El mal ronda en cualquier lado, tienes que ser cuidadoso y desconfiar, una vez que te atrapa, es difícil que te suelte.
Nuestros protagonistas se verán obligados a enfrentar sus peores miedos y a luchar por sobrevivir y proteger a su pequeña familia ante una presencia sobrenatural que parece estar determinada a destruirlos.
La historia explora temas de miedo, supervivencia y la naturaleza del mal, mientras que Elizabeth y Elías se ven obligados a tomar decisiones difíciles para sobrevivir, ¿Podrán superar está situación?
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CAPITULO 17
Terminamos de almorzar, pagamos y fuimos a recoger a Max a la veterinaria, mi niño estaba emocionado y feliz de ver a su mascota limpia y fragante, agradecimos por el cuidado a nuestro perrito, nos subimos al auto y regresamos a casa, entre más nos acercábamos, mi corazón más palpitaba.
Mi esposo me tomó de la mano mientras avanzaba, eso me tranquilizó un poco, finalmente llegamos, el parqueo el auto y nos bajamos, Tomás corrió a la entrada con Max, nosotros caminábamos atrás de él, cuando llegamos al pórtico nos encontramos con el dueño de la casa, nos estaba esperando.
- Señor Monsalve, que bueno que los encontré, ya llevaba rato esperándolos, me iba a ir-- comentó el señor.
- Señor Valbuena, que lo trae por estos lados -- mi esposo trató de mantener una entonación suave y relajada.
- señor, no intenté hacerme pensar que nada está pasando y que todo está bien, los vecinos ya me informaron de lo que ha estado sucediendo, pero vengo por algo que realmente me preocupa, el pozo ha sido abierto, vengo a sellarlo-- dijo.
- sucede que ya eso lo hicimos, pero ese pozo se sigue destapando solo, vamos a buscar otro tipo de ayuda... Usted me comprende, ¿verdad?-- le preguntó mi esposo.
- Claro que sí, ¿y cuándo vendrán a ayudar?-- preguntó.
- hablé con esa persona muy temprano, me dijo que vendrá mañana en la tarde-- el asintió.
- Cualquier cosa que necesiten, no duden en llamarme, obviamente estoy muy avergonzado con ustedes por lo que han tenido que pasar, pero quiero que sepan que pueden contar conmigo -- nos dijo.
- ¿y si sabía de esa situación, por qué no nos dijo desde él principio?, nosotros pudimos haber elegido si queríamos arriesgarnos a traer a nuestra familia a vivir en un lugar así, ¿no le parece que lo que usted hizo estuvo mal?-- Elías lo enfrentó.
- Discúlpeme señor, usted tiene razón al enojarse, pero me encontraba en una situación económica tan precaria, que preferí omitir ese detalle para poder rentar la casa y recibir algo de dinero--
- a costa del sufrimiento de los demás, pudimos haber perdido a nuestro hijo por todo lo que estamos viviendo, espero que todo esto termine pronto para podernos ir de aquí -- sentenció mi esposo.
- De nuevo les ofrezco una disculpa, sé que no sirve de nada, pero quiero que sepan que es sincero lo que les digo--
- Ya no se preocupe señor Valbuena, ya sabe que para la próxima, que su honestidad sea superior a su ambición-- le dije -- todos tenemos situaciones difíciles, pero no es la forma de lograr surgir -- agregué, el señor asintió afligido.
- Me voy a disculpar todas las veces que sea necesario, no pensé bien las cosas, lamento por lo que han tenido que pasar --
Después de esa charla, entramos, el dueño de la casa también lo hizo, el se dirigió al patio junto a mi esposo, entre los dos taparon él pozo, le atravesaron la varilla de seguridad, y antes de retirarse, el señor Valbuena, puso una cruz de plata sobre la tapa del pozo, la incrustó en una ranura y ahí la dejó después de hacer un rezo.
Entró de nuevo a la casa, se tomó una taza de café que le ofrecí y luego se marchó, nosotros nos sentamos en la sala a analizar lo que nos dijo aquel señor, entendemos su situación, pero como dijo Elías, debió darnos la opción de elegir si queríamos arriesgarnos a estar en este lugar, ahora debemos enfrentar las consecuencias de llegar a un lugar como estos.
La noche llegó rápido, preparé algo rápido para cenar, luego nos sentamos en la sala a ver un poco de televisión, a Tomás le comenzó a dar sueño, así que apagamos todo y nos fuimos a dormir, Elías acompaño a nuestro hijo en su habitación hasta que se durmió, Max se quedó a su lado, luego mi esposo regresó a la habitación, nos pusimos las pijamas y nos acostamos a dormir.
La noche estaba más oscura de lo normal, la única luz que lograba penetrar la casa provenía de la luna, cubierta tras un velo de nubes, el silencio reinaba en el lugar, lo único que se escucha era el sonido de las hojas secas siendo arrastradas por el viento, yo dormía acurrucada junto a Elías, su respiración pausada contrastaba con el murmullo del bosque, a veces envidiaba lo fácil que era para el conciliar el sueño, pero me alegraba saber que Tomás heredó eso del papá, dormía profundamente.
Pero esa noche, algo se movía en la oscuridad, en el terreno trasero, el viejo pozo, sellado hace una horas con una tapa de hierro oxidada y una varilla, comenzó a vibrar, un chirrido metálico cortó el silencio de la noche cuando la tapa se deslizó por sí sola, cayendo al suelo con un fuerte estruendo.
Del hueco emergió una figura, era una mujer, alta, extremadamente delgada, con los brazos colgando como ramas quebradas, su piel estaba hinchada y pálida, cubierta de lodo y moho, como si hubiese pasado décadas bajo el agua estancada, su cabello, negro y empapado, caía en mechones podridos sobre su rostro, donde apenas se distinguían los ojos, dos huecos brillantes y vacíos que destilaban odio.
No caminaba, flotaba, deslizándose sobre la tierra húmeda, cada paso dejaba un rastro de agua en el suelo, a medida que se acercaba a la casa, las luces comenzaron a parpadear y un hedor a podrido se coló por las rendijas de puertas y ventanas.
Fruncí el ceño, inquieta, como si algo invisible me estuviese rozando la piel, un golpe seco retumbó en la puerta trasera, luego, otro y otro, hasta que la cerradura cedió sola, sin que nadie lo tocara, la figura entró.
Avanzó por el pasillo, goteando agua lodosa, dejando huellas sobre la madera, las paredes vibraban levemente a su paso, los cuadros colgados comenzaron a inclinarse y a caer sin razón, abrí mis ojos de golpe.