visiblemente preocupada y agitada, lo cual captó su intriga.
—¿Estás bien, Gabriela? Pareces nerviosa.
— Adrian, creo que he descubierto la razón por la que la gente te mira de forma extraña. Pero antes, dime, ¿has tenido algún problema con el señor Benicio? —Quería entender primero.
— En realidad, sí. El día que venía para una entrevista, terminé atropellado por él. No sabía quién era, ni que era el presidente de esta empresa. Creí que había perdido la oportunidad de entrevistarme, pero ese mismo día, me informaron que se había postergado. Solo al pasar la entrevista final descubrí quién era él.
Adrian explicó como todo había sucedido, y Gabriela reflexionó sobre lo escuchado. Concluyó que debía haber habido un malentendido o que alguien había difundido la noticia con mala intención.
— Adrian, ¿alguien más en la empresa conoce esta historia?
— No se la he contado a nadie, salvo a ti ahora. Pero, ¿qué está pasando? ¿Qué tiene que ver este accidente con esas miradas? — Adrian estaba desconcertado.
— Permíteme sentarme y te lo explico — Gabriela suspiró al sentarse. — Por lo que escuché, hay rumores de que conseguiste tu puesto mediante chantaje, que fingiste el accidente y chantajeaste al señor Benicio. Por eso la gente te mira y comenta de esa manera.
— ¿Qué? ¡Eso es un disparate!
Adrian no podía creer en aquel absurdo rumor. ¿Cómo alguien podía haber esparcido eso sobre él? No obstante, después de escucharlo, muchas cosas empezaron a encajar.
— No he chantajeado a nadie; todo sucedió por coincidencia. Jamás recurriría a esos medios para obtener un empleo. ¿Quién ha estado diciendo estas cosas? — Estaba indignado.
— Quién ha divulgado eso no lo sé, pero están hablando del tema. Te dije que trataría de descubrir qué está pasando. Escuché a dos mujeres discutiendo sobre eso, pero, en mi opinión, creo que deberías comentárselo al señor Benicio. Él mismo podría aclararlo todo.
Adrian reflexionó al respecto. Tenía reticencias de llevarle otro problema a su jefe. Apenas había empezado y ya había tenido inconvenientes con la prometida de este y con esa trabajadora. Imaginó que Benicio podría pensar que él era el problema y terminar despidiéndolo.
— Mejor no. Prefiero manejar esto por mi cuenta. No quiero molestarlo con cosas como estas, con esos chismes. Yo mismo encontraré la forma de ponerles fin.
— Como quieras, Adrian, pero si esto continúa, sería mejor que hables con él. De lo contrario, podrías acabar perjudicado. — Gabriela miró su reloj tras hablar. —¿Vamos a almorzar? Hay un excelente restaurante aquí cerca y los precios son razonables. Podríamos ir hoy, ¿qué me dices?
Adrian asintió, recogió sus cosas y apagó su ordenador. Tras el incidente y al conocer la situación actual, prefirió no dar más pie a malentendidos.
Tras dejar la oficina, se encontraron con Helena. Ella estaba tan sonriente como siempre y supuso que también iban a almorzar.
— ¿Van a comer juntos?
— Sí, justo invité a Adrian a ese restaurante. — Gabriela respondió a la compañera.
—¿Puedo unirme a ustedes? — propuso Helena.
Ambos aceptaron, pero Adrian disimuló su malestar. Esperaba estar pensando demasiado en si ella estaba interesada en él o no, o cómo resolver esa situación. No le gustaba rechazar a las personas, porque sabía cuánto podría dolerles. En eso tenía experiencia.
En el restaurante, Benicio conversaba con sus clientes, pero notaba la falta de algo, y sabía que era su asistente. Sin embargo, no se podía concentrar en esa reunión, especialmente después de enterarse de que estaban almorzando juntos.
Benicio buscó una excusa para contactar a su secretaria, quien le informó que ella ya estaba comiendo con Adrian y Helena. Incluso preguntó si la mencionada era la chica que le había dado galletas a su asistente. Así se enteró de todo via mensaje.
Tras confirmar sus sospechas, su disgusto aumentó. Pensó que si hubiera llevado a Adrian a esa reunión, en ese momento no estarían comiendo juntos.
— Señores, discúlpenme un momento, voy al baño y regreso.
Benicio se dirigía al baño, no porque lo necesitara, sino para intentar calmarse. No podía centrarse en la reunión. Al verse en el espejo, se reprendió a sí mismo.
— Recupérate. ¿Cómo puedes estar así por ese hombre? Elimina cualquier sentimiento incipiente, Benicio, o esto podría ir demasiado lejos. — Intentó despertar a la realidad, consciente de que Adrian había conseguido afectarle más de lo que quería admitir.
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